Masaje japonés

Me presenté en su casa al mediodía, aprovechando la hora de comer. Me recibe con un par de besos. Viste un pareo y una blusa amplia, aunque se intuye que está buena. Sabe poco español. Yo sé poco inglés. Lo suficiente para pedir comida o bebida o cagarme en la madre que parió a algún británico. Me pregunta si es mi primera vez. Le digo que si, aunque no sé si se refiere a la primera vez que estoy con ella, la primera vez que me doy un masaje o la primera vez que voy a su ciudad.


Me lleva a la habitación, indicándome que me ponga cómodo. Lo único que me quito es el abrigo, el jersey y los zapatos. Llama a la puerta, ve que todavía estoy vestido y me indica con amabilidad que me quite todo y me tumbe en el futón. Vuelve a salir para que no me avergüence desvestirme delante de ella. Vuelve cuando estoy tumbado boca abajo.


Comienza el espectáculo por espalda. Lo hace fuerte, contundente. Aprieta bastante. Un masaje deportivo que me viene muy bien para relajar músculos. Justo lo que buscaba. Acaba la zona y empieza por las piernas. Un buen rato con cada una. Bien.


Tras un buen rato me pide que me de la vuelta. Cada vez que trabaja una zona, me cubre con toallas el resto para que no me enfríe. Se coloca detrás de mi cabeza, apoyándola sobre sus piernas. Me masajea el cuello, la cabeza y la cara. Shiatsu total. Nirvana completo.


Antes de pasar otra vez a las piernas, me las separa y se sienta entre ellas. Apoya las dos manos con fuerza sobre la ingle, presionando sobre los huesos de la cadera. Comprime alguna arteria, vena o nervio, por que el efecto tarda unos segundos pero llega. Me pongo palote como nunca. ¡Que invento! En ese momento abro los ojos (hasta ahí los tenía cerrados disfrutando con sus manos, con la mente en blanco). Sigue con el pareo pero arriba solo lleva un biquini. Definitivamente está muy buena.


Tras breves segundos me trabaja las piernas empezando por la derecha. Aunque solo me descubre ésta, el amiguito empalmado pugna por salir. Con toda naturalidad lo aparta y lo mete debajo de la toalla. Esta cosa sin importancia me excita más. De la derecha a la izquierda. Con ésta el roce de sus manos y brazos con mi polla es un poco más descarado (solo un poco). La tengo ya a reventar aunque mantengo las manos quietas.


Comienza el masaje en el pecho y el vientre aunque intuyo que algo va a cambiar en la forma de aquel, pues baja la toalla por debajo de la entrepierna, liberando el palo de la tienda de campaña. Sigue con el roce tonto que tanto éxito ha tenido en mi. No pasa mucho tiempo y se lanza a por el calvito. Toques suaves y calculados con un montón de aceite. A lo tonto comienza una masturbación en toda regla, aunque parando cada poco, cuando nota sobreexcitación. ¿Está intentando volverme loco?


No se si mi mano se ha acercado a su pierna (creo que involuntariamente) y ella se ha arrimado a mi, pero le estoy tocando la pierna por encima de la tela del pareo. Hasta ese instante la había respetado como su fuera mi hermana. Como ella sigue a lo suyo y parece que no le importa, exploro por una abertura y le toco una pierna. Tersa, dura y suave. Para mi ha sido como volver a la adolescencia y descubrir hasta que punto vas a llegar con la chica. Estoy disfrutando pero bien. Como ve que la prenda molesta en mis aventuras, se la quita. ¿Que piernas más bonitas!


Se sienta a horcajadas y descubre sus pechos apetitosos. No tardo ni un segundo en aventurarme a chupárselos. Sus pezones están tan tiesos que temo por mi vida. No la a, a tenor de su excitación. Me deja disfrutar un buen rato y se acerca a mi cimbrel que creo que va a explotar. Sigue con su masaje “pollar” y cuando creo que no iba a seguir por ahí, se agacha y comienza a chupar. Poco a poco, con la lengua, despacio, sin prisas, como todo hasta ahora. Acelera el ritmo y se la mete en la boca. Francés más que correcto, con toques de garganta profunda.


Mi mano había avanzado desde su pierna hasta el culo casi expuesto para mi en pompa. ¡Pedazo pandero gasta! Al principio por encima del biquini, metiéndola por debajo de la prenda a continuación. Cuando llego al coño... Húmedo, casi chorreante. Se da cuenta que sobra la braguita del biquini y se la quita. A punto estuve de decirle que se sentara sobre mi boca y libar esas mieles, pero volvió a la misma posición y a la misma actividad. Ya libre, trabajé su clítoris con mis dedos hasta tenerla completamente a punto (aunque no se quien estaba más a punto).


Pensé que la cosa iba a acabar ahí. Con lo caliente que estaba podían ocurrir dos cosas: Si seguía chupando, lo más probable es que no me diera tiempo de avisarle y me corriera en su boca, lo cual no sabía si la gustaría. La otra opción es que en el momento álgido se apartara y la pintara de gotelé el techo. Nunca pensé en la tercera. Se apartó hacia la mesita de noche, abrió un cajón y sacó una goma. Leídos los comentarios de otro foreros, nunca pensé en esa posibilidad. Me lo colocó con gran habilidad y se sentó encima de mi, metiéndosela hasta el fondo. El lubricante no hacía falta.


En la cabalgada ella llevaba el ritmo. Yo me dejaba hacer. Movía el culo con gran maestría, con un vaivén en continuo proceso de aceleración. Como parecía que se cansaba, colaboré moviendo mi pelvis, casi parando ella sus movimientos. Estos la gustaba más, pues poco después se corrió. O es una actriz más grande que Meryl Streep o tuvo un orgasmo verdadero. Nunca se sabe.


Sus convulsiones me volvieron loco y en el segundo cero más 0,5 la seguí. Tenía la polla hinchada, no. Lo siguiente. Había sido una sesión de excitación de un montón de tiempo. La corrida fue brutal. Como si hubiera sido un monje asceta y casto toda la vida.


PD: Aunque parece un relato de Anaïs Nin o de Henry Miller, es verídico al cien por cien. Palabrita del niño Jesús.