Tema: La Bucanera
Ver Mensaje Individual
Antiguo 25-11-2010 , 18:11:20   #3
caius
Denunciante Nuevo
 
Avatar de caius
Me Gusta
Estadisticas
Mensajes: 67
Me Gusta Recibidos: 47
Me Gustas Dados: 3
Ingreso: 04 oct 2010

Temas Nominados a TDM
Temas Nominados Temas Nominados 0
Nominated Temas Ganadores: 0
Reputacion Poder de Credibilidad: 0
Puntos: 172
caius el Usuariox se nos esta haciendo popularcaius el Usuariox se nos esta haciendo popular
  
Predeterminado Respuesta: La Bucanera

Hubiera podido follarme ahí mismo, y no me habría importado lo mas mínimo. Los hombres que quedaban en la taberna estaban tan borrachos que no se mantenían en pie, o estaban tan ocupados en sus propios asuntos, que otra pareja mas uniéndose al folleteo general ni siquiera se habría notado.
El caso es que Jack me cargó sobre su hombro, y como un saco de harina, me llevó a cuestas hasta el piso superior, mientras yo no paraba de reír, mordisquear y pellizcar su duro y apetecible culo.
De una patada desengoznó la puerta, y girando como un molino, me aventó sobre la cama en la que caí boca abajo.
Antes de que pudiera hacer nada, se abalanzó sobre mí y levantándome la falda, metió su mano entre mis piernas. Levantó mi culo hasta dejarme de rodillas y con esa misma mano comenzó a explorar por mis bajos, excitándome con sus dedos largos y gruesos. Pude oír el sonido su cinturón cayendo sobre los tablones del piso, y su respiración jadeando mientras desanudaba las cintas de sus pantalones con la mano libre.
Su pelvis se acopló a mis nalgas, y sentí la dura punta de su rabo, tieso como un mástil, deslizarse hacia la entrada de mi sexo.
Se separó un segundo; el tiempo justo para escupir sobre su verga y untar sobre ella una buena cantidad de saliva. Y tan rápido como el ataque de una cobra, me empaló hasta el fondo sin ningún miramiento.
Cerré los ojos y arañé las sabanas tan fuertemente, que mis nudillos se pusieron blancos. La raja me escocía y con cada nueva embestida, llegaba una nueva ola de dolor. Pero soporté la penitencia sin apenas chistar, acostumbrada como estaba ya por la experiencia, a la impetuosa y violenta arremetida de los hombres que han estado sometidos a las largas vigilias sexuales de las travesías por el mar, y sabedora de que el siguiente episodio compensaría con creces cualquier padecimiento del anterior.
Jack seguía empujando con tal fuerza, que la cama entera se movía y golpeaba contra la pared con cada nueva embestida. Cuando estuve convencida de que el muro no duraría mucho tiempo mas, una oleada de lefa ardiente que salía con tanta fuerza y en tanta cantidad como el orinar de un buey, se derramó en mi interior y el movimiento cesó con un grito de satisfacción de mi hombre.
-¡Ah! ¡Por todos los muertos que arden en el infierno! ¡Habría llenado dos barriles enteros con esa leche, Anne Bonny!
Cuando por fin pude voltear a verle, Jack estaba meneándose el rabo, de pie junto a la cama. Lo veía, satisfecho, y lo acariciaba como un amo complaciente acariciaría a un caniche.
-¿Y yo? ¿No me merezco también una muestra de afecto?
-Tú, querida Anne Bonny, te mereces no solo mi afecto, sino mi gratitud- me dijo acercándose a mí, y dándome un largo y sabroso beso-. Me doy perfecta cuenta de que he sido algo bestia, pero no lo puedo controlar. Siempre me pasa después de estar sin una mujer por tanto tiempo, pero prometo compensarte ahora mismo. Esta vez gozarás tú.
-Esta vez gozaremos los dos, Jack Rackham.
Con una delicadeza que no pensé posible en un fiero bucanero, Jack comenzó a desvestirme. Rozaba tiernamente con sus manos cada centímetro de piel que iba quedando expuesta, para a continuación besarla más cariñosamente todavía.
Cuando me encontré completamente desnuda, cubrió con sus manos mis pechos, besó mis pezones, rosados, pequeños y duros como dos guijarros, y con sus labios chupó como si intentara mamar de ellos.
-Me encantan tus pechos, Anne Bonny. Pequeños y duros como semillas de melocotón, pero suaves y tiernos como sus flores. Quisiera tenerlos siempre ante mis ojos, y sentirlos convertirse en fruta madura entre mis manos; libarlos con mis labios y beber de ellos por siempre.
Jamás en mi vida me habían dicho cosas como estas. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo; un goce desconocido; más delicado, pero más intenso que el placer del sexo.
Sus labios seguían prendidos de mis pechos, pero sus manos bajaban ya por mi cintura, apenas tocando con las yemas de sus dedos mi piel, que se erizaba a su contacto.
Con su dedo medio se entretuvo en mi ombligo, y todo mi abdomen se contrajo involuntariamente en un perenne y delicioso espasmo, que sólo cesó cuando su mano abandonó el ecuador de mi cuerpo, para continuar bajando hacia mi entrepierna.
Se deslizó por la rizada espesura de mi pubis con ese dedo mágico reptando cual serpiente, hasta encontrar la humedad de mi sexo. Separó los pliegues de mis labios y contempló un instante el botón que le aguardaba, bañado por completo por el fino rocío de mi deseo. Acarició el henchido y rojo capullo impregnando sus dedos de mi líquida esencia, y los dirigió a su boca. Lamió con fruición sus puntas, y los llevó hacia mis labios entreabiertos. Cerrando los ojos, imaginé el sedoso glande de su verga recorriendo mi boca, y con mi lengua procuré abrazarlo.
Retiró la mano y llevó los dedos de nuevo hacia el clítoris, pero esta vez no se detuvo. Continuó hundiendo en mis entrañas uno, dos, y tres dedos, hasta que la palma de su mano se encontró con mi pubis, y comenzó a follarme con ella.
Me oí ronroneando mientras sentía los músculos de mi vagina apresando sus dedos, y mi cadera moviéndose en círculos. Apresé su brazo entre mis piernas, incapaz de continuar con este juego por más tiempo, y tomé entre mis manos su cara para llevarla hasta la mía. Mis mejillas ardían, y toda yo temblaba de deseo.
Lo besé con ansiedad entre jadeos, y tanteé con mi mano en busca de su verga. Sentí su dureza palpitando en mi palma y con voz apenas audible, le supliqué que me tomara.

Apartó mis piernas para librar de su abrazo la mano que apresaban, y tomó mis tobillos juntándolos sobre uno de sus hombros. Dobló mis rodillas, y sin dejar de sujetarme los tobillos, apuntó su polla hacia al entrada de mi vagina. Hundió lentamente su carne en mis entrañas recargando todo el peso de su cuerpo en mis piernas, estrechando así el abrazo de mi interior contra su verga.
Cada roce suyo incrementaba mi placer, y me encontré gimiendo al compás de sus envestidas, rogando al Todopoderoso porque no terminara nunca.
Un intenso orgasmo comenzó a apoderarse de mi cuerpo, y fui incapaz de contener un gutural alarido de satisfacción para acompañarlo.
-Aguanta, Anne Bonny. Solo un poco mas. Creo que puedo con un tercer barril.
-¡Jajajajajajajajaja!
-¡Eso es! ¡Tu ríete, pero verás como vuelvo a llenarte!
Aquello había roto la tensión del momento, y cada carcajada mía hacía que los músculos de mi vagina se contrajeran a su ritmo. Me tomó por sorpresa sentir aquello, pero en definitiva, era delicioso.
Mis risas comenzaron a confundirse con nuevos jadeos, y tan sorpresivamente como ellas, una sensación de completa laxitud apareció junto con mi segundo orgasmo. Sentí la verga de Jack escupiendo una nueva andanada de lefa en mi interior, y su cuerpo agotado cayo a mis espaldas mientras todavía seguía eyaculando. Empujó un par de veces más, como asegurándose de dejar hasta la última gota de su semen dentro de mi, y solo entonces paró.
-¡Ah…! Mh… Esto ha sido demasiado, Anne Bonny. Demasiado bueno para ser cierto.
¡Vaya si tenía razón, el desgraciado! Me había jodido bien y bonito; como ningún otro hombre –y no habían sido pocos- lo había hecho, y encima era atento, simpático y guapo. Maldita sea. Era endiabladamente guapo.
Me revolví a su lado como una gata; ronroneando de puro gusto, arqueando la espalda. Gateé hacia su rabo y se lo olfateé ronroneando de nuevo, dando alguna rápida lamida a su cabeza.
-Jajaja. ¿Qué coño haces?
-Miarramiauuuu. Esta gatita quiere su lechita.
-¡Jajajajaja! Pobrecita gatita. Qué hambrienta que está. ¿Quieres lechita? Pues bebe, bebe.
Lo miré a los ojos ronroneando nuevamente, y sin apartar la mirada, empecé a engullirle el cipote, dejando que resbalara sobre mi lengua, y comencé con el entra y sale; sacaba su pija de mi boca despacio, y continuaba retrocediendo hasta que la punta de mi lengua extendida jugueteaba sobre su cabeza un momento. Después, le comía la verga de nuevo, rápidamente, hasta que la sentía topar en mi garganta.
Seguí hasta que conseguí ponérsela totalmente dura de nuevo, y sólo entonces me aventuré con mi lengua a recorrerle el mástil desde la punta hasta la base. Metí sus cojones a mi boca, y chupé la arrugada piel de sus bolas. Todo conservaba el sabor de su lefa y mis secreciones, y sentí deseos de que me follara de nuevo.
-¡Aaaahhfffffmmmm! ¡Joder, Anne Bonny! Sigue, por favor.
Bueno. Ni hablar. Al diablo con mis ganas de joder de nuevo, pensé. Al él le gustaba esto y se lo había ganado, así que seguí mamando su rabo con gusto.
Comenzó a sobarme las nalgas, y sus dedos rondaban como buitres alrededor de mi culo. Instintivamente paré el trasero, y él aprovechó el movimiento para colocarme encima de su pecho, mientras yo continuaba chupando polla. Me tomó de la cadera y jaló hasta que sentí su lengua entrando en mi raja.
Daba chupetines a mi botón, lamía, repiqueteaba y taladraba todo, en un arrítmico y delicioso caos de lengua y dedos hundiéndose en mis agujeros.
Seguí mamando su polla con gusto, y tuve que disminuir el ritmo cuando me noté corriéndome de nuevo. Gozaba con su verga en mi boca y tuve que impedirle que siguiera comiéndome el chocho, pues era tal mi sensibilidad, que el simple roce de su lengua resultaba tan agradable que era casi doloroso.
Increíblemente, Jack hizo un casi heroico esfuerzo. Y tensando todos los músculos de su cuerpo, consiguió que sus huevos me regalaran sus últimas reservas de lefa, que recibí con gusto en mi boca.
Me rodó para depositarme de nuevo en la cama, y giró para besarme de nuevo.
Compartimos en ese beso mucho más que labios y lenguas; paladeamos juntos el irrepetible sabor de la mezcla de nuestros orgasmos, y nos abrazamos y acariciamos, complacidos.

-Tengo que reconocer que has cumplido, Jack Rackham –le dije cuando conseguí recuperarme, después de un largo reposo.
-¡Ja! ¿Cumplido? ¿Cumplido decís, señora mía? Este ha sido el mejor fornicio de vuestra vida. ¡Reconocedlo!
Giré mi cabeza hacia la suya y pude ver en sus ojos que, al menos en este momento, era completamente feliz. Lo besé, agradecida por haber estado atento a mi placer. Nunca lo olvidaría. Yo también estaba feliz.
-Lo reconozco, capitán Rackham. Me habéis follado como nadie hasta ahora, pero ¿podréis repetir la hazaña?
-¡Jajaja! ¡Sois insaciable, señora!
Nos abrazamos de nuevo y follamos como dos posesos, hasta caer rendidos cuando el sol ya se hundía de nuevo en el horizonte.

caius no está en línea   Responder Citando
 
Page generated in 0,10787 seconds with 11 queries