1. Mano de obra barata
Para los inversionistas extranjeros se vuelve más atractivo un país donde un trabajador les genere un mínimo costo. De ahí a que el salario mínimo sea realmente como se denomina: mínimo. Luego, el costo reducido que representa el trabajador resulte favorable para las inversiones, ya que las utilidades serán máximas y el costo de los trabajadores será mínimo.
2. Regalías mínimas
Esta aplica más que todo para el sector de hidrocarburos y minería. Se supone que una compañía extranjera que trabaje en uno de estos sectores debe pagar a la nación de donde los extraen unas regalías por esta extracción. Luego, para generar confianza, se reducen las regalías a fin de volverse atractivo para las compañías extranjeras, de nuevo porque obtienen mayores utilidades con el mínimo costo.
3. Más técnicos, menos profesionales
El sector educativo influye enormemente en el sector económico. Hablábamos de la mano de obra barata, pues bien, esta mano de obra barata es producto de una formación mínima. De ahí a que se aumenten esfuerzos en mejorar la educación superior de bajo nivel y que las empresas soliciten empleados con preparación técnica, es decir, mínima. Esto en detrimento de la educación superior de nivel profesional, que se vuelve menos atractiva a la hora de generar empleo; entonces se ponen trabas al acceso a la universidad mediante el aumento indiscriminado de las matrículas o la modificación de los programas, entre otras estrategias.
4. La Ley del Embudo
La confianza se convierte, pues, en una especie de Ley del Embudo, en la que se privilegia a las grandes compañías, nacionales y extranjeras, y le resta oportunidades a los pequeños y medianos empresarios. Al anular los mecanismos de participación para este gremio mayoritario de pequeñas y medianas empresas, la economía se convierte en un monopolio de la élite.
5. Mínima responsabilidad
Al dejar el monopolio económico en manos de unos pocos, se reduce la presencia del Estado al mínimo, con lo cual no existen regulaciones de ningún tipo. Esto otorga libertad total a las empresas para literalmente hacer lo que les venga en gana, violando leyes ambientales y laborales con total impunidad.
Conclusión
¿Vale la pena prescindir del bien común a fin de ser un país "rentable" para las inversiones? El camino en el que va Colombia en materia económica es el incorrecto. Un país que apenas está en vía de desarrollo no puede darse el lujo de ser tan cándido con los inversionistas y los grandes empresarios cuando el país no está preparado para la competencia. Si la educación y el trabajo no se hacen prioridad, no vamos a llegar muy lejos si se piensa competir así, de buenas a primeras. Ya México está pagando las consecuencias, y si no se empieza por un fortalecimiento del mercado interno y leyes económicas y educativas que privilegien a la mayoría, para allá vamos.