Tema: La Bucanera
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Antiguo 25-11-2010 , 18:10:45   #2
caius
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Predeterminado Respuesta: La Bucanera

-Os atienden bien, capitán. Debéis haber hecho muy feliz al gordo Harry para recibir este trato.
-¡Voto a bríos, señora! El buen Harry acaba de comprar doscientos barriles del mejor ron de las Antillas. Doscientos barriles que hace menos de diez días reposaban en Havana.
-¿Y donde ha conseguido Harry tan preciada mercancía? ¿Os la ha comprado a vos, por casualidad?
-Podéis apostar vuestra alma a que sí. Hemos estado a punto de perder la vida por ella.
-Supongo que os habrá valido la pena. Os habéis hecho rico con el trato, y sois el nuevo capitán de la “Invencible”.
-Por las barbas de Satán que tenéis razón, señora. Los perros holandeses pelearon con la valentía que le faltó al gallina Vane, y nos causaron muchas bajas. Pero al final la “Invencible” hizo honor a su nombre y regresamos con las bodegas llenas hasta el último codo.
En toda la conversación, Rackham ni siquiera había intentado levantar la vista hacia mí. Seguía engullendo trozos de carne y bebiendo vino mientras platicaba sus aventuras, y por un momento pasó por mi mente que el recién estrenado capitán no era sino uno de tantos afeminados encubiertos que tan de moda estaban en estos mares.
-¿Tan malos modales tenéis que no me invitáis a sentarme a vuestra mesa?
-¡Voto al maligno, señora! ¿Pretendéis adularme para sacarme más escudos? ¿No habéis venido acaso a fornicar conmigo porque sabéis que tengo oro a puños? Todas las putas van por mi cuenta esta noche, así que conseguiros a algún otro. Se os pagará igualmente. Retiraos.
Tomé la copa de vino y antes de que pudiera reaccionar, le vacié el contenido en el rostro.
-¡Imbécil! ¡Sois un bellaco igual que todos! ¡Quedaos con vuestras rameras, y que os aproveche vuestro oro! ¡No lo necesito!
Dando media vuelta, comencé a caminar hacia la puerta. Pero antes de siquiera dar el primer paso, una enérgica mano sujetó mi muñeca impidiéndome continuar, haciéndome girar sobre mis talones.
Rackham se encontraba de pie, sosteniendo con fuerza mi mano contra su pecho, y mirándome fijamente a los ojos mientras limpiaba los restos de vino de su cara.
El gesto furioso de su rostro poco a poco fue dando paso a uno de perplejidad, para acabar por fin denotando una total sorpresa.
-Tenéis un fiero temperamento, señorita. Os había confundido con una de las putas del gordo. Aceptad mis disculpas.
-Si tenéis la amabilidad de soltarme -dije apartando con un rápido movimiento mi mano de su pecho-, tal vez las acepte.
La muñeca me dolía, y la sangre tardó unos momentos en empezar a circular de nuevo por mi mano mientras la sobaba.
-Por favor. Sentaros conmigo, señorita…
-Anne Bonny –contesté mientras cogía una de las sillas y me sentaba a horcajadas sobre ella. Rackham rió ante el movimiento.
-Es todo un placer conoceros, Anne Bonny.
-No os ofendáis si no opino lo mismo que vos, pero todavía me duele la mano.
-Tendré que compensaros. ¿Tenéis hambre? ¿Sed?
-No vendría mal hincarle el diente a un buen filete como el vuestro y beber un poco de vino de esa botella que tenéis ahí.
Antes de terminar la frase, Calico chiflaba ya a Harry ordenándole que viniese.
-¡Hey, tú; bola de grasa inmunda! ¡Mueve tu asqueroso culo y trae una ración completa para Anne Bonny aquí presente! ¡Date prisa si no quieres acabar haciéndoles compañía a los cerdos en el asador!
Reía a carcajadas con sus propias ocurrencias, y los borrachos que se encontraban cerca rieron también festejándolo.
-¡Por los amables amigos holandeses que tan cordialmente nos han obsequiado esos doscientos barriles! ¡Salud, camaradas!
-¡Por ellos! ¡Salud! –gritaron todos a coro.
-¡Bailad, comed y bebed hasta que vuestras tripas revienten! ¡Y si no revientan y podéis teneros en pie todavía, follad con alguna moza hasta que quedéis secos!
-¡Jajajajaja! -corearon de nuevo- ¡Un hurra por nuestro capitán, el valiente Calico Jack! ¡Hip, hip, hurra! ¡Hip, hip, hurraaaaa! ¡Hip, hip, hurraaaaaaaa!
Los brindis y risas siguieron un buen rato, hasta que Rackham se sentó de nuevo a la mesa, complacido.
-Mujeres y ron, Anne Bonny. Eso es todo lo que necesita un pirata para ser feliz. Mujeres y ron.
-Si lo sabré yo –pensé.

La cena fue deliciosa, y la compañía muy amena, he de decir. Tras la inicial pelea, Calico Jack probó ser un animado conversador, y no tardó mucho en narrar con lujo de detalles y abundantes exageraciones, las últimas aventuras –abordaje del mercante holandés incluida-. Yo lo escuchaba totalmente pasmada, y disfrutaba del relato como si hubiese tomado parte en él.
Pude enterarme de que era una persona ilustrada, y de que la piratería había sido para él una elección libre, más que un último recurso como para la mayoría.
Su padre era un almirante inglés avecindado en Port Royal y él mismo había servido en la marina inglesa, escoltando buques mercantes entre las colonias británicas de las Antillas. Harto de la monotonía y del despótico capitán que comandaba su barco, desertó en una escala de reabastecimiento en Eleuthera, cinco años atrás.
Desde sus inicios como pirata, había formado parte de la tripulación de Charles Vane, a quien conoció en Tortuga. Hacía tres años que era su hombre de confianza y segundo de a bordo.
En una escaramuza contra un esquife español el invierno pasado, Vane había perdido una oreja y junto con ella el valor que lo caracterizaba.
Desde entonces, la “Invencible” no había conseguido mas que algunos flacos botines, arrebatados a buques contratados por alguna de las misiones de curas franciscanos repartidas por las islas. No había ni honor ni aventura en ello, y la cara de Calico reflejaba la desilusión ante tal situación.
Al cruzarse con los holandeses, Vane ordenó la retirada como venía siendo costumbre, pero la tripulación no aguantaba mas humillaciones. Cuando Rackham enfrentó a su capitán retirándole el mando florete en mano, Vane ni siquiera intentó defenderse. Suspiró aliviado y agradeció a Calico el que por fin acabase con sus penurias. Como una última concesión a Vane, Rackham había logrado evitar que la tripulación le colgase del mástil, aunque ahí precisamente es donde acabaría sus días dentro de unas horas de cualquier manera.
A pesar de cierta pena que sentía por Vane, en cuanto comenzó a hablar de la “Invencible” su gesto cambió, y la plática volvió a animarse. Era un placer escucharle comentar acerca de la maniobrabilidad, de la increíble rapidez, y en general de todos y cada uno de los puntos fuertes de su nuevo navío. Comentó las mejoras que pensaba hacer al velamen, los nuevos cañones que compraría, y la tripulación que él mismo se encargaría de contratar, para hacer de la “Invencible” un buque para ser temido de nuevo.

Animados por el vino y la charla, nos unimos a la fiesta y bailamos hasta que nuestros pies pidieron clemencia. De nuevo a la mesa, en la cual nos esperaban un par de tarros de zinc y una pinta entera de ron para cada uno, Jack se quedó mirándome fijamente de nuevo.
-Anne Bonny… Anne Bonny. Hum –masculló- ¿No serás la hija del viejo James Bonny, o si?
-¡Ja! James Bonny no tiene hija ninguna. El rabo de ese hombre está más muerto que un arenque en salazón desde hace años. ¿Cómo iba a tener una hija sin poder meter el mango donde debe? Soy su esposa.
-¡Pero si eres apenas una muchacha, Anne Bonny! ¿En qué demonios estabas pensando?
-¡Mide tu lengua, Jack Rackham! ¡Tengo edad suficiente como para haber parido a la mitad de los críos de New Providence!
-¡Jajajajajajaja! ¿Y qué edad es esa? ¿Dieciséis, dieciocho a lo sumo?
-Cumpliré veinte la semana entrante –dije sacando el pecho, tratando de parecer insolente y manteniendo la respiración en un intento por hacer mis tetas mas abultadas de lo que en realidad eran-, y probablemente sepa mejor que tu lo que es un buen fornicio.
-Esas acusaciones son muy graves, señora Bonny. Exijo la oportunidad de probaros lo equivocada que estáis.
Sin esperar respuesta, me tomó de las cintas del corsé, jalándome hacia él. Y metiendo su mano por debajo de mi blusón, se apoderó de uno de mis pechos, que respondió de inmediato a la sorpresiva caricia, mientras mi cuerpo giraba hasta quedar sentada sobre sus piernas.
Me besó rabiosamente, con sus labios carnosos y ávidos de los míos, y metió la mano libre bajo mi falda mientras mis piernas se abrían como las puertas de la taberna.
-Os exijo que me demostréis que estoy errada, capitán Rackham.

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