La Fresita del Pastel: Santos pide respeto para referirse a las FARC

César, para nuestro infortunio, somos un país violento, no solo de hechos sino de palabras. Basta ver los comentarios que se hacen por Internet en los medios. El lenguaje es tan virulento, que algunos columnistas han preferido cerrar los comentarios ante la andanada de groserías que recibían por cualquier tema que no fuera de gusto del lector.

En la calle, en la fila del banco, en el restaurante, un simple roce de latas entre dos carros, en la casa, donde quiera que uno esté, basta una chispa para que se incendien los ánimos de palabra y de obra. El matoneo es la regla. Cualquier debilidad, cualquier error, salirse de la fila, da ocasión para que literalmente se limpie el piso con el diferente.

El otro extremo también lo enarbolamos y así como tenemos adjetivos para denigrar hasta lo más ruin, también los usamos para ensalzar hasta lo empalagoso. Los colombianos somos eso, el agua o el aceite, el cielo o el infierno. No hay posibilidad de tintas medias. Todo es negro o blanco. O estás conmigo o estás contra mí es el evangelio cotidiano.

Un primer paso hacia la paz, no sólo con las Farc sino con nuestro entorno, sería dejarnos de insultar, pero eso es pedirle peras al olmo. Tratemos entonces, más bien, de hacer lo más fácil, dejarnos de matar. Para los insultos se necesitaría otro proceso de paz, pero sería tan largo, que necesitaríamos varios siglos para llevarlo a cabo. Hay que dar el primer paso, es cierto, pero son tan pocas las golondrinas, que no alcanzan para que comience el verano.