Pacho Santos

Pacho Santos

Salud Hernández-Mora

Imagino que los Ardila no pudieron sostenerla más y prefirieron dejarle a Pacho Santos la puerta abierta para que saliera en forma digna.


La misma mañana en que Marcos Calarcá afirmaba que las Farc no tienen secuestrados, a pocos metros de la Casa de Nariño, en la plaza Simón Bolívar, Silvia Serna y otras mamás clamaban por la libertad de sus hijos.


Tal vez esa mujer sea una impostora, puede que los ciudadanos chinos en manos de la guerrilla también estén actuando en una gran farsa para desprestigiar a los subversivos y torpedear el acuerdo. El Presidente está en su derecho de creerles antes a las Farc que a Silvia, pero si la guerrilla no empieza a construir el tambaleante edificio del proceso de paz sobre pilares sólidos con elementos tan básicos y sencillos como decir la verdad, podrá resquebrajarse antes de concluirlo. No digo más para que no sigan tachándome de paraca, aguafiestas, guerrerista o uribista.


Porque estamos igual que hace unos años, cuando Uribe era intocable y criticarlo suponía poco menos que ponerse del lado de los terroristas. En esa época, los mismos medios que ahora alaban a Santos -y en la campaña lo despellejaron- hacían la ola a Uribe y aplaudían y empujaban su reelección por creerla la mano salvadora de la patria (en esos tiempos, Colombia no era país sino patria).


Hoy cambiaron las tornas. Como los medios se incorporaron a la Unidad Nacional con el furor de los conversos, periodista o columnista que discrepe corre el riesgo de que lo estigmaticen o pierda el empleo.
Pienso que ese es el caso de Pacho Santos. ¿Le ganaron en Palacio el pulso que libró con su primo? Uno podrá estar o no de acuerdo con su estilo radial, pero si dejó RCN antes de cumplir el año y medio es porque criticaba un día sí y otro también al Presidente. Quizá la gota que rebasó el vaso fue su filtración del acuerdo Farc-Gobierno. Lo que para otros periodistas en tiempos pasados habría sido meritorio, para él pudo ser su caída.


Tal vez lo leyeron en la Casa de Nariño como una intentona de entorpecer la labor del Presidente en un campo tan minado y turbulento como el de unas negociaciones de paz, y supongo que la indignación subió de tono y se lanzaron a exigir su cabeza. Imagino que los Ardila no pudieron sostenerla más y prefirieron dejarle a Pacho Santos la puerta abierta para que saliera en forma digna.
Hace años, se dijo que, cuando Andrés Pastrana llegó al poder, le pidió a Julio Mario Santo Domingo -a diferencia de su hijo, él sí metía la mano en sus medios- que le entregara la testa coronada de Augusto López, quien era presidente de Bavaria, mandamás en los medios del grupo, y un samperista y serpista furibundo. Por supuesto que se la sirvieron en bandeja de plata porque un grupo empresarial no puede ir en contravía permanente de un gobierno dados sus múltiples intereses.


Ardila sabía que al contratar a Pacho incluía en su equipo a un ex vicepresidente uribista pura cepa, pero lo que nadie adivinaba entonces era el viraje que daría Juan Manuel Santos y la guerra delirante que le declararía Uribe. En ese escenario, la posición de Pacho se fue haciendo cada vez más incómoda.
Aunque respeto las decisiones empresariales, porque igual que a uno lo contratan también pueden prescindir de sus servicios, considero que fue un error. Pacho no es un radical estilo José Obdulio y el mismo día que revelaba el documento entrevistó a Belisario Betancur y a Samper, ambos favorables al proceso. Es decir, no solo es una persona abierta y tolerante, que no conoce el rencor ni acostumbra pontificar como otros, sino que en todo momento equilibró sus posiciones abriéndoles el micrófono a quienes pensaban diferente.
La calle tiene múltiples miradas y nadie puede convencerla de que la verdad solo es una. Y también me parece torpe tomar decisiones que satisfacen sobremanera a las Farc.

Salud Hernández-Mora
Fuente: eltiempo.com