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Unos niños juegan fútbol, un hombre mira y el mundo cambia
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Unos niños juegan fútbol, un hombre mira y el mundo cambia
por Heráclito
Como les dije en otro post, dejo a un lado esta política colombiana con sus delirios divertidos y su corrupción rampante y los invito a que nos traslademos a Hungría. Estamos en primavera, acaba de pasar la lluvia, y vemos a un hombre sentado en un banco mientras mira jugar a unos niños en medio de los charcos.
Apenas está saliendo de la juventud. Tiene un rostro agradable, parece un oficinista cualquiera que descansa a la hora del almuerzo. Pero algo llama la atención, el ceño fruncido. No es casual. Piensa en algo que lo atormenta desde hace un buen tiempo. En su trabajo tiene que escribir mucho y su estilógrafo le juega malas pasadas. Es de buena marca, pero su tinta demora en secarse. Es un fastidio.
László József Bíró, así se llama nuestro hombre, se desespera porque su trabajo de periodista no rinde lo que debiera y a veces se le estropea. Un día, de visita en una imprenta, se da cuenta de que la tinta empleada se seca con rapidez. Esta podría ser la solución, piensa, y decide utilizarla en su estilógrafo.
La decepción llega pronto porque apenas escribe unos cuantos trazos se queda atascado. Intenta diluirla, limpiar con frecuencia la punta, dejar tapado el estilógrafo, pero siempre sucede lo mismo.
En esos pensamientos extraviados está metido mientras mira al grupo de niños cuando uno de ellos le da una patada al balón que en vez del arco improvisado va a parar a un charco. El chico la recoge con presteza y nuestro pensativo László ve cómo, al rodar el balón, deja en el piso una estela de humedad.
Para cualquiera habría pasado desapercibido el descubrimiento, pero no para László. Qué nombrecito, ¿no? La solución estaba en la redondez, en una esfera que si bien se secaba por un lado, al rodar volvía a cargarse por el otro y así, infinitamente, hasta que se agotara la tinta.
Estamos en 1938 y no sabemos si como Arquímedes gritó ¡Eureka!, pero lo cierto fue que perfeccionó su invento y lo patentó. Pero todavía faltaba algo. No había redes sociales, ni dinero en el bolsillo, así que le faltaba un poco de suerte y le llegó de la mano de alguien inesperado, Agustín Justo, expresidente de Argentina.
Ambos coincidieron en un hotel en Yugoslavia en este mismo 1938 y le llamó la atención el peculiar invento. El bueno de László le hizo la demostración y el político quedó encantado. Si se iba a vivir a Argentina, le propuso, él se encargaría de apoyarlo económicamente y difundir su pluma fuente mágica.
Nuestro querido László le gustó la idea aunque no se decidió de momento. Tuvo que atravesarse la II Guerra Mundial y su condición de judío hizo que en 1940 huyera a la Argentina. En 1943 registró la nueva patente en Buenos Aires y ese mismo año le vendió la licencia a la multinacional Eversharp. Variadas transacciones y al final se desarrolló la marca BIC.
Había nacido el esferográfico o el bolígrafo tal y como hoy lo conocemos y hoy es impensable no encontrarlo en cualquier rincón de este mundo. Algunos lo mejoraron, se aprovechó que la patente no se había hecho en EE.UU y se lanzaron otras marcas.
En 1945, Milton Reynolds desarrolló su propio modelo, y Franz Seech inventó la tinta que seca en contacto con el aire, conocida comercialmente como Paper Mate. Luego vendría el roll on para desodorantes.
Una curiosidad. En Argentina, en las papelerías, este parecía tan barato y sencillo que a los vendedores les parecía tan solo un juguete para niños y así lo comercializaban. Mucho tiempo después, este húngaro genial recordaba que su "juguete" le había dejado 36 millones de dólares al Estado argentino.
Un grupo de niños, un hombre sentado en un banco, una idea, y el mundo cambió en ese instante.
Respuesta: Unos niños juegan fútbol, un hombre mira y el mundo cambia
Vaya manera de homenajear al inventor del bolígrafo: Birome. Y creo que así le siguen llamando a los lapiceros en la Argentina.
Muy bien, Heráclito, qué bello texto en mi opinión. Algo le agradezco a Petro, y es que te puso tan verraco, que por ahí derecho despertó tu vena de columnista para con el foro.
No hay mal que por bien no venga, dicen por ahí. Saludos.