Hace milenios, cuando apenas estábamos tratando de salir de la prehistoria, el rey Hammurabi expidió un código para tratar de convivir en la naciente civilización, y entre otras cosas inventó el que después se llamó popularmente el "ojo por ojo y diente por diente". Fue el principio para comenzar a proscribir la justicia por propia mano.

Ha pasado mucho tiempo y aunque nos autodenominamos como "civilizados", el primate no lo hemos podido superar. El "Estado Islámico" decapita o quema a quien no le gusta, en el Medio Oriente se apedrea y en Estados Unidos como en el célebre Ferguson, simplemente se mata porque el color de la piel es peligroso.

Aquí, en este país donde nos santiguamos por las tropelías del vecino, sacamos a relucir nuestra barbarie de vez en cuando. Matamos, desaparecemos o torturamos a quien no está de acuerdo con nosotros por que hay que "defender la democracia, maestro" y, por supuesto, hacemos lo mismo con cualquiera erigiéndonos en juez y parte.

Por el simple hecho de pertenecer al género humano tenemos derechos consagrados universalmente en la carta de ONU y por las Constituciones y leyes de todos los países civilizados, incluida Colombia. Los "malos" tienen derecho a ser oídos y vencidos en juicio ante un juez competente.

Construir una sociedad respetuosa de la ley y ajena a la violencia es una tarea ardua y demorada. La muestra es lo sucedido en un claustro universitario donde se supone se aprenden no sólo disciplinas académicas sino tolerancia y respeto. Pero en cambio, para solucionar el problema delincuencial se convierten en delincuentes.

Al fuego no se le echa gasolina para apagarlo.

Lo que defiendo es el Estado de derecho, donde tenemos unas instituciones y unas leyes que TODOS debemos cumplir. De lo contrario es devolvernos a la ley de la selva donde cada quien hace lo que le viene en gana. Venezuela es un ejemplo de hasta donde llega un país donde desde el gobernante para abajo, hacen lo que quieran, convirtiendo a la justicia en una invitada de piedra.

Una pregunta, porque ha pasado varias veces. ¿Qué tal que la comunidad se equivoque y linchen al que no es? La cabeza caliente no es buena consejera,

Ahora, es grave lo que está pasando y denota una ausencia del Estado que es ocupada por estos justicieros privados. Si no se para a tiempo resucitaremos el espectro paramilitar y como siempre sucede en estos casos, el remedio resulta peor que la enfermedad.

Una cosa es la legítima defensa permitida por las leyes y otra bien diferente la justicia por propia mano. Por supuesto que si me agreden tengo el derecho de defenderme. Lo que no se puede es, fuera de esta situación, como lo sucedido en la Universidad del Valle, que en vez de llevar al presunto delincuente ante los jueces, se trate de reemplazar la ley juzgándolo, condenándolo y ejecutando la pena que cada quien quiera. Son dos situaciones bien diferentes.

Y el Estado de derecho no está en el papel. Gracias a él este país no es como Venezuela, convertida en un Estado autoritario donde se hace lo que quiere el gobernante. Aquí, con los defectos que a diario vivimos, existen leyes y se deben cumplir.