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Claro monopoliza las telecomunicaciones y sanciona a trabajadores colombianos
Calificación: 3,00 de
5,00 Los sancionados Autor:John Martínez Arango País:Colombia Regiónuramérica Johanna descendió sin prisa los estrechos escalones del bus rojo que la dejó a cuatro cuadras de Intercontac, el call center donde trabaja, sin sospechar lo que estaba a punto de suceder. Ese día, miércoles 13 de Mayo, todo parecía normal: a las siete de la mañana llevó a Sara, su única hija, al colegio en compañía de su esposo Yesid y la mona, una perra criolla de pelo corto y mono que adoptaron luego de recogerla de la calle con heridas en todo el cuerpo. Al regresar del colegio ocuparon su tiempo en limpiar la pequeña casa de 70 metros cuadrados, repartidos en tres pisos, sin pronunciar palabra. Johana, mientras pensaba en la suma de dinero que le faltaba para retomar sus estudios de fotografía e imaginaba el momento en que su ojo, inexperto pero intuitivo, se hiciera uno con la lente de la Canon eos T3 con objetivo 18-55, llevaba el trapero de una esquina a la otra sin tener conciencia del tiempo, hasta que Yesid, al verla tan pasiva a pesar de la hora, la trajo al mundo de un tirón al gritarle "son las once". Rápidamente se cambió la ropa sucia que tenía por un jean oscuro, una camisa negra suelta y una chaqueta gris con pelusa al borde de la capota; almorzó, orinó y, segundos antes salir para el trabajo, vio en el espejo que queda al lado de la puerta su cabello negro con manchas azuladas desordenado y rebelde. En el bus volvió sobre sus pensamientos recortados sin prestar atención a las tres o cuatro personas que al pasar por su lado le ofrecían todo tipo de mercancías. Era la una y cuarenta minutos, a veinte de iniciar su turno, cuando llegó a la puerta del edificio de ventanales azules que brillaban con más intensidad de lo normal debido a la libertad que el sol tenía al no haber ni una nube cerca. Al cruzar la puerta de vidrio eléctrica Johanna no notó nada extraño, la misma recepcionista de cabello con rayos monos tenía la mirada fija en su celular, el mismo celador con el uniforme azul oscuro con una mancha blanca en el hombro, se encontraba al lado de los torniquetes eléctricos vigilando que todo el que pase lo haga con carné y el olor a manzanilla que hay en el pasillo que conecta con el cuarto de la aseadora quien siempre está tomando café claro sin azúcar con su compañera de oficio. Pero al subir las escaleras hasta el segundo piso y abrir la puerta del gigante salón donde quedaba su cubículo de trabajo fue cuando se dio cuenta que ese no era un día como cualquier otro. De golpe vio a decenas de personas caminando de un lado para otro con señas de desesperación y desconcierto, arrodilladas en el piso llorando y abrasadas dándose consuelo tras saber que estaban despedidos. Johanna miraba las caras de sus compañeros buscando respuestas pero no encontraba nada, ni siquiera cuando un Front le dijo «anillo, no se conecte que esta mierda se acabó». El escenario era tan confuso que ella no lo tomó en serio. Creyó que era una broma pesada de esas que sólo se hacen cuando hay confianza. Pero era verdad. Johana sólo tomó consciencia cuando habló con su jefe inmediata, una supervisora. Se acercó a ella mirándola fijamente a la cara tratando de leer sus gestos cuando, al estar cerca de ella le pregunta: «¿tú sabes dónde puedo marcar entrada?». La supervisora la mira con los ojos brillantes y le dice: "ni siquiera marques porque esto se acabó y todo el mundo se quedó sin trabajo". Al terminar pronunciar la frase, con voz ronca, salen de la punta de sus ojos dos riachuelos delgados que arrastran consigo todo el maquillaje que tiene en su cara hasta llegar al tapete en forma de gotas. «¿Hasta tú?» preguntó Johana, aún más sorprendida. «No sólo yo, respondió la jefe, sino todos los supervisores y hasta Julián» (jefe de los supervisores). Nadie lo esperaba. Las semanas anteriores no hubo señal alguna que los hiciera pensar en que tal hecho podía suceder. Sólo sucedió lo que normalmente se vive en un call center: personas llamando a cancelar el servicio por falta de dinero; a amenazar si no les cumplen con lo que el vendedor les prometió; a que le solucionen su conexión a internet o a la televisión. Llamadas que son atendidas por Front, Anillos o Alto Valor, dependiendo el estrato socioeconómico a la que pertenezcan el cliente que llama. Si son de estratos altos la gente de Alto Valor se encarga de solucionar sus problemas, estos son entrenados para hablarle con un lenguaje y de un modo distintos a sus clientes consentidos, los de estrato cinco o seis. A ellos, con tal de que no cancelen, por ejemplo, le ofrecen todo tipo de descuentos y hasta les ofrecen obsequios. Si las personas de estos estratos se les dañó algún servicio, un técnico tiene menos de una hora para llegar al lugar del problema y solucionárselo con la misma agilidad con la que tiene que llegar a tiempo. En cambio, los estratos bajos son atendidos por los Front o Anillos y si el cliente tiene algún problema con sus servicios pueden esperar de 24 horas o más para que se lo solucionen. De este modo transcurrieron los días sin que nadie les advirtiera la catástrofe. La noticia fue un golpe bajo que dejó inconscientes por unos eternos segundos a los más de doscientos trabajadores despedidos. Sus vidas dieron un giro brusco y repentino. El trabajo con el que podían estudiar, viajar, pero sobre todo, sostener la familia, pagar el arriendo, comprar la comida y ganar la custodia de sus hijos, pelea en la cual más de uno estaba enfrascado, ya no lo tenían y no sabían cuándo volverían a conseguir otro. «¿Qué pasó? ¿Por qué nos despiden?» gritó la gente como primera reacción ante el hecho. Una mujer con vestido rojo les explicó que Claro, el cliente del call center, y para quien trabajaban las doscientas personas, no les renovó la licitación. «Pero, ¿por qué?», seguían preguntando cada vez más indignados, «¿Qué podemos hacer?». Pero la responsable del despido masivo, y quien los dejó en la completa incertidumbre, es una empresa con tanto poder que ha llegado a tener el monopolio de los servicios de telecomunicaciones no sólo en el país sino que sus tentáculos cubren buena parte del continente latinoamericano debido a estrategias ilegales e ilegítimas. Empresa que tiene por dueño a un señor de bigote espeso y de papada abultada el cual, según la revista Forbes, es nada más ni nada menos que el segundo hombres más rico del mundo. Él, el hombre detrás de la poderosa empresa, fue quien, a través de sus políticas empresariales, les dio el golpe bajo. «¿Esto es legal? ¿Lo pueden hacer?» gritaban al aire cada vez con más ira, pero los minutos pasaron sin recibir respuesta. Sintieron impotencia, su jefe superior es un ser omnipresente al que sólo ven por televisión. Así, al no saber qué hacer, al no estar organizados políticamente para defender sus derechos, la indignación se transformó en pasividad tan rápidamente como lo fue recibir la carta de despido. Se sumieron en sus preocupaciones inmediatas con la certeza de la ilegitimidad del hecho. Ese era el estado emocional de la mayoría cuando Alejandra, una joven y morena mujer que trabaja para pagar su carrera universitaria, llegó a la sala y vio a Johana, su compañera de trabajo, y quien la informó del despido. «Precisamente ese día, relata Alejandra, en la clase de la mañana se armó un debate sobre el trabajo. Estábamos en el debate y un compañero que es rojo, es decir, marxista, nos estaba diciendo que éramos muy consumistas. Yo le decía (al marxista) que nosotros somos parte de la élite (al poder estudiar en una universidad), uno lo que se coma está consumiendo, lo que se ponga, uno es un consumidor más, es decir, es imposible que uno no sea consumidor en esta sociedad o ¿va andar desnudo? Pero otro compañero comenzó a decir que superáramos esos temas, que nos dedicáramos a estudiar, pero claro, como a él le pagan la carrera, no tiene que trabajar, entonces no le importan nada». Además, de camino al trabajo y para completar las coincidencias, según dice Alejandra, repensaba en lo que se había dicho en el debate y «en la Prima (que recibiría en pocas semanas). Pensaba en qué la iba a gastar». Pero minutos después Johana le cuenta la mala noticia y así sus posibles planes para gastar la Prima quedan en el limbo. Minutos después de que las dos compañeras se consolaran mutuamente, una mujer de vestido rojo con papeles blancos entró al lugar afirmando que quienes estuvieran en la lista que lleva consigo, Claro los había recomendado para trasladarse a Atento, el call center que le ganó la licitación a Intercontac. La gente se abalanzó sobre los papeles pero en la lista sólo habían veinte personas, los que habían tenido mayor efectividad en su labor de atender llamadas, los que siempre llegaban puntuales, solucionaban los problemas de los clientes en menos de ocho minutos y sólo gastaban 6 minutos en ir al baño dos veces al día. Leían y releían para comprobar que en efecto no estaban en ella. A Johana y Alejandra les temblaban las manos al leer la lista, la primera que vio su nombre fue Johana y luego Alejandra, suspiraron profundo e intentaron calmar la emoción por respeto a sus compañeros. Esa noche sólo veinte de doscientas personas durmieron tranquilas. Afortunadamente, dicen Johana y Alejandra, sus familiares las apoyan al darles un techo donde vivir sin cobrarles arriendo y pagar poco o nada por los servicios; contrario a la vida de sus compañeros, quienes dependen totalmente de un trabajo para sobrevivir. Al día siguiente los seleccionados llegaron puntuales a la cita. Una mujer llamó a lista y al terminar preguntó «¿Y a los que no llamé estaban en la lista de ayer?» En la sala no sólo habían llegado los elegidos sino diez compañeros más que el desespero los hizo asistir con la ilusión de que alguien hubiera cometido un error al no ponerlos en la lista. «Sí, respondieron todos». La mujer anotó sus nombres y salió a resolver el problema. Cuando volvió a la sala dijo lo que ya sabían, que no podía recibirlos y ni siquiera podía recibir sus hojas de vida, que si querían podían volver hacer todo el proceso de selección. Pero ellos ya no podían quedarse otro mes en proceso de inducción, sin recibir dinero y solicitando préstamos en un lado y en otro, ya no contaban con las condiciones para hacerlo. Los no seleccionados salieron del lugar más desesperados que antes y con la amenaza ferviente de que si no pagaban la liquidación el cuatro de junio se tomarían las instalaciones. A las amenazas se unieron todos y hasta crearon una cuenta en Facebook para organizar la protesta en caso de que no les respondieran la fecha indicada y también para compartir información de cualquier oferta de trabajo. Los elegidos fueron llevados uno por uno a la oficina contigua para firmar un nuevo contrato por el salario mínimo, un poco menos de lo que ganaban con Intercontac. Johana llegó a las ocho de la mañana a su nuevo lugar de trabajo el viernes 15 de Mayo y lo primero que la impactó fue el aspecto deteriorado y deprimente del edificio, con barrotes que cubren la fachada y pintada de gris daba la apariencia de ser una penitenciaria. La puerta eléctrica estaba desgastada y al poner su huella en la máquina para que le dieran el carné, el sistema se bloqueó y tuvo que esperar media hora. Subió al quinto piso por las escaleras al no servir los ascensores. El edificio por dentro es oscuro, sucio y en el mejor de los casos inodoro. La sala donde se encontraba su cubículo tenía baldosas que en algún tiempo fueron blancas. Sin ventanas para que entrara el aire y sin ventilador, el termómetro marcaba 32 grados centígrados y había cierta pestilencia. Estar dentro de los cubículos implicaba no ver a los demás compañeros y sí a los mocos, la pestañina, la base y quién sabe cuántas cosas más pegadas en el tapete azul que los cubre. Pero lo peor era el ambiente laboral, sin torre ni supervisores, no había nadie que les ayudara a solucionar los problemas más básicos. En el sexto piso, a la hora del almuerzo, decenas de personas se apilaron para calentar su almuerzo pero a los nuevos no hubo persona que les explicara cómo calentarlo, así que comieron frio. Además, no tenían ni siquiera doce minutos al día para ir al baño, tenían que dejar al cliente esperando en línea para ir a evacuar los desechos que produce el cuerpo. Tenían que tener sus diademas consigo en cada momento porque era común el robo y a quien esta se les perdiera tenían que pagarla con su salario. Pero para Johana, la gota que regó la copa fue la respuesta ante su solicitud de cambiar el turno para cuidar a su hija "entonces tenemos, le respondieron, que acomodarles los horarios a todas las mamás". Alejandra llegó a las dos de la tarde y sólo duró una hora en aquel lugar. Los veinte que habían sido seleccionados más otros antiguos pasaron su carta de renuncia a las tres de la tarde. Al preguntarles por qué se retiraban respondieron que no podían trabajar en esas condiciones tan denigrantes. Así, a todos les quedó claro por qué Atento le ganó la licencia a Intercontac. Pero la historia no termina ahí. A modo de represalia quienes renunciaron a Atento fueron sancionados por Claro cinco meses en los cuales no pueden trabajar para esa empresa por no informar a tiempo su dimisión. Lo contradictorio fue que Claro no fue sancionado por despedir a más de doscientos trabajadores sin previo aviso. | ||
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No Calculado | #1.5 |
SponSor | Re: Claro monopoliza las telecomunicaciones y sanciona a trabajadores colombianos |
04-08-2015 , 18:02:52 | #2 |
Denunciante Plata | Respuesta: Claro monopoliza las telecomunicaciones y sanciona a trabajadores colombianos
Aclaraciones: Primero: Monopolio según la teoria Microeconómica básica es cuando una sola empresa controla la oferta de un bien: Aca tienen presencia no solo Claro sino Tigo, movistar, UFF, Virgin Mobile y ETB esta entrando en el negocio de teléfono movil. Claro no monopoliza nada. Acá lo que hay es un oligopolio! Segundo: Cuando existe un contrato de prestación de servicios,este generalmente esta pactado por cierta cantidad de tiempo y se establecen las renovaciones periódicas antes de tiempo. Si Claro no quiso renovar esta en libertad de hacerlo, no tenia contrato laboral con estas personas. La injusto y la trafugada, esta en no avisar a los contratistas que no se iba a renovar el contrato. Tercero: Los Call Center representan una practica laboral casi esclavista, pésimas condiciones a los trabajadores... Y aparte son ineficientes. Ojalá en un futuro cercano sean reemplazados por maquinas. |
04-08-2015 , 18:05:45 | #3 |
Denunciante Épico | Respuesta: Claro monopoliza las telecomunicaciones y sanciona a trabajadores colombianos No veo que tiene que ver Claro con esto. |
04-08-2015 , 18:09:06 | #4 |
Denunciante Distinguido | Respuesta: Claro monopoliza las telecomunicaciones y sanciona a trabajadores colombianos
igual siguen comprando y vendiendo minutos juas..............algo que hoy en el 2015 todavia no entiendo, yo aca pago 100 dolares por dos lineas todo ilimitado.
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Etiquetas |
carlos slim, claro, desmanes, intercontac, monopolio, monopolización, multinacionales, persecución laboral, telecomunicaciones |
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