Vuelve la basura

Los hedores del Congreso siguen afectando a los paseantes de la Plaza de Bolívar.

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Vuelve la basura Una clase dirigente en la que unos y otros rebajan el debate a lo más sucio y olvidan discutir con conceptos y propuestas, solo puede conducir el barco hacia el naufragio. 12:07 a.m. | 31 de agosto de 2014 Fue un mal día para el Congreso. Durante la sesión del martes 26, el Centro Democrático adelantaba un debate sobre un supuesto fraude en la reelección de Juan Manuel Santos en junio. Aunque promover estas citaciones es un legítimo derecho de la oposición, la iniciativa uribista había sido adobada con menciones a la también supuesta financiación de la campaña santista del 2010 con plata de ‘los Comba’, y por ello tenía el mal sabor de las acusaciones poco demostradas de la campaña presidencial. Dos días antes del debate, Semana publicó una entrevista con el supuesto hacker Andrés Sepúlveda –en este cruce de ataques, todo es supuesto–, donde el exasesor de la campaña de Óscar Iván Zuluaga se despachó en elaboraciones que, en algunos casos, tocan la frontera de la fantasía. De hecho, como lo demostró el portal La silla vacía, Sepúlveda entró en contradicciones con lo que dijo al principio, con lo afirmado por su esposa Lina Luna e incluso con las revelaciones del español Rafael Revert, el infiltrado –no se sabe si de la Fiscalía o del Gobierno– en la campaña zuluaguista. El martes, el debate se puso aún más feo. El senador santista –y otrora furibundo uribista– Armando Benedetti reveló un supuesto –otra vez supuesto– diario del hacker a quien, según esto, a más de su megalomanía se le han despertado sorprendentes inclinaciones literarias. A todas estas, en la telenovela de Sepúlveda no han aparecido pruebas de cómo ni de a quién interceptó, qué descubrió, qué manipuló. Delaciones, confesiones, dimes y diretes: eso es todo lo que conocemos en un proceso en el que la Fiscalía –lástima– ha avanzado con mucha más celeridad que en casos como Saludcoop o Interbolsa. Soy admirador del fiscal Eduardo Montealegre y todavía me hago la ilusión de que, en estos asuntos, corregirá el rumbo y borrará toda sospecha de que le está haciendo un mandado al Gobierno. Las revelaciones cumplieron con la tarea de frenar el debate uribista sobre la plata de ‘los Comba’. Pero la suma de ataque opositor y contraataque gobiernista enlodó el ambiente con la misma basura que tanto hastío produjo en tiempos de la campaña presidencial. Fue un déjà vu que invitaba a la náusea. No voté por las listas uribistas en marzo, pero cuando obtuvieron una significativa representación en el Capitolio me hice la ilusión de que el Centro Democrático, desde su orilla, y el Polo, desde la suya, harían un ejercicio serio y estructurado de oposición política; con argumentos, no con basura. La democracia colombiana lo necesita: el debate de ideas es el verdadero reemplazo de la guerra. Esa manía de los presidentes –hago la muy honrosa excepción de Virgilio Barco, liberal integral que trató de implantar el esquema gobierno-oposición a fines de los ochenta– de invitar a todos, amigos y adversarios, a participar de la torta burocrática, ha matado el espíritu del libre examen indispensable en cualquier democracia, ha dejado sin ideas a los partidos y ha corrompido profundamente el sistema. En especial ahora, que el mecanismo de la ‘mermelada’ ha abierto la puerta a que los directorios políticos no solo impongan nombres para los cargos sino contratistas para las obras. Una clase dirigente en la que unos –los más– participan de la piñata de la burocracia y la contratación, mientras otros –los menos– hacen oposición cediendo a la tentación del lodo y la basura, y unos y otros rebajan el debate a lo más sucio y olvidan discutir con conceptos y propuestas, solo puede conducir el barco hacia el naufragio. Y mientras tanto, los comandantes de las Farc –que ya miran hacia la política– y Gustavo Petro, entre otros, se ríen a carcajadas y esperan con paciente placidez a que santistas y uribistas acaben de acabarse, no en un debate de ideas sino de malolientes supuestos. Así pasó en Venezuela. MAURICIO VARGAS

Fuente: El Tiempo