Hay que tener una cosa en claro, Uribe está en campaña electoral y la venida del Papa era una ocasión más para impulsarla. Primero envió una carta al Papa dando sus opiniones sobre el proceso de paz, luego le pidió una audiencia privada y, al final, acudió a la 26 a "recibirlo".

Los tres hechos no buscaban captar la atención del Papa, sino de los medios de comunicación que los amplificarían para conseguir lo que en verdad le interesaba, la atención de los colombianos. En otras palabras, utilizó la venida del Papa como un amplificador publicitario.

Respecto a la carta es obvio que la filtró para provocar la controversia y de esta manera seguir atacando el proceso de paz, esta vez desde la perspectiva de la llegada de un visitante ilustre. ¿Que la leyó el Papa? Es lo de menos. Lo que le interesaba era que la leyeran los colombianos.

Igual se piensa sobre la audiencia privada que le pidió a Francisco. Si se la concedía, estupendo, porque tendría ocasión de atraer la atención de Colombia. Si no se la concedían, como en efecto sucedió, igual conseguía que se hablara de él dentro de una oleada de noticias papales.

Pero faltaba la cereza del pastel. Como era imposible estar dentro del grupo privilegiado de funcionarios y lagartos que posaría con el Papa dándose vitrina, hizo una magistral jugada, se creó su propio escenario, posando como un simple feligrés. Un bombazo publicitario dirigido a sus huestes y a los colombianos en general, diciendo "aquí estoy yo".

Me quito el sombrero. Uribe sigue siendo un mago de la comunicación y aprovecha cualquier oportunidad para seguir en la cresta de la ola poniendo contra la pared a sus adversarios de 2018, que se devanan los sesos pensando como neutralizar sus tácticas publicitarias.