Petro le dice a su bancada que si no apoyan a Santos creará otro movimiento

Gustavo Petro es una de las grandes decepciones de los últimos años. El político íntegro que destapó la parapolítica, que incluso se levantó contra su propio partido para denunciar el carrusel de la contratación, el brillante parlamentario que brilló por su entereza y su transparencia, se derrumbó como administrador. No sólo mostró su ineptitud. También sacó a relucir su talante autoritario, queriendo pasar por encima de la ley para imponer sus ideas.

Y ahora hasta hipoteca sus convicciones. Pero no sólo se alía contra el que semanas antes descalificaba y tildaba de vulgar politiquero, sino que ahora, con la clásica disciplina para perros de los partidos tradicionales, impone sus puntos de vista. En el Progresismo no hay derecho al disenso, no hay oportunidad para la discusión, sólo aprobar lo que su líder disponga.

Al derechista Uribe, a quien nadie en su movimiento osa siquiera sostenerle la mirada, se une ahora el izquierdista Petro, con la peor versión de dictador, imponiendo y no proponiendo. El clásico populista con látigo para los de abajo y rodilleras para los de arriba. Perdió el poco respeto que le quedaba. Hoy es un simple politiquero. Una lástima.