Ciencia chistosa

Cita:

Ciencia chistosa Moisés Wasserman Lo serio permite dudas y críticas; lo solemne exige temor y reverencia, incompatible con la ciencia. A estas alturas del año, y todos abrumados (con muy buenas razones), se justifica dedicarle unos minutos al humor en la ciencia. Todos coincidimos en que la ciencia es un asunto muy serio, una actividad humana de alta credibilidad y que amerita respeto. Es seria, pero no solemne. No es lo mismo; a veces, todo lo contrario. Lo serio permite dudas y críticas; lo solemne exige temor y reverencia y es incompatible con la creación científica. A veces es arriesgado introducir chistes, pero hace poco un artículo sobre cienciometría mostró que los títulos chistosos son citados con alta frecuencia. Mi primera experiencia, escondida en los recuerdos, fue cuando la profesora nos explicó, en ciencias, que las bacterias para multiplicarse se dividen. No sabía si podía reírme, pero ella lo hizo primero. Cada año, desde 1991, hay una ceremonia dedicada a honrar a los científicos que ganaron por su trabajo uno de los apreciados premios Ig Nobel. Se derivó del esfuerzo de científicos que desde 1955 editaron el Periódico de los Resultados Irreproducibles, seguido después por Anales de la Investigación Improbable. "Cada año, desde 1991, hay una ceremonia dedicada a honrar a los científicos que ganaron por su trabajo uno de los apreciados premios Ig Nobel." Se han acumulado verdaderas joyas. Recuerdo admirado el premio de biología del año 2015 a un trabajo que mostró que si se amarraba un palo de cierta longitud y peso a la cola de una gallina, se podía reproducir, y estudiar, in vivo, la forma como caminaban los dinosaurios. Un cambio de paradigma en la paleontología. El año pasado me pareció muy bueno el premio de literatura a un análisis lingüístico acerca de lo que hace que los documentos legales sean tan innecesariamente ininteligibles. El premio de medicina fue inspirador; lo recibió un trabajo que demostró que cuando los pacientes sufren una quimioterapia muy tóxica, el cambio de uno de los componentes tradicionales por helado disminuye los efectos secundarios negativos. El premio de ingeniería lo recibió un trabajo que trató de descubrir cuál era la forma más eficiente de mover los dedos para darle vuelta a una perilla. El premio de la paz desarrolló un algoritmo que ayuda a los chismosos a decidir cuándo se puede decir mentiras y cuándo hay que decir la verdad. Este año el Ig Nobel de literatura lo recibió un trabajo que estudió las sensaciones que produce en escritores (y columnistas) repetir la misma palabra muchas muchas muchas veces. El de medicina fue otorgado a un estudio de medicina legal, usando cadáveres, para explorar si las dos fosas nasales tenían el mismo número y distribución de pelos. El premio de nutrición fue concedido a dos investigadores japoneses que estudiaron en qué medida cargando eléctricamente los chopsticks se cambia el sabor de la comida. El de educación (que tal vez merecía también un Nobel) lo recibió un grupo en Hong Kong que investigó de qué forma el aburrimiento de un maestro se replica y aumenta entre sus estudiantes. No solo los Ig Nobel son inspiradores. Cuando uno compra hoy un ponqué debe leer antes varios hexágonos negros que cubren el paquete y advierten que contiene mucho sodio, mucha azúcar, grasas saturadas y edulcorantes artificiales. Hace poco, un artículo nos recomendaba algunas advertencias adicionales: ¡Advertencia! Este producto deforma el tiempo y el espacio en sus inmediaciones. ¡Cuidado! Este producto atrae a otros con una fuerza igual al producto de sus masas dividida por el cuadrado de la distancia entre ellas. ¡Precaución! Este producto tiene partículas muy pequeñas, cargadas, y que se mueven a 900 millones de kilómetros por hora. ¡Antes de desempacar! Sepa que este producto es 100 % materia y si se choca con una masa similar de antimateria se generaría una explosión de gran magnitud. Y así muchos avisos más. Todos verdaderos y muy serios, pero menos solemnes que los del Minsalud.

Fuente: El Tiempo