Colombia revoluciona Santiago en su llegada a la Copa

OoOops, eso es lo bueno que tiene esta selección. No miran para abajo como la narcoselección del Pibe que se creía el ombligo del mundo, ni para arriba cuando los jugadores salían a la cancha a pedir autógrafos a los dioses de Sudamérica. Esta selección mira de frente con un solo objetivo, ganar. Respetan al rival pero no le comen cuento de que son mejores o peores. Son simplemente adversarios a los que hay que doblegar. ¿Cómo? Jugando como equipo.

Hace un rato terminó el partido Argentina - Paraguay. ¿Sabes por qué empató y hubiera podido ganar Paraguay a la favorita Argentina, con el mejor jugador del mundo, etc.? Porque se la creyeron como lo dijo Haedo al finalizar el partido. "Hombre a hombre ellos son mejores, pero nosotros somos una familia, un equipo". En el primer tiempo fueron avasallados y dos errores (una mala devolución y una falta idiota en el área) convirtieron en pesadilla el encuentro presagiando una goleada.

Pero como lo hicieron en el Mundial de Sudáfrica, sin la exquisita técnica de sus vecinos pero con la garra que les permitió sobrevivir al exterminio de la guerra de la Triple Alianza, porque en Paraguay todo es sufrido, todo les cuesta el doble que a los demás, metieron dos golazos y demostraron que sí se puede.

Eso le ha faltado a la selección desde siempre y ahora, por fin, aprendemos que la estúpida "humildad" o la soberbia del acomplejado que por ganarse un chance ya se cree millonario, ha sido la excusa para esconder nuestra mediocridad. James y su combo han aprendido que, con los pies en la tierra se puede mirar a las estrellas. Hace mucho lo aprendieron los argentinos, los brasileños, los uruguayos. Se estrellan, pierden, ganan, los sacan en hombros, los putean, pero siempre se la creen y en la siguiente vez lo vuelven a intentar y por eso de diez que lo hacen la ganan dos o tres. Nosotros. los acomplejados humildes o soberbios, lo intentamos diez veces y perdemos diez veces. Una derrota para ellos es el aliciente para ganar la próxima. Una derrota para nosotros es el fin del mundo y nos metemos en el hueco a flagelarnos.

Contra Venezuela es una batalla más que se tiene que ganar. ¿Y si perdemos? ¿Y si sólo ganamos por un gol y sufriendo? ¿Y si empatamos? ¿Nos mesamos los cabellos, denigramos de los jugadores, los hijueputeamos y nos sorbemos los mocos creyendo que el mundo se acabó? NO, dejemos los complejos. ¿Por un partido olvidamos todo el proceso Pekerman? Tenemos el mejor equipo de la historia, de nuestra pequeña historia y si queremos ser grandes tenemos que aprender a serlo, a seguir los procesos, a mejorar partido a partido. Si no se pudo hoy se intentará la próxima vez, corrigiendo errores, potenciando habilidades, ajustando estructuras.

Así como debemos aprender a ganar, también debemos aprender a perder. No hay cielo ni infierno. Son simplemente batallas a las que sumamos el deseo de ser mejores en la siguiente.