Experto cuestiona suministro de marihuana para tratar a adictos

Por: REDACCIÓN JUSTICIA |


Augusto Pérez, director de la Corporación Nuevos Rumbos analizó la propuesta de Gustavo Petro.

Pérez explicó que el modelo aplicado en Brasil no podría ser comparado en Bogotá. Señaló que el estudio en ese país no era científico.
Consultor en varias entidades del Gobierno y de organizaciones internacionales, Pérez analizó la propuesta de la Alcaldía de Bogotá de suministrar marihuana para tratar a adictos en la ciudad.
Dijo que la tesis del Distrito de aplicar la experiencia que en algún momento tuvo Brasil no es posible, pues la comunidad objeto del estudio es diferente a los consumidores en la capital.
En Brasil "esas personas eran usuarios exclusivamente de crack y su inclusión en la observación exigía que no consumieran ninguna otra sustancia y que no presentaran ningún trastorno psiquiátrico", se lee en la columna enviada a ELTIEMPO.COM.
En el caso de Bogotá, los adictos a tratar, que gran parte serán los habitantes del Bronx, no son consumidores de una sola droga y la mayoría podría tener problemas psiquiátricos.
Esta es la columna completa:
¿Existe evidencia sobre la bondad de sustituir basuco con marihuana?
Augusto Pérez Gómez, Ph.D.
Corporación Nuevos Rumbos
El pasado 22 de abril, en el blog del Transnational Institute (

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), Tom Blickman y Amira Armenta publicaron un artículo bajo el título de “Marihuana por bazuco: una deshabituación paso a paso”, en el cual afirman que existe evidencia científica que apoya la iniciativa del alcalde de Bogotá Gustavo Petro para realizar este experimento, y citan específicamente un estudio publicado en Brasil en 1999[1] en el que se presentaron tales pruebas. Esto amerita algunos comentarios.
En primer lugar, el nombre de la sustancia no es “bazuco” (que evoca el arma anti tanques), sino “basuco” (de base de cocaína). Pero más importante que eso, Blickman y Armenta no parecen percibir que no es de ninguna manera un estudio controlado, ni mucho menos un experimento, y que los resultados no son, en ningún sentido, “evidencia científica”: en realidad se trata de una observación más anecdótica que sistemática, realizada en consumidores de crack que por decisión propia y espontánea, y no dentro del contexto de una propuesta terapéutica, quisieron reemplazar el crack por marihuana. Esas personas eran usuarios exclusivamente de crack y su inclusión en la observación exigía que no consumieran ninguna otra sustancia y que no presentaran ningún trastorno psiquiátrico; recibieron tratamiento psiquiátrico, aun cuando no medicamentos, pero el artículo no dice en qué consistió el tratamiento. De los 25, cuatro desertaron y otros cuatro recayeron a los tres meses. Los otros mostraron mejoría en varios indicadores a lo largo de nueve meses.
¿Cuántos de los consumidores del Bronx que participarán en el ensayo tienen las características de los que fueron observados en Brasil? De entrada, ninguno, pues no es una decisión espontánea; y más allá de eso, ¿cuántos son usuarios exclusivos de basuco? ¿cuántos carecen de sintomatología psiquiátrica? La mejoría en los indicadores es el resultado obvio del abandono del consumo de crack, el rol de la marihuana es atribuido por los mismos usuarios. El mismo efecto podría obtenerse con un placebo (sustancia inocua) o con un ansiolítico. Esto ya se ha hecho en muchas partes, y los resultados han sido siempre iguales: todo funciona, pero por corto tiempo. El seguimiento en el estudio de Brasil duró nueve meses: los criterios internacionales para saber si algo es eficaz exigen seguimiento de dos años.
Los autores de este estudio son supremamente cautos en sus conclusiones y dicen que no se pueden extrapolar, porque las condiciones eran muy particulares. Y uno puede preguntarse: si los resultados fueron tan buenos, ¿por qué después de 14 años no se generalizó el procedimiento, ni en Brasil ni en ninguna otra parte?
Blickman y Armenta citan un segundo artículo, de carácter etnográfico, que ni ellos se atreven a calificar de científico: son testimonios sobre el gran bien que les hace fumar marihuana a un grupo de mujeres de Jamaica que consumen crack. Pero igual podrían hablar del gran bien que les hace pertenecer a un grupo de oración. Los autores llaman a eso “terapia”. Pero no lo es, en ningún sentido científico.
No es sobre esta clase de supuestas pruebas que se pueden tomar decisiones de política pública. Es más, el hacer esta clase de ensayos en Bogotá sin tener ningún fundamento serio, ni apoyado en estudios sistemáticos, pone sobre la mesa fuertes inquietudes éticas. Tampoco es usando jerga neuroquímica (referencias a la forma como ciertas sustancias modifican la presencia o ausencia de neurotransmisores) como se resolverá el problema: es empezando por donde hay que empezar. Es decir, haciendo estudios juiciosos, bien diseñados, con respeto de las normas éticas y de las normas de la ciencia. Y ese no es el caso en lo que se está proponiendo para Bogotá.
[1] Labigalini, E., Rodrigues, L.R. & Da Silveira, D.X. (1999).Therapeutic use of Cannabis by crack addicts in Brazil. Journal of Psychoactive Drugs, 31, (4), 451-455.