Vídeo: “Esta es la paz de Santos” dice camionero que grabó hostigamiento de las Farc

sabes algo si queres que not e jodan deja de joder bandido de mierda, a mi no me compares rata fariano o te hago aburrir el lunes, quedate quieto en tu campamento mas bien, que despues andas llorando que te la montan.. bndido de mierda...

ojala tuviera amigos paracos pa mandarte a tostar.. puto de mierda..

Veo que ya llegó mr. Estrellita solitaria a votar como malo el tema donde le atacan a los camaradas, guerrillerito de WiFi.

Honor que me hace, pero en cualquiera de las dos formas es cierta. Y no solo Santos, sino todos los colombianos, incluidos usted y yo, así no estamos de acuerdo en el cómo, pero si en el qué, deseamos acabar con la guerra.

El problema, claro, es que el enemigo que se pretende desarmar no es un angelito bajado del cielo. Por el contrario, en el pasado ha mostrado ser tramposo y en el presente, con cada atentado, con cada crimen de guerra que comete, muestra que el fin justifica los medios así se lleve por delante la población civil.

Ese es el problema de la guerra... y de las treguas. Vea lo que pasa en Yemen y su tragedia humanitaria. La última de las muchas treguas pactadas ni siquiera se cumplió en las primeras horas y el desangre continuó con un bombardeo de las tropas gubernamentales y su secuela de víctimas inocentes.

Todos quisiéramos que cada crimen cometido en esta guerra vergonzante fuera castigado con el máximo rigor, sin importar la justificación y el bando a sabiendas de que ninguna pena de prisión sería suficiente para compensar todo el daño causado. Pero no estamos en un mundo ideal como el de las peliculas asi que nos toca trabajar con lo que tenemos: la realidad.

Le dimos la oportunidad a la guerra durante 50 años y perdimos. Ellos siguen vivitos y coleando, jodiendo el país, y los que gobiernan, igual. creyendo que todo se resuelve a punta de muertos. Si no se pudo echando bala, quizás se pueda echando lengua y en eso van tres años, muy poco en comparación con los 50 años anteriores.

Y como no hay vencedores ni vencidos toca negociar y cuando se negocia hay que ceder. Ojalá no fuera así, pero la guerra es la que pone las condiciones. Hoy comienza una tregua frágil y ojalá sea la última, ojalá en los siguientes cuatro meses se avance hasta el punto de que se esté cerca de que la guerrilla baje las armas y defiendan sus ideas como los demás, a punta de carreta.

Ojalá se sometan a la justicia transicional, ojalá los colombianos la acepten, ojalá podamos dedicarnos a otras vainas más productivas que matar. El optimismo no es desbordante, ni estamos para cantar el himno nacional, ni habrá pajaritos de oro. Pero dejarnos de matar será motivo de celebración. Seguirá la violencia por un tiempo, pero nos habremos quitado la guerra de encima.

Pobreza, inequidad, desempleo, corrupción, inseguridad serán los nuevos enemigos a derrotar. Quizás esta vez sea la vencida.

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A ver, Heráclito, quién ha dicho que nosotros queremos que siga la guerra? Por supuesto que todos queremos que haya paz, pero hay una enorme diferencia entre la paz que quiere Santos y la que queremos en el uribismo. Ustedes ven la paz como una legalización de los terroristas con impunidad y premios para los criminales. Nosotros los uribistas vemos la paz como la capitulación definitiva del terrorismo, con justicia, verdad, reparación y sobre todo con castigos ejemplares para los criminales.

Ojalá todo lo que usted dice se pudiera hacer, pero eso implica buscar nuevamente la capitulación de los terroristas prolongando una confrontación que lleva ya 50 años, y yo creo que muchos ya estamos cansados de tanta violencia en este país.

Yo respaldo una negociación con condiciones, pero no como la pretende el uribismo, porque lo que plantean es básicamente una rendición y eso es algo difícil de lograr, si no vea a Uribe hablando de acabarlos en seis meses y en ocho años no pudo (aunque hay que reconocer que los controló fuertemente).

Para que una negociación funcione, se necesita que ambas partes cedan en sus pretensiones principales y busquen un resultado que deje a ambas partes satisfechas, cosa que desafortunadamente no se está dando en estos diálogos y urge replantearlos para llegar a esto.

Y quien ha dicho que los antiuribistas (porque santistas ni de riesgo) queremos premiar a los criminales?

Usted empieza su aporte quejandose de que los tergiversan o malinterpretan para a renglòn seguido proceder a malinterprerar a sus cobtradictores. Le parece serio o siquiera minimamente razonable esa postura?

Empecemos por respetar a la verdad como minimo: ni los uribistas quieren llenar de sangre el pais ni los antiuribistas premiar a la guerrilla. Eso se le ocurre a cualquier simio.

¿Estás hablando en serio?

eso que decís o es una broma o es una visión muy ingenua y desmemoriada de los alcances del uribismo en su época dorada (entiendase como esos ocho añitos que no le alcanzó a AUV para terminar con tanto plomo y sangre en este terruño). Y lo digo sobre todo porque en el asunto de los para aquello de la verdad quedó a medias, la justicia a mochas y a trancas solo a algunos y la reparación ni qué decir. Ahora por el lado de los guerrilleros, del Cauca hacia el sur la guerrilla siguió (y lo digo por información de primera mano de gente que le tocaba padecer las tomas guerrilleras en la época de la Seguridd democrática).

¿La paz al estilo uribista?

Wilfred, el problema del senador Uribe es su fundamentalismo. Cree que la ley que gobierna los procesos de paz es la del embudo. Lo ancho para el Estado, lo angosto para la guerrilla. Igual, que el único responsable de la guerra es la subversión por lo que todo se reduce a rendirlos, castigarlos y asunto resuelto.

Pero la realidad es otra. La guerra que vivimos es mucho más compleja que su limitado mundo en blanco y negro. No empezó con las Farc. Antes de que existieran el país se desangró con 300 mil muertos en la que se llamó por los historiadores la época de "la violencia".

Las Farc son tan sólo una pieza del ajedrez siniestro y se formaron de los reductos de las guerrillas liberales que se enfrentaban a los chulavitas (los paramilitares de entonces), un grupo sanguinario que perseguía a todo el que no fuera conservador, financiado por los terratenientes y armado por el gobierno de entonces.

Los que se desmovilizaron en aquella época, fruto de uno de los tantos procesos de paz habidos en Colombia, fueron perseguidos cuando dejaron sus armas y sus dos máximos líderes, Guadalupe Salcedo y Dímar Aljure, asesinados por la extrema derecha.

Las Farc nacieron del exterminio de sus compañeros liberales y luego, cuando se trataron de desmovilizar y formaron la Unión Patriótica, 3.000 de sus militantes fueron asesinados al igual que dos de sus candidatos presidenciales (Bernardo Jaramillo y Jaime Pardo).

Infortunadamente, con el correr de los años se degradaron y la extrema derecha resucitó a los chulavitas, llevando la confrontación al peor de los mundos. Los cortes de franela de los cincuentas fueron reemplazados por las motosierras, se multiplicaron las matanzas, llegaron los cilindros bomba, los infames secuestros, los falsos positivos, las torturas, las desapariciones, las minas antipersonales y un rosario de sevicia y podredumbre que resulta difícil de creer.

Y ahora resulta que los asesinos de este lado son angelitos bajados del cielo, apóstoles de la moral y las buenas costumbres, patriotas y los del otro lado, una parranda de terroristas señalados como los únicos responsables de la tragedia humanitaria que llevamos padeciendo durante tres generaciones, desde 1948. Es decir, se quiere una amnistía total para los de este lado, incluyendo legalización de fortunas mal habidas y poder político abyecto y los del otro lado cárcel y rendición.

Pero tan asesinos son los unos como los otros, tan merecedores del rechazo social los unos como los otros, tan sanguinarios y fascinerosos los de los dos bandos, y si se quiere la reconciliación, la verdad es la que tiene que salir a relucir, principal ganancia del fin del conflicto armado si se quiere la paz. Se le debe no solo a las víctimas (de la guerrilla, de los paramilitares, de los agentes del Estado, de los políticos corruptos, de los criminales hacendados que se apoderaron de sus tierras) sino también se la merecen las futuras generaciones para que no vuelvan a hundir este país en la letrina de la violencia.

O todos en la cama o todos en el suelo si queremos construir un país diferente.

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El problema para la sociedad colombiana es este sector que interpreta el conflicto socioeconómico como una cuestión de su seguridad personal. Un sector de la sociedad colombiana que identifica la paz con su calma íntima; a la que llaman seguridad. Por tanto todo aquel que lucha por cambiar las condiciones de inequidad económica y de desiquilibrio social es calificado como criminal por romper las normas del Statu Quo. Tal sector hace vista gorda al blanqueo de todo tipo de fortunas procedente de todo tipo de mafias propiciadas por el modelo económico imperante en Colombia. A ese sector pertenecen fuertes grupos económicos desinteresados en cambiar los salvajes rituales para ascender socioeconómicamente en Colombia.