Primer año de Petro: intensa deliberación y poca escucha

El resumen: incertidumbre.

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Primer año de Petro: intensa deliberación y poca escucha Agosto 06, 2023 Jineth Prieto Juanita León Gustavo Petro cumple hoy un año en la Casa de Nariño, a la que llegó con la bandera del cambio. Para bien y para mal, hasta ahora, el cambio más visible —quizá, el más significativo— es en aquello de lo que ahora hablamos y con quién lo hablamos. Petro ha propiciado una deliberación pública sin precedentes; al mismo tiempo, ha sido refractario a internalizar en su gestión los argumentos que surgen de esa discusión colectiva. Gustavo Petro es un heredero de la fe en la potencia comunicativa de los símbolos y la espectacularidad del M-19, que como lo explicó en su momento Eduardo Umaña, era una guerrilla convencida en que “el lenguaje no es sólo una expresión de poder, sino un medio para crear poder”. Durante estos doce meses, el presidente ha puesto sobre la mesa múltiples debates, varios de ellos intocables hasta hace poco. Desde el modelo económico hasta el servicio militar obligatorio y la persecución de la coca pasando por el rol de la banca, de los medios de comunicación o de la policía. Hoy también tenemos más conciencia que hace un año sobre el racismo, el cambio climático o la desigualdad. “El gobierno actual ha posicionado temas que antiguamente parecían marginales. Por ejemplo, al poner en el centro de la discusión el medioambiente y el cuidado de la naturaleza con la idea de hacer a Colombia una potencia mundial de la vida, ha ido instalando una necesidad de pensar más a fondo las relaciones entre la Colombia rural y la urbana”, ”, dice en esta entrevista de La Silla Académica Carlos Andrés Charry, profesor de sociología de la Universidad del Rosario en la Escuela de Ciencias Humanas. “Con el gobierno Petro la agenda de los temas que son de interés público se ha ampliado, y eso es una ganancia para el debate.” Esos debates los ha propiciado Petro a través de sus nombramientos, muchos simbólicos el del indígena Giovani Yule como nuevo director de la Unidad de Restitución de Tierras; y sobre todo, de personas que principalmente vienen del movimiento social que lideró las protestas sociales en 2019 y que se aproximan al país y a los problemas desde una perspectiva muy diferente a la de la élite que había mandado en Colombia hasta hace un año. “Están mandando otros, con una lógica distinta a las de las élites y eso en términos de legitimidad política del sistema es un avance gigantesco”, dice el analista Héctor Riveros. El presidente también ha provocado intensas discusiones públicas alrededor de sus reformas sociales, de sus múltiples y frecuentes discursos y de sus inagotables trinos, a través de los cuales ya ha quedado clara la idea central que Petro quiere “posicionar”: el modelo económico actual (el “capitalismo neoliberal”) tiene que ser superado para evitar “la extinción del planeta”. Eso pasa, según ha repetido en su discurso, por acabar la dependencia de las industrias extractivas (que ha intentado marchitar vía la reforma tributaria, el discurso estigmatizante contra el petróleo y el carbón y decisiones concretas de entidades como la Anla y la ANH); por quitarles a los privados el manejo de recursos públicos en sectores que van desde los servicios públicos hasta la salud, pasando por pensiones y educación (que es hilo conductor de todas las reformas legislativas que está intentado pasar); y por privilegiar la economía popular e informal sobre la gran empresa privada (el marco de esto ya quedó en el Plan de Desarrollo). Como se lo dijo a los periodistas reunidos en la entrega del premio Simón Bolívar hace ya casi un año, Gustavo Petro ve su rol de presidente como el de “un comunicador social”, y quizás por eso, él no parece interesado en inaugurar obras, en rodearse de un gabinete estable con ministros y funcionarios con trayectoria en gestión pública o de conservar una coalición política que facilite el trámite de sus reformas. Hasta ahora. Petro ha usado el poder principalmente para cambiar el discurso y por esa vía, golpear al Establecimiento que lo legitima. La competencia simbólica El problema para el presidente (y para el país) de esa aproximación al gobierno es triple. El primero es que los símbolos con los que Petro intenta construir su poder compiten con otros que también se desencadenan desde la Casa de Nariño: hordas de rappitenderos marchando en contra de la reforma laboral y a los que él insulta llamándolos “esclavos”; filas interminables de personas en condiciones de pobreza en frente del Banco Agrario para recibir un subsidio que hace un año el gobierno les transfería por plataformas privadas; decenas de organizaciones sociales esperando durante varias horas a que el presidente llegue a inaugurar el ministerio de la Igualdad; los audios de la mano derecha del presidente en la campaña diciendo que 15 mil millones de pesos que financiaron la candidatura no fueron reportados; los soldados cercados y amenazados por guardias campesinas armadas con palos; bandas atracando camiones en la Ruta del Sol o disidencias armadas entregando cuadernos a niños de una escuela; y claro, las imágenes de la opulencia en la que vivía el hijo de Petro con plata que, según los chats con su exesposa, se robó de personas poco respetables que pensaban estar aportando a la campaña del presidente. Sobre todo el caso de Nicolás Petro se convierte en una trama de corrupción que toca íntimamente al presidente con la fuerza narrativa de una tragedia griega. Tiene la gravedad de que toca la financiación de la campaña y la legitimidad de su elección. Es un caso sin precedentes recientes, que apenas empieza, y que ya mancha la imagen de Petro en Colombia y a nivel internacional. Y más allá de los símbolos contrarios al discurso presidencial, está el hecho de que el contenido de esa deliberación pública que el presidente ha desatado ha sido ignorada o estigmatizada por el presidente y su gabinete. El sector salud —con excepción de los hospitales y una federación médica— se ha movilizado a fondo para criticar la reforma planteada inicialmente por la ministra Corcho; varios economistas prestigiosos han alertado que la reforma laboral no solo no trae soluciones para más de la mitad de la población que está desempleada o en la informalidad sino que podría agravar su situación; el comité de la regla fiscal ha advertido el peligro de que las reformas no estén estimadas en el presupuesto del próximo año y que eso agrave el déficit fiscal; los gobernadores han implorado que la política de seguridad no se subordine a la paz total; casi todos los ex ministros de energía de los últimos cuatro gobiernos le escribieron al presidente para que no interviniera la Creg; los rectores de las 10 universidades privadas más prestigiosas hicieron observaciones estructurales sobre los vacíos de la reforma a la educación y los riesgos que conlleva marchitar el Icetex y así, en casi todos los campos. Muy pocas de esas observaciones han sido acogidas por el gobierno porque el presidente cree que dado que el pueblo votó por su programa para elegirlo su deber es sacarlo tal cual o dejar que se hunda, pero no negociarlo. Petro parece entender que el ‘Acuerdo Nacional’ del que habla ya está incorporado en sus reformas. Y el tercero es que, a juzgar por las encuestas, el cambio que demandaba la gente es mas concreto y no se ha traducido en una mejor vida porque el presidente pinta el dibujo final pero no se asegura de dar los pasos necesarios para lograrlo. Hacia adelante La pregunta para este segundo año es qué instrumentos de gobernabilidad va a usar para gobernar. ¿Intentará hacerlo vía decretos extraordinarios como lo hizo desde la Guajira? Por ahora, el presidente no parece interesado en reconstruir la coalición en el Congreso y en todo caso, con los escándalos recientes se vuelve menos atractivo para los partidos por fuera del Pacto Histórico unirse al gobierno; la estrategia de acudir a la calle para presionar el paso de las reformas no le ha funcionado hasta ahora puesto que se han movilizado más los que se le oponen; el Pacto Histórico no tendrá candidatos fuertes para la mayoría de ciudades principales del país; y la favorabilidad de Petro no supera los que votaron por él en primera vuelta porque la mayoría de colombianos siente que sus condiciones de vida lejos de mejorar empeoran, como lo revela la última encuesta Invamer. “En 20 temas que preguntamos si van mejorando o empeorando, solo en uno tenía más positivo que negativo. En los otros 19 la percepción es negativa”, dice Martín Orozco, gente de la encuestadora Invamer, que presentará en los próximos días su última medición. Orozco dice que una pregunta que es muy diciente es la de ¿cuál cree que es el principal problema del país? Es una pregunta abierta sin opción múltiple, en la que los temas que tradicionalmente se reiteran son la inseguridad, la corrupción o la economía. “Ahora ha empezado a salir de manera muy consistente la mala gestión del presidente y del gobierno. Por eso empezamos a graficarla”. También dice que otro fenómeno que comienza a ver a partir de sus mediciones es una derechización de la opinión pública. “Lo que nos demoramos 20 años en pasar de la derecha a lo izquierda, nos demoramos un año en devolvernos”, dice. La misma tendencia ha encontrado el profesor Carlos Charry en las mediciones que hace a jóvenes entre los 18 y los 32 años sobre qué piensan, sienten y creen. En esta entrevista de La Silla Académica, afirma que que en las cinco mediciones anteriores de la encuesta de jóvenes el voto joven por la izquierda era mayor que el de derecha, pero en la encuesta realizada en mayo (por primera vez en seis semestres que se recogen esos datos) hay mayor gente inclinada a identificarse ideológicamente como de derecha que como de izquierda. “Alguien cercano decía hace unos días: Petro es la única persona en la historia que acabó con el uribismo, pero va a ser el encargado de revivirlo”, dice el profesor Charry. “En las elecciones regionales creo que vamos a ver una especie de petrotusa, una rápida desilusión frente a lo que iba a ser el proyecto del cambio.”

Fuente: La Silla Vacía