los aplastados

Quizá no le falta razón a López Caballero cuando le dice a María Isabel Rueda que, "hasta ahora no hay ningún candidato (liberal) particularmente fuerte".

No sabemos si su nombre lo incluye dentro de ese abanico que considera políticamente defectuoso, lo que sería un acto de humildad, reñido con su hereditario talante vanidoso. O si cree que con su ingreso a la tómbola de aspirantes liberales, "los grandes días están por venir", como decía su abuelo, en tiempos de su "revolución en marcha".

Lo que esboza López Caballero como decadencia de la nómina de aspirantes liberales, es el mismo mal que aqueja al conservatismo. Este anda un poco perdido, sin rumbo claro, con la misma duda del personaje shakesperiano del ser o no ser. Sus precandidaturas no arrancan, por la incertidumbre de sus jerarquías en los apoyos definitivos. Unos siguen auspiciando la reelección del actual Jefe del Estado. Otros potenciales candidatos mantienen sus ambiciones larvadas, esperando en las lejanías diplomáticas, el guiño presidencial -con las posibilidades de que no se dé, porque Uribe no descarta su reelección- o pendientes del llamado de un partido, desganado en arriesgar su pellejo burocrático.

Con bajos perfiles de los aspirantes, con pesos medianos y ligeros en los cuadriláteros de la lucha presidencial, se mueven hoy los dos partidos tradicionales. Como sonámbulos, ambos andan sin poder hallar en sus propias cosechas el hombre adecuado que lidere tesis y despierte el fervor de la opinión pública votante, para constituirse en alternativa real e inmediata de poder.

Debe inquietar a los liberales la definición que hace de sí mismo López Caballero en el confesionario de la incisiva María Isabel. Al negar la insinuación de que pueda aparecer como "candidato liberal uribista", el antiguo embajador de Uribe se proclama "candidato liberal pero del lopismo". No sabemos si al insinuar la reedición del "lopismo", empuña la vieja bandera de su padre -que fue derrotada por Belisario Betancur en 1982- o pretende con aquella, catequizar el oficialismo liberal que sigue cavilando sobre el nombre de César Gaviria como tabla de salvación electoral.

Insistimos en que no se divisa aún, ni en el panorama liberal, ni en el conservador, un candidato fuerte. Que por lo menos se acerque al liderazgo y poder de convocatoria del Presidente Uribe. Lo que se ve actualmente en las ofertas políticas tradicionales, es un grupo de aspirantes que podría ser aplastado en las urnas por el actual Jefe del Estado, como lo demuestran las últimas encuestas de opinión pública. Situación mortificante sobre todo para la gavilla antiuribista que comenzó a armarse sobre las cenizas de Galán.

Si bien puede ser hiriente -como lo decía un mordaz comentarista de El Tiempo que los aspirantes liberales, "son siete decimales que juntos no suman un entero"-, lo cierto es que fuera de la nómina liberal y conservadora, se mueve una figura como la de Sergio Fajardo, carismática y talentosa. De acuerdo con las últimas encuestas, éste se levanta como la primera opción en estas primeras de cambio, siempre y cuando Uribe no se presente a la tercera elección, posibilidad que de frustrarse sería más como consecuencia de definiciones jurídicas, que de voluntad personal del mandatario.