Juan y la sesentona

Aquí les va parte una historia verídica que me paso.. cambio algunos datos, conservando la discresión

Juan y la sesentona (I)


Él era Juan, un trabajador de una empresa petrolera que como es habitual trabaja en ciertos periodos de tiempo, vestía un overol Azul y unas gafas negras que le cubrían los ojos y no se sabía dónde él veía.... no era muy alto robusto, una espalda formada, labios gruesos y sensuales, y unas cejas negras y espesas...estaba en el aeropuerto esperando la salida de su avión para volver a casa luego de haber cumplido su turno de 14 días en el campo.... pensando e imaginando las cosas que le haría a su mujer para descargar toda la energía acumulada en los 14 días de trabajo....
El alta voz del aeropuerto aviso que el vuelo se retrasó y eso sería una hora más.... no había mucha gente en el aeropuerto y la única oficina que funcionaba en ese momento era la del coordinador de vuelos......
Juan estaba muy cansado porque como era cambio de turno se amaneció para hacer su pase de turno y buscaba un lugar para dormir y luego recordó que la sala VIP de espera siempre esta vacía es pequeña y la única ventana que tiene da a la pista y como tiene los vidrios raybanizados solo se nota de adentro hacia fuera ... estaba bien ventilada, además que tenía unos sillones bien cómodos y tentadores para echarse un sueñito y si se cierra la puerta pues nadie lo notaria...
Ella era Annmary, una viuda madura, ya sesentona, que había venido de visita donde su único hijo, y ahora volvía a la soledad de su casa donde solo compartía con su amado Dingo, un perro dálmata que ella criaba como a este hijo que se había ido a trabajar a otra ciudad. Era una mujer maciza, de amplios senos y anchas caderas, se enorgullecía de su hermoso pelo largo que ella cuidaba con esmero al igual que sus largas uñas. No era bonita pero su rostro de carácter fuerte y decidido la hacía ser atractiva para los hombres. Ella lo sabía pero no le importaba, después de enviudar se recluyó en su casa para vivir tranquila y alejada de todo tumulto social. Nunca había necesitado a los hombres, ni aun cuando su esposo no le daba el descanso sexual que ella requería, pues ella sentía en su interior una llama que nunca se apagaba. Pero se había adaptado y nunca le fue infiel a ese marido distante y frío, había aprendido desde muy joven a satisfacerse sin hombre.
Y ahora estaba ahí, atrapada en el aeropuerto a la espera que pasara rápido la hora de retraso del avión. Se decidió a caminar para conocer el aeropuerto y deambulo por los amplios pasillos y salas de espera hasta que vio el salón VIP, se dirigió allí curiosa por ver cómo era. Se asomó a la puerta y lo vio. Era un hombre joven, de la edad de su hijo, vestía un overol azul y ocultaba sus ojos con unas gafas negras, no era muy alto pero se notaba robusto, con una espalda formada, unos labios gruesos y sensuales, y unas cejas negras y espesas..., -todo un macho- pensó para si misma Annmary, y a la vez notó la mirada intensa que aquel hombre le dio, sintió como la recorría entera, de pies a cabeza, hasta que su mirada se detuvo en sus pechos con todo desparpajo. Molesta, ella respiro profundo para hacer que se notaran más sus senos, y ya iba a devolverse a la sala de espera cuando avisaron por los parlantes que su vuelo saldría al otro día temprano porque el avión venía con un problema técnico. Y llamaban a los pasajeros para que tomaran un bus que los llevaría a dormir a un hotel con cargo a la compañía aérea.
Todos los pasajeros protestaron y se arremolinaron ante el único lugar ocupado del largo mesón que había como oficina de la línea aérea, los encargados con cara de yo no fui pidieron disculpas y explicaron la falla técnica y como es un avión pequeño comercial de 18 personas, ninguna otra línea quería pasar a recogerlos. Y que por esa noche ellos deberían pernoctar en la ciudad y que los castos serian cubiertos por la línea área. Para eso llamaron un bus para llevarlos a la ciudad.
Annmary ya estaba sentada en el bus cuando vio subir al hombre del overol azul, el asiento a su lado estaba vacío y el hombre se sentó a su lado.
Juan, el hombre del overol azul, al tiempo de sentarse al lado de esa mujerona, se le erizo la carne y muy dentro de el sintio un escalofrio porfundo, cuando al sentarse roso su cuerpo con el de ella...
el ligero perfume de rosas que invadía el bus que emanaba ella, adormeció a Juan, que de rato en rato con el pretexto de ver por la ventana y encubierto con las gafas negras miraba y de reojo veía esas enormes tetas que ella poseía dignas de una gran mamada, decía Juan dentro de el, y con el afán de acomodarse él se apegaba más a ella que atravez del overol podía sentir su piel.....la falda en que ella tallaba esas hermosas curvas, dejaba ver al medio, coquetamente unas macizas pero enormes piernas que según el pensamiento de Juan estaban mal acomodadas porque debían estar en los hombros de él.... abiertas dejando a su paso ese tan recóndito paraje donde se allá la intimidad de la mujer y el paraíso de los hombres y Juan empezó a fantasear con ella ya que eran 14 días de estar en el campo.... y al pensar eso pues el paquete que tenía entre las piernas iba cobrando vida y Juan con disimulo metía la mano, por le bolsillo del overol que tiene una abertura y lo acomodaba para que no lo moleste...
Llegaron al hotel y se les dio la instrucción de anotarse y luego de ir a sus cuartos y que se les comunicaría para ir a cenar ..

continuara..