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Iniciado por +Wilfred Ojalá todo lo que usted dice se pudiera hacer, pero eso implica buscar nuevamente la capitulación de los terroristas prolongando una confrontación que lleva ya 50 años, y yo creo que muchos ya estamos cansados de tanta violencia en este país. Yo respaldo una negociación con condiciones, pero no como la pretende el uribismo, porque lo que plantean es básicamente una rendición y eso es algo difícil de lograr, si no vea a Uribe hablando de acabarlos en seis meses y en ocho años no pudo (aunque hay que reconocer que los controló fuertemente). Para que una negociación funcione, se necesita que ambas partes cedan en sus pretensiones principales y busquen un resultado que deje a ambas partes satisfechas, cosa que desafortunadamente no se está dando en estos diálogos y urge replantearlos para llegar a esto.

Wilfred, el problema del senador Uribe es su fundamentalismo. Cree que la ley que gobierna los procesos de paz es la del embudo. Lo ancho para el Estado, lo angosto para la guerrilla. Igual, que el único responsable de la guerra es la subversión por lo que todo se reduce a rendirlos, castigarlos y asunto resuelto.

Pero la realidad es otra. La guerra que vivimos es mucho más compleja que su limitado mundo en blanco y negro. No empezó con las Farc. Antes de que existieran el país se desangró con 300 mil muertos en la que se llamó por los historiadores la época de "la violencia".

Las Farc son tan sólo una pieza del ajedrez siniestro y se formaron de los reductos de las guerrillas liberales que se enfrentaban a los chulavitas (los paramilitares de entonces), un grupo sanguinario que perseguía a todo el que no fuera conservador, financiado por los terratenientes y armado por el gobierno de entonces.

Los que se desmovilizaron en aquella época, fruto de uno de los tantos procesos de paz habidos en Colombia, fueron perseguidos cuando dejaron sus armas y sus dos máximos líderes, Guadalupe Salcedo y Dímar Aljure, asesinados por la extrema derecha.

Las Farc nacieron del exterminio de sus compañeros liberales y luego, cuando se trataron de desmovilizar y formaron la Unión Patriótica, 3.000 de sus militantes fueron asesinados al igual que dos de sus candidatos presidenciales (Bernardo Jaramillo y Jaime Pardo).

Infortunadamente, con el correr de los años se degradaron y la extrema derecha resucitó a los chulavitas, llevando la confrontación al peor de los mundos. Los cortes de franela de los cincuentas fueron reemplazados por las motosierras, se multiplicaron las matanzas, llegaron los cilindros bomba, los infames secuestros, los falsos positivos, las torturas, las desapariciones, las minas antipersonales y un rosario de sevicia y podredumbre que resulta difícil de creer.

Y ahora resulta que los asesinos de este lado son angelitos bajados del cielo, apóstoles de la moral y las buenas costumbres, patriotas y los del otro lado, una parranda de terroristas señalados como los únicos responsables de la tragedia humanitaria que llevamos padeciendo durante tres generaciones, desde 1948. Es decir, se quiere una amnistía total para los de este lado, incluyendo legalización de fortunas mal habidas y poder político abyecto y los del otro lado cárcel y rendición.

Pero tan asesinos son los unos como los otros, tan merecedores del rechazo social los unos como los otros, tan sanguinarios y fascinerosos los de los dos bandos, y si se quiere la reconciliación, la verdad es la que tiene que salir a relucir, principal ganancia del fin del conflicto armado si se quiere la paz. Se le debe no solo a las víctimas (de la guerrilla, de los paramilitares, de los agentes del Estado, de los políticos corruptos, de los criminales hacendados que se apoderaron de sus tierras) sino también se la merecen las futuras generaciones para que no vuelvan a hundir este país en la letrina de la violencia.

O todos en la cama o todos en el suelo si queremos construir un país diferente.