Sí, eso es cierto. A nadie se le puede culpar por lo que hagan miembros de su familia. La responsabilidad penal es individual y no familiar, pero...

Resulta extraño que todo lo que rodea a Alvaro Uribe esté podrido, que su familia, sus amigos, sus colaboradores más cercanos, sean narcotraficantes, paramilitares o delincuentes comunes.

Hermanos, primos, cuñados, hijos, todos tienen problemas con la justicia. La mayoría de su círculo íntimo, con el que gobernó ocho años, se encuentran huyendo, en la cárcel o investigados.

El mismo Uribe, desde sus tiempos como gobernador de Antioquia hasta su salida de la presidencia, ha tenido que ver con narcotraficantes y paramilitares.

Su padre, cuando estuvo a punto de ser secuestrado por las Farc, fue transportado en un helicóptero de Pablo Escobar en un intento vano por salvarle la vida, y un primo del capo, José Obdulio Gaviria, fue asesor durante su presidencia.

Jefes paramilitares financiaron su primera campaña presidencial (Uribe acepta pero dice que no sabía), empleados suyos compraron su primera reelección y manipularon delicitivamente un referendo para hacer posible la segunda.

Utilizó al DAS para que persiguiera a todo aquel que se opusiera a sus designios, libró a los jefes paramilitares de largas condenas, conspiró contra la Corte Suprema aliándose con paramilitares y narcotraficantes, pero fue a sus espaldas.

Y así, podríamos seguir enumerando la cadena de tropelías, trampas, engaños, manipulaciones y de toda la pandilla de delincuentes de los que se rodeó, no solo corruptos sino ineptos, pero él nada sabía.

Para su fortuna, su fuero presidencial ha impedido que prospere cualquier investigación, porque todas mueren en la Comisión de Absoluciones.

Todos los caminos conducen a Alvaro Uribe Vélez, pero él, de toda esta podredumbre que lo rodea, es el único limpio, sano, ciudadano ejemplar, que libró a Colombia de una plaga, instalando en el poder a otra de similar calaña.

Pero él, el impoluto Alvaro Uribe Vélez, nunca supo nada. O es un pendejo, o el peor de los cínicos.

Sí, eso es cierto. A nadie se le puede culpar por lo que hagan miembros de su familia. La responsabilidad penal es individual y no familiar, pero...

Resulta extraño que todo lo que rodea a Alvaro Uribe esté podrido, que su familia, sus amigos, sus colaboradores más cercanos, sean narcotraficantes, paramilitares o delincuentes comunes.

Hermanos, primos, cuñados, hijos, todos tienen problemas con la justicia. La mayoría de su círculo íntimo, con el que gobernó ocho años, se encuentran huyendo, en la cárcel o investigados.

El mismo Uribe, desde sus tiempos como gobernador de Antioquia hasta su salida de la presidencia, ha tenido que ver con narcotraficantes y paramilitares.

Su padre, cuando estuvo a punto de ser secuestrado por las Farc, fue transportado en un helicóptero de Pablo Escobar en un intento vano por salvarle la vida, y un primo del capo, José Obdulio Gaviria, fue asesor durante su presidencia.

Jefes paramilitares financiaron su primera campaña presidencial (Uribe acepta pero dice que no sabía), empleados suyos compraron su primera reelección y manipularon delicitivamente un referendo para hacer posible la segunda.

Utilizó al DAS para que persiguiera a todo aquel que se opusiera a sus designios, libró a los jefes paramilitares de largas condenas, conspiró contra la Corte Suprema aliándose con paramilitares y narcotraficantes, pero fue a sus espaldas.

Y así, podríamos seguir enumerando la cadena de tropelías, trampas, engaños, manipulaciones y de toda la pandilla de delincuentes de los que se rodeó, no solo corruptos sino ineptos, pero él nada sabía.

Para su fortuna, su fuero presidencial ha impedido que prospere cualquier investigación, porque todas mueren en la Comisión de Absoluciones.

Todos los caminos conducen a Alvaro Uribe Vélez, pero él, de toda esta podredumbre que lo rodea, es el único limpio, sano, ciudadano ejemplar, que libró a Colombia de una plaga, instalando en el poder a otra de similar calaña.

Pero él, el impoluto Alvaro Uribe Vélez, nunca supo nada. O es un pendejo, o el peor de los cínicos.