No Lo esperaba....

Hacía ya un par de días me había mudado al departamento que alquilé en un barrio residencial de la ciudad. Aún no había terminado de colocar las lámparas y desempacar las cajas con libros y vajilla. Sin embargo, esa tarde llegué con los ánimos por el suelo. Tal vez haya sido el clima lluvioso y triste que hacían que uno sienta esa necesidad imperiosa de compartir la cama, tal vez haya sido la carga emocional del cambio de trabajo. La cuestión es que solamente atiné a poner el agua a calentar para tomarme unos mates cuando siento que tocan a la puerta.
-¿Quién es? – pregunté extrañado, pues no esperaba a nadie, no habían tocado al portero y no conocía a nadie en el edificio.
-Soy Claudia – me dijo una dulce voz con tono algo preocupado.
Abrí la puerta y allí la encontré, una mujer de unos 30 años de 1.72 m, unos 60 Kg, ojos marrones. Su cabello oscuro tenía reflejos que lo hacían deslumbrante.
-Soy tu vecina de al lado– me dijo como si me conociera – No sé qué pasa que no puedo abrir la puerta – se continuó mientras me mostraba un manojo de llaves en la mano.
Tomé la llave de su mano y en ese momento se produjo el primer contacto. Sentí la suavidad de su piel en mis medos.
-¿Se habrá roto la llave?- pregunté mientras miraba esa llave de doble paleta que ella tenía separada del manojo.
La revisé buscando si había alguna saliente cortada. Pero no, la llave estaba perfecta. Introduje la llave en la cerradura y me di cuenta que estaba al revés. La gire y esta vez entro. Di dos giros dentro de la cerradura y la puerta se abrió sin problemas.
-Ay… ¿qué tenía?- me preguntó
-Nada, simplemente que me parece que la estabas poniendo al revés. - contesté despreocupadamente.
No pude dejar de notar su vestimenta. Esos jeans ajustados le quedaban muy bien. Las botas negras y esa remera con el hombro descubierto me fascinaron. Sin embargo había un fuego en su mirada. Como una chispa en el interior de sus ojos. En eso la pava comenzó a silbar.
-¿Te vas estabas haciendo un té?- me preguntó.
-No, eran mates – le dije – voy a tener que agregarle agua fría… - dije sonriendo mientras me metía a la cocina a apagar el fuego dejando la puerta de entrada al departamento abierta.
-Uy que suerte – me interrumpió ella desde el dintel de la puerta de mi departamento – ya la tenés calentita. Y con el clima como está dan ganas de tomar mates …
-Vení, pasá, no mires el desorden, todavía no me terminé de mudar – me excusé mientras terminaba de agregar agua fría en la pava.
Escuché como ella cerraba su puerta y como luego mi puerta se cerraba detrás de ella. Yo había probado el primer mate y ya estaba preparando el segundo. Se lo alcancé y nuevamente nuestras manos se tocaron. Luego contemplé sus labios carnosos posándose sobre la puntita de la bombilla y comenzó a chuparla. Me excité viéndola. Y eso era lo que ella estaba buscando.
-Que rico mate- me halagó – mientras me lo alcanzaba.
Nuestras manos volvieron a tocarse pero esta vez ya no se separaron. Mis dedos comenzaron a acariciar sus suaves manos, sentí el calor de su piel en contacto con la mía. Me acerqué a ella y pude sentir el perfume de sus cabellos, el aroma de su piel. Recorrí su cuello y su hombro descubierto con la mirada. Ella simplemente me sonrió sin decir palabra al notarse mirada.
Con la otra mano dejé el mate sobre la mesada de la cocina mientras seguíamos tomados de la mano. Luego comencé a acariciar su cuerpo sobre la suave tela, marcando el contorno de su cintura, su espalda y sus caderas. Me acerqué más, hasta sentir el calor de sus mejillas en mis labios. Nos abrazamos y nos dimos un pico tímido, como para ver si no nos confundíamos en lo que estábamos pensando. A ese pico le siguieron un par más, casi tan tímidos como el primero, y luego un beso un poco más largo, y con la boca un poco más abierta pude saborear su deliciosa boca.
Mis manos se resbalaron bajo su remera cuando sientí sus manos desabrochando mi camisa. Su piel era tan suave, tersa, como seda. Las yemas de mis dedos acariciaron sus costados y su espalda, subiendo desde su cintura hasta encontrarme con su sostén. Lo desabroche y para ese momento ya los besos habían dejado de ser tímidos. Ahora se habían convertido en terribles besos de lengua. Saboreándonos, sintiendo el gusto de su saliva, haciendo que nuestras lenguas vayan y vengan de su boca a mi boca.
En eso sus manos desabrocharon mi cinturón, el botón de mi pantalón y bajaron lentamente la cremallera. Mi pene afloró y ella lo tomó con sus suaves y delicadas manos. Se agachó y comenzó a comerme la puntita. Esa imagen fue justamente la que tuve en mi mente cuando la vi tomando el mate. Sentí el calor de sus labios alrededor de mi glande, y luego la humedad de su boca mojándomela toda. Su respiración en la base de mi pene erecto ya y duro como piedra.
Fue una mamada gloriosa. Me hizo delirar. Pero yo quería más que eso. La tomé de sus axilas y la hice levantar. La arrinconé contra la mesada y le quité la remera. Junto con la remera salió también el sostén. Pude ver sus hermosas tetas. Unos pezones marroncitos, chiquitos, contrastaban con la blancura de su piel. Le pase la lengua a los dos dejándolos mojados.
Mis pantalones su remera y su sostén quedaron en el piso mientras yo le besaba el cuello, los hombros y le comía las tetas.
La levanté y la senté en la mesada, me ayudó a quitarse la botas y luego sus jeans. La tanga azul le quedaba muy bien.
-Me encanta el color- le dije mientras besaba sus caderas.
-¿Te gusta el azul?- me dijo sonriendo pícaramente, como si supiera.
Mis dedos engancharon la tanga y ella levantó su cola del frío mármol para dejar que se la quite, me ayudó y la tanga cayó junto con el resto de nuestras ropas. Estaba toda rasurada a excepción de una pequeña porción justo sobre su monte de venus. Sus labios externos estaban entreabiertos
Esta vez me agaché yo y comencé a lamerle alrededor de la concha, ella no dejaba de jadear y sus dedos jugaban con mis cabellos. Le pasé le lengua de abajo hacia arriba, desde donde sus labios interiores se juntan hasta el lugar ese en donde se vuelven a juntar junto al clítoris. Estuve comiéndole la concha un rato. Hasta que noté que estaba lista.
Me levanté y nos besamos. Ella abrió sus piernas y las puso alrededor de mi cintura. Con su mano tomó mi verga y la llevó hasta su entrada. Empecé a moverme despacio y la cocina se llenó de nuestros gemidos
Su vagina estaba rezumante de flujo, caliente. Lubricaba mi pene haciendo que entrara y saliera con perfecta naturalidad. Empecé a acelerar el paso y la profundidad de las embestidas, y ella me respondía gimiendo. Las chispas de sus ojos se transformaron en llamas de lujuria.
Inesperadamente mi pene se salió de su vagina. Aproveché para retirarme un poco y mirársela. Estaba entreabierta. Sus labios estaban bien brillantes de lo mojados que se habían puesto. Ella se bajó de la mesada y se puso de espalda con las piernas abiertas. Abrí sus cachas y le pasé la lengua. Ella me respondió con un gemido intenso.
Después le volví a acomodar la pija en su concha, esta vez desde atrás. Los dos gemíamos del placer que nos dábamos mutuamente. Vi como sus tetas se bamboleaban al ritmo de mis embestidas. Ella giró su cabeza y me miró con lujuria. En ese momento me detuve, dejándola completamente adentro. Nos besamos con la boca abierta y nuestras lenguas enroscadas. No puedo decir si era dentro de su boca o la mía. Inesperadamente ella separó su boca de la mía y comenzó a quejarse, mientras sentí como las paredes de su vagina se convulsionaban en un orgasmo intenso. Eso hizo que mi orgasmo se hiciera presente en mi cuerpo y no atiné a nada más que a tomarme fuertemente de ella y dejar que mi pene se clave en la profundidad de su vagina. Y ahí le deje mi carga completa. Ella la recibió bien, pues cuando sintió el calor de mi semen en el fondo de su vagina comenzó a chillar de placer envalentonándome a darle más y más.
-Definitivamente la sabés abrir bien- me dijo - juntó su ropa y se fue a su departamento.