La verdad de los extranjeros en Venezuela

Al parecer la xenofobia está haciendo carrera y ahora se pretende justificar la expulsión de colombianos indiscriminada y grupal, incluso contrariando la ley venezolana que manda un procedimiento oral que debe hacerse individualmente, dándole la oportunidad al investigado de presentar descargos y pruebas, así como de apelar la decisión tomada.

El contrabando es un fenómeno que ha existido de toda la vida y mientras haya un desequilibrio tal entre una y otra economía se seguirá dando, en especial la gasolina, la más barata del mundo al extremo que cuesta más una botella de agua que un galón de combustible. Así se militarice la frontera y se ponga un soldado cada metro las descomunales ganancias lo corromperán todo. Su poder es tal que ayer, según lo mostró un noticiero de TV, con la frontera cerrada siguen pasando camiones con contrabando de bienes y gasolina. Los perjudicados son los pimpineros, porque los grandes carteles de lado y lado siguen campantes.

Lo de calificar como "paramilitares" a los delincuentes comunes tanto venezolanos como colombianos con complicidad de la propia guardia nacional, es un intento de politizar el problema con el fin de satanizar la oposición e inventarse conspiraciones delirantes. Lo que debe hacerse para combatir la delincuencia organizada es ponerse de acuerdo las autoridades de ambos países para combatirlos.

Finalmente, la inmensa mayoría de colombianos que viven en Venezuela no son paramilitares, ni putas, ni ladrones, ni asesinos. Son cinco millones que hace mucho se asentaron en Venezuela y han contribuido con su trabajo al progreso de un país que se encuentra al borde de la bancarrota no por los colombianos ni por los venezolanos, sino por la corrupción y la ineptitud de un grupo que impuso un modelo económico, político y social fallido.