El señor del metro de Medellín

Esa tarde acababa de terminar mi rutina laboral, y como no tenía nada más que hacer en la calle, pues ya me dirigia hacia mi casa. Así que al salir del trabajo, caminé hasta la estación del metro; tenía una blusa color crema, con los hombros destapados, y la parte delantera era de abotonar con un pequeño cordón, también lucia una corta faldita blanca, la cual tenía por todas partes dibujos de corazones rojos, los bordes de la parte de arriba y abajo eran negros, y también tenía puestas unas sandalias doradas. En cuanto a mí, llevaba mi bolso de piel de leopardo, y en la mañana me habían cepillado el cabello.

Cuando llegué a la estación, lo primero que hice fue preguntarle a la operaria si tenía saldo, y como si tenía simplemente camine hasta el lector de tarjeta, una vez reconocida subí las escaleras, y caminé hacia el pasillo de espera. Donde no me tocaría esperar mucho, pues porque el metro sale cada 15 minutos, y cuando llegue ya estaba cerca y solo faltaban 5 minutos, solo habíamos 5 personas, y lo más seguro era que nos tocará de pie; una gordita estudiante de enfermería, un morenito que trabaja como guardia de seguridad según su uniforme, una rubia de vestido corto, y un señor de avanzada edad según sus canas.

El metro llegaría a la estación y todos nos subiriamos, solo habían dos puestos disponibles, los cuales los ocuparían rápido la enfermera y el guardia seguridad, y comprensible porque a lo que se dedican es de mucho trasnocho. Al señor de edad le cederia el puesto una señora, y a mí con la rubia si nos tocaría irnos de pie. Pero la verdad fue hasta bueno quedarme sin puesto, ya que la pude conocer mejor; se llama Samanta, tiene 27 años, soltera, estudia contabilidad en el SENA, y vive en la Aurora, incluso me dio su número de celular para seguir en contacto.

No me acuerdo por dónde íbamos exactamente, pero la enfermera se levantó de su puesto porque se bajaba en esa estación, Sammy me volteó a mirar, pero yo solo le sonreí y le dije que descansara. Me toco el hombro y se fue a sentar al lado del guardia de seguridad, los cuales los veían conversar muy felices, y muy amorosos, Sammy le tocaba la pierna, le arreglaba la barba, y él por su parte le acariciaba el cabello, ahí pasaba algo o iba a pasar supongo. Porque en la siguiente estación que era la de San Antonio, los dos se bajaron juntos, ella se me acerco y me susurro al oído.

-En la noche te escribo, que este man me quiere comer, y yo como que lo voy a dejar jajajaja, -me dijo al oído.

Ellos se bajaron y yo aprovecharía para sentarme, estaba feliz porque pensé que iba sola, pero esa felicidad no duró mucho, porque estaba sentada mirando por la ventana, cuándo sentí que alguien se sentó a mi lado. Voltee a mirar y era nada menos que el anciano de la estación en dónde me había subido, y la verdad no entendía el que hacía ahí, se supone que le habían cedido un puesto, pero no le di importancia y solo seguir lo mío. Porque no soy de estar estableciendo amistad con personas en transportes públicos, con Sammy fue distinto porque hubo conexión desde el principio, y además la nena me había caído muy bien.

Así que simplemente me dio igual si él se hacía ahí o no, así que me volteé y seguí mirando por la ventana, pero estaba tan distraída mirando que no había visto que el anciano se había corrido hacia mí. Estaba bastante pegado a mi cuerpo, pero yo lo segui ignorando para que pensara que no lo había sentido, y mucho menos visto. Mentira que creería, porque al creer que yo no lo había sentido, aprovecho y puso su mano en mi pierna, y como yo no reaccionaba comenzó a pasar su mano muy lentamente, la movía de una manera muy suave de arriba hacia abajo, y lo tengo que reconocer, el anciano era muy bueno con ese movimiento. Subio un poco mi falda, y cada vez sus caricias eran más severas, porque a pesar de no aumentar el ritmo, su ritmo de despacio me estimulaba muy bien, porque me estaba empezando a calentar, o como le decimos acá en Colombia, arrechar.

Pero era obvio que el no se iba a querer conformar solo con mi pierna, así que me levanto otro poquito la falda, y me comenzó a meter los dedos en mi mojada vagina, ya que no llevaba tanguita. En la primera manoseada me mojé de inmediato, ya que es mi zona débil si me tocan ahí, una sola tocada hace que me venga con facilidad, el me tenia dos dedos adentro, los cuales metía y sacaba lentamente. Ese movimiento ya me tenía muy mojada y caliente, pero no volteaba a mirar, pero si tenía muchas ganas de gemir como una puta.

Introdujo un tercer dedo dentro de mi cuquita, y con ayuda de los otros dos dedos, me dedio de una forma muy rica y excitante. Lo sacaba, los volvia a meter, y así sucesivamente repetía muy amenudo ese movimiento, yo ya estaba en mi límite, necesitaba venirme bien rico, realmente lo necesitaba, pero para suerte mía, la próxima estación era la de Estadío, y ya en la próxima me bajaba. Lo que no sabía era el que el tipo se me adelantaria, porque mis estación se baja va, así que sacó sus dedos de mi vagina, bajo mi falda, y acercó su boca hasta mi oído.

-Se qué estás fingiendo, pero en el fondo te está gustando, porque eres tan puta que no te pones tanga para que los hombres te manoseen como la perra qué sos.

Se levantó y camino hasta la puerta de la salida del vagón, yo miraba a mis alrededores, pero como que nadie nos vio, porque no me miraban de forma rara. Así que en la próxima estación que ya era la de Floresta, apenas me bajé corrí hacia el baño, como si se tratara de una emergencia orinaria. Me encerré, le puse seguro a la puerta, alze mi falda y deje salir todos esos fluidos que estában retenidos en mi cuca mmmmm. Ya una vez satisfecha salí del baño y caminé hasta la salida para salir a la calle, me bajé por la línea B que es la que más me sirve. Y como no vivo muy lejos, ya que de la estación a mi casa no hay mucho camino, entonces me fui caminando, y pensando en las cochinadas que me había dejado hacer, cada vez me nivel de putería era mucho más grande, qué hasta yo misma a veces me sorprendo de lo zorra que puedo llegar a ser.