Las enseñanzas que deja la fallida reforma a la justicia

Las enseñanzas que deja la fallida reforma a la justicia

por heráclito

Por fortuna para todos ya se hundió la reforma, pero quedan enseñanzas.

Se perdió una oportunidad: Hace 10 años que se intenta. La justicia colombiana necesita con urgencia una reforma a fondo. La multitud de procesos la tienen al borde del colapso. La impunidad viene detrás de la congestión. La manía de querer resolver todos los problemas de la sociedad creando delitos y aumentando penas no es la solución. Los expertos lo han propuesto. Hay que dejar a los jueces los procesos que causen impacto en la sociedad y como contravenciones los pequeños delitos, por ejemplo. La desaparición del nefasto y politiquero Consejo Superior de la Judicatura, tampoco se pudo. Y así muchas cosas por hacer que de nuevo quedan aplazadas.

La corrupción compartida: Aquí hay que ser claros. Toda la culpa no la tiene el Congreso. El gobierno la comparte y ahora no puede pasar de agache. En su afán por sacar adelante la reforma a la justicia, en conseguir la aprobación de lo bueno, cayó en el pecado de negociar con prebendas y volteó la mirada cuando el Congreso comenzó a legislar en causa propia. Una cosa es negociar políticamente (eso se hace en todo el mundo y en ello radica el equilibrio de poderes) y otra permitir que se delinca, como el tratar de blindarse contra la justicia, favoreciendo la propia impunidad. El gobierno se corrompió negociando con los corruptos.

Novatadas: El ministro Esguerra es un buen abogado, pero un pésimo político. Meterse en el corral de las fieras significa tener experiencia como domador, ser un tipo del talante de Germán Vargas Lleras, con autoridad, cancha y experiencia para frenar los abusos, oler las trampas y enderezar los proyectos. Esguerra no tenía las espuelas y su debilidad llegó al extremo de permitir que en los últimos cuatro debates le metieran todos los goles y para rematar, dejarse sacar de la sesión de conciliación y luego, en el afán de sacar adelante la reforma a como diera lugar, no leyó, confió o se hizo el de la vista gorda, y provocó el desastre.

Se fortaleció el enemigo: Con este manejo torpe, inexplicable teniendo las mayorías parlamentarias suficientes, se le sirvió en bandeja de plata a los uribistas la oportunidad de reencaucharse. La popularidad del gobierno se resquebraja y la del corrupto del gobierno anterior se fortalece. Curiosa paradoja la de un Gobierno que en la mayor parte de las cosas lo hace bien, pero que falla en una crucial, dándole la oportunidad de que se opaque lo bueno. Una metida de pata monumental.

La gula parlamentaria: No todos pero si una gran parte del Congreso es corrupto. Sólo les interesan sus pequeños feudos regionales donde se enriquecen sin medida. El freno que les ha puesto la Corte Suprema y que cobró nuevos bríos luego de la salida de su principal enemigo, Alvaro Uribe, los tenía en ascuas. Por ello, con la oportunidad en la mano, los parlamentarios se descararon. Si hubieran sido inteligentes hubieran podido meter los micos en las leyes que desarrollarían la reforma constitucional y poco a poco irse favoreciendo. Pero se les fueron las luces y lo quisieron todo. El pecado de la gula los hizo estrellarse contra el país (por fortuna).

La Corte Suprema y el Consejo de Estado resultaron untados: Decepcionante, por decir lo menos. El Congreso les puso la zanahoria y marcharon detrás. Bastó el aumento de 8 a 12 años de período y la edad de retiro forzoso de 65 a 70 años, para que la oposición férrea que habían puesto al engendro se suavizara y al final se esfumara. Algunos magistrados rechazaron las prebendas con indignación, pero los que flaquearon dejan mal parada a la cúpula judicial. Tienen que hacer un ejercicio de autocrítica y no permitir que esto vuelva a pasar. Si la sal se corrompe ya no queda nada por hacer. Hay que volver al camino correcto y liderar una verdadera reforma a la justicia, acompañada de la ciudadanía. Es la solución.

La indignación ciudadana: Ojalá no sea flor de un día, aunque conociendo a Colombia no creo que pase a mayores porque el fuego que alimentaba la indignación, la reforma judicial, ya se extinguió con su archivo. Ojalá prospere el movimiento ciudadano, se consiga castigar a los autores del engendro y dentro de dos años una nueva clase política reemplace a los corruptos en el Congreso. Ojalá...