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La columna del estupendo escritor Ricardo Silva Romero que, a propósito, en noviembre pasado lanzó su novela número 15: "Zoológico humano", la vida de ocho personajes, de ocho culturas y ocho épocas de la historia que tienen en común haber vuelto de la muerte. Imperdible.
En esta columna publicada hoy en El Tiempo, hace una radiografía del mediocre Duque y las razones que lo llevan a escoger por quién votar en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de este convulsionado 2022.
Cita:
Robadera
Todo el mundo lo ha hecho, pero a él, a Duque, no se le ve bien desfilar por la alfombra roja que va de la Casa de Nariño al Capitolio: no se le ve bien, en últimas, la Presidencia. Son las 8:00 am del domingo 29 de mayo de 2022. Cincuenta hombres de la Guardia presidencial le rinden honores. Empuña su propio paraguas para evitar las críticas. Tendría que sonar Pompa y circunstancia, la marcha de las graduaciones, pues, luego de 1.391 días de devaluar el adjetivo “histórico” al fin está llegando a la historia. Quizás esté pensando en su gobierno: el semestre de hacer trizas la paz, el año del cacerolazo, el año de la pandemia, el año del estallido social, el semestre de meterse en las elecciones. Tal vez esté dándole vueltas a esta bella etapa de su vida que no sólo ha sido una ruina para tantos, sino que, en el colmo de la temeridad, tiene al país a punto de elegir —para devolverle la dignidad a la Presidencia— a un constructor capaz de gritarle “le pegó su tiro, malparido” a un cliente que le reclama.
Vale la pena escuchar ese audio. Nadie perdía así la cabeza desde que la señora Patricia se salió de sí misma con aquel asesor de Telmex. No es una grabación, no, es una radiografía: ¡Me hago desgüevar, hijueputa, si usted sigue jodiéndome!", grita el ingeniero Hernández de 2015, desbocado, cuando aún no era un volátil alcalde de Bucaramanga ni imaginaba que algún día su figura justiciera puntearía las encuestas de la segunda vuelta presidencial. Y si: todos somos susceptibles de chiflarnos en las líneas de atención al cliente, pero es que no a cualquiera se le sale la amenaza: “le pegó su tiro” y el constructor Hernández no era el cliente, y ya no es un chiste el hecho de que dentro de 2 semanas puede llegar a ser el presidente de la colombia en minúsculas. Que deja este mandatario que ahora marcha por la alfombra roja.
Duque llega al puesto de votación número uno con el cuello levantado contra el frío. Vota. Y, en un atril presidencial, celebra “la democracia más antigua del hemisferio” e invita a “elegir sin odios, sin prejuicios, sin sesgos” vaya usted a saber a quién. El voto es secreto, pero seguro que el suyo no ha sido por el Pacto Histórico. Puede ser que su burda intromisión en la campaña —su equis en el tarjetón de la consulta del Equipo por Colombia, su guiño a Gutiérrez, en entrevista con Semana, porque “no está ideologizado”— haya sido motivada por aquel temor patológico a la izquierda que ha sido común en los países traicionados por los liberales, pero ha acabado sirviéndole la estridente e imprecisa causa del ingeniero: ”Relocos, papi, relocos”, repite Hernández, en TIkToc. Ante su crecimiento en las encuestas. “Se acerca el finde la robadera”, agrega, y no necesita decir más.
Prefiero de lejos la candidatura de Petro porque más allá de ciertas alianzas de su campaña, me parece una reivindicación construida durante treinta años del país negado, despojado, sometido entre la guerra. Pero la verdad —que pocas veces es del gusto de uno— es que millones de votantes no han querido seguir el hilo de esa búsqueda de la paz, ni se sienten bienvenidos a ese pulso con las élites siniestras que nos trajeron hasta acá. No es que estos electores sean uribstas. Es que anhelan que Colombia también sea suya. Es que están tan hartos de todo que prefieren la nada. Es que. leída o no, quieren pasar la página. Ven a Duque, que no recoge sus pasos por la alfombra como un presidente, sino como una celebridad, en un país empobrecido que a duras penas se entera de que del 1º de enero al 29 de mayo ha habido 44 masacres y 79 líderes y 21 firmantes de paz asesinados y entonces no votan para que esto cambie, sino para que vuelva a comenzar.