Gobierno y Farc, en histórico encuentro sobre el proceso de paz en el Parlamento británico

El reconocimiento por las Farc de sus actividades de narcotráfico y su solicitud de perdón a las víctimas por los horrores causados, el cumplimiento de la tregua unilateral decretada por el Secretariado, salvo incidentes aislados, militares activos pertenecientes a la cúpula de las Fuerzas Armadas dirigiendo el proceso de desmovilización de las Farc, el nombramiento de un delegado personal del presidente de los Estados Unidos para acompañar el proceso de paz, el compromiso del grupo subversivo con el gobierno para trabajar juntos en el desminado del territorio colombiano, son avances significativos que deben ser conocidos de primera mano por los países interesados en que se termine el conflicto armado colombiano.

Bienvenidas estos encuentros como el realizado con el parlamento británico. Recordemos que la Unión Europea, encabezada por España, piensa en el post conflicto y ya da los primeros pasos para canalizar su ayuda, dado que no se piensa si se va a firmar el fin de la guerra, lo que se da por descontado por los avances habidos en la mesa de La Habana, sino cuando va a suceder y cómo llevar a cabo las reformas pactadas, aplazadas por muchos años por la férrea oposición de los latifundistas criollos, dueños de vidas y de bienes que hoy defienden con garras y colmillos sus añosos privilegios.

Infortunadamente para esta élite de fósiles excluyentes, los terroristas de las farc, los terroristas militares, los terroristas políticos y sus terroristas cómplices van a ser objeto de la justicia transicional, luego de lo cual comenzará a construirse la paz, cambiándose el terrorismo de las armas por la virulencia de la lengua, pero como se dijo hace tiempo, "más vale echar lengua que bala".

No, al término de una guerra nunca será suficiente nada de lo que hagan o reconozcan sus partícipes. Nunca será suficiente pedir perdón por los horrores cometidos. ¿Cómo quitarles el dolor a las madres de Soacha por el infame asesinato de sus hijos a manos de militares para presentarlos como guerrilleros caídos en combate? ¿Cómo borrarles el terror a las familias de los más de tres mil asesinados de la Unión Patriótica o los sobrevivientes de Bojayá, el Aro, Mapipiripán y tantas matanzas cometidas por uno u otro bando? ¿Cómo ayudarles a entender a los secuestrados los años perdidos en la selva en condiciones infrahumanas? ¿Cómo hacerles entender a los familiares de los desaparecidos del Palacio de Justicia que lo que se estaba era "defendiendo la democracia, maestro"? ¿Cómo devolverles la normalidad a los mutilados por minas quiebrapatas? ¿Cómo borrar de la memoria el cobijo y respaldo de generales de la república a feroces asesinos que llenaron de dolor los campos colombianos en incontables matanzas contra la población civil?

No, nunca será suficiente, pero reconocerlo, repararlo y dejar las armas es un comienzo para que las futuras generaciones (nosotros ya estamos jodidos destilando odio hasta que nos muramos) construyan un país en paz. A eso se apuesta, al futuro, para que no conviertan este presente de mierda en su presente, porque crean de verdad que la vida es sagrada, la conviertan en su alimento diario, y no se necesiten marchas para recordárselo.