El electorado bogotano

Por lo que se ve, Petro se la va a jugar toda por el metro subterráneo y a través de su plagiador ministro de transporte le mandó un mensaje contundente a la alcaldesa: o agacha la cabeza o le paralizan todas las obras que apoya el gobierno nacional.

El chantaje asombra por su torpeza. Perder Bogotá es rifar gran parte de su capital político con miras al 2026. Si consigue paralizar el Metro y las demás obras le habrá servido en bandeja de plata la alcaldía a la oposición. En mi caso, votaré por quien prometa seguir con estas obras y no ceder al chantaje de Petro cuyo ego le está jugando una mala pasada.

En octubre veremos quién ganó el pulso. Por lo pronto, el Metro seguirá construyéndose.

Cita:

El electorado bogotano Febrero 04, 2023 Héctor Riveros El Presidente Gustavo Petro pareciera estar cometiendo un grave error político al insistir, en forma burda por demás, en modificar el contrato para la construcción de la primera línea del metro de Bogotá. El primer afectado será quien asuma la candidatura a la alcaldía por el Pacto Histórico, quien tendrá que inmolarse con la idea del metro subterráneo. Petro y su entorno hacen cuentas alegres con el comportamiento electoral de los bogotanos. Asumen que los más de dos millones de votos que el Presidente obtuvo en la segunda vuelta de la elección del año pasado son “votos de Petro” y que acudirán a las urnas el próximo mes de octubre a votar por “el que diga Petro”. Error grave, no conocen al electorado bogotano. Es cierto que el Pacto Histórico tiene una amplia base electoral que corresponde a aproximadamente el 25% de los votantes, cifra nada despreciable pero insuficiente para ganar la elección de alcalde máxime con el estreno de la doble vuelta. La inmensa mayoría del electorado bogotano es volátil, se ufana de ser “independiente”, es decir desapegado de organizaciones políticas y sí con fuertes convicciones ideológicas, que no necesariamente son de izquierda y menos de la que se pueda calificar de “radical”. La mayoría de los votantes bogotanos son “liberales” en el más profundo sentido filosófico del término, son “socialdemócratas” y claro apartidarios. Votan para presidente y para alcalde por el candidato que mejor represente esos valores sin importar a qué grupo político pertenece. En los dilemas morales el candidato tiene que ser liberal, debe tener un fuerte discurso pro-igualdad y de sensibilidad con las personas de menores ingresos, tiene que representar una visión contemporánea de la sociedad, tiene que proponer resolver problemas y no puede tener arraigo en la política tradicional. Ese perfil coincide con las tendencias políticas de centro izquierda e izquierda pero lo votantes no votan porque el candidato pertenezca a un partido de esos sectores, al contrario, quizás la filiación partidaria, de cualquier sello, ninguno suma, suele ser un elemento negativo que hay que contrarrestar en la campaña. Claro, no hay candidato perfecto y el elector bogotano se vuelve flexible en función de los candidatos disponibles. Alguno no cumple con alguno de los requisitos, pero votan por él porque los otros cumplen con menos condiciones. El resultado puede ser que, en ocasiones gane un candidato de izquierda clásica como Petro y en otras uno más de centro derecha como Peñalosa. Lo que no perdona el electorado bogotano es el abuso del poder, para enriquecerse, para disfrutar de privilegios, para “imponer su voluntad”, para saltarse las normas, por eso Mockus logró construir una propuesta exitosa a partir de una cosa tan etérea para los votantes como la defensa de “la legalidad” y la cultura ciudadana. Por eso Uribe tiene tan poco arraigo en la ciudad porque hay la percepción de que en su gobierno el fin justificaba los medios. Con su actitud en relación con el metro, Petro está pasando esa línea tan sensible para los electores bogotanos. Si la gente percibe que el Presidente está aferrado a un capricho y que quiere imponer su voluntad castigará al candidato que tenga que defender esa postura en octubre. No importa si el metro es elevado o subterráneo, importa que el primero ya está en marcha y que para hacer el segundo hay que torcerles el pescuezo a las normas, hay que asumir costos adicionales y esos los votantes bogotanos no lo perdonan. Es raro que Petro que es un buen conocedor de la historia política mundial crea que el método de construcción de un sistema de transporte pueda ser una causa que movilice emociones. Él sabe que las sociedades se han dividido y alineado en partidos por causas profundas: católicos v.s. protestantes, comunistas v.s. capitalistas, nacionalistas v.s. independistas, nunca ha habido partidos “subterráneos” o “elevados”, esa sí que sería una enorme curiosidad histórica. Las consecuencias políticas de semejante frente de batalla que abrió el Presidente, con tal nivel de convicción que anunció que viajaría a China para tratar de buscar un acuerdo con ese gobierno, no se resolverán por la percepción mayoritaria que tenga la ciudadanía de cuál es el mejor metro sino por lo que resulte del cedazo de la “legalidad” y de la consigna mockusiana de que “los recursos públicos son recursos sagrados”. Petro arriesga la alcaldía de Bogotá que podría estar ocupada a partir de enero por algún fuerte contradictor político que aproveche bien el error presidencial; Petro debilita la coalición de gobierno porque aleja a una parte de los verdes; Petro desafía los controles jurídicos pegado de un débil concepto de un abogado; Petro queda como un irrespetuoso de la autonomía territorial invadiendo competencias ajenas; Petro se distrae de los mensajes centrales de su gobierno todo eso a cambio de nada. La alcaldesa de Bogotá tiene una gran oportunidad para mostrar talante de “estadista”, que tanto valoran los electores bogotanos, solo tiene que aferrarse a la “legalidad” y renunciar a la altisonancia. El juego que planteó el Presidente Petro no se resuelve de aquí a Octubre con conceptos jurídicos o estudios técnicos, lo resuelve el electorado bogotano en las urnas. Ya veremos

Fuente: La Silla Vacía