La mujer del jean

Fumabas un cigarro y tu pierna cruzada mostraba tu hermoso muslo, temí por un momento acercarme, pero me lanzaste una sonrisa complaciente que hizo huir el temor de mi.
Me acerqué a tu mesa y me presenté, tu pequeña blusa blanca daba la impresión de apretazón en tus senos, tu fragancia podría confundir a un picaflor, tus hermosas piernas entrecruzadas invitaban a ser acariciadas.

Compartimos unas palabras, y sonó la música que invitaba a bailar, de manera que pedí que fueses mi pareja y te pusiste de pie, tu jean apretado parecía una segunda piel y desde ese momento quise poseerte y llenarte de pasión. Te movias sensualmente, todo tu cuerpo parecía pedir a gritos que quería volver a sentir lo que es ser mujer, tus delicadas y tentadoras nalgas parecían querer salir de tu pantalón, tu tanga se marcaba de manera sutil, tus senos brincaban y tu cabello desordenado rozaba mi mano.
No pudiendo aguantar más el calor, te propuse que nos tomáramos un último trago, aceptaste y te llevé a la habitación.

Tu mirada mientras me abrazabas denotaba el más ardiente de los fuegos, me sentaste sobre la cama y comenzaste tu danza erótica; suavemente, te liberabas de tu bluza blanca mostrando tus dos hermosos y grandes senos, con los pezones erectos, jugaste un poco con ellos y me diste a probar su sabor con mi humeda boca.

Tu jean parecía más ajustado y tus curvas parecían romperlo, me diste la espalda y me pusiste tus nalgas enfrente de mis ojos mientras te quitabas tu sensual pantalón haciendo insinuantes movimientos de tus caderas.

Ahí vi tu diminutísima tanga que hacia ver mucho más grande tu culo, tomaste mis manos para que pudiese acariciar todo ese festival táctil, tu piel suave emanaba un delicioso aroma, puse mis manos en tu vagina mientras frotabas tus deliciosos glúteos contra mi cara....

Comenzaste a juguetear con tu ropa interior, y no aguantando más, te la quité de manera salvaje, te acostaste en el lecho mientras abrías tu provocativa vagina y te dabas placer metiendo tus delicados dedos dentro de ti, te pedí que te saborearas y llevaste tus dedos humedos a tu boca. Me tiré a tu lado y comencé a acariciarte y besarte con las más encendida de las pasiones, mis manos recorrían toda tu piel sedosa y apretando tu carne.

No se cuando, pero ya estabas con tu boca entre mis piernas, chupando mi erecto pene con firmeza y algo de rudeza, que hizo mi excitación llegar a puntos álgidos, tu lengua y tus labios rojos lo acariciaban con sumo interés, me miraste y me dijiste que ya querías sentir la pasión dentro de ti.

Te pusiste en cuatro, y mientras abrías tus nalgas, procedí a penetrarte, mi abdomen golpeaba fuertemente tus nalgas mientras gemias de placer. Sudaba mientras tu vagina se hacía más húmeda. Luego, me pediste que me acostara mientras te sentabas y te penetrabas mostrándome tu agujero prohibido, con mis manos inquietas, empecé a acariciarlo, te gustaba y saltabas de manera más eufórica mientras te llevaba a otro nivel de placer con tu consentido y celoso ano.

Ya llegando al climax, te acomodaste procurando que tus nalgas quedaran en frente de mi extasiado pene, y empecé a vertir mi líquido sobre ellos. Te untaste un poco tu mano y te la llevaste a la boca, te gustaba.
Charlamos otro rato y como ya debiamos irnos, te pusiste tu apretado jean, y nuevamente, la lujuria se apoderó de mi....