Lo que Colombia puede aprender de la dependencia europea del gas ruso

Para reflexionar sobre la gravedad de las medidas irresponsables que pretende implantar Petro en el sector de hidrocarburos de llegar a la presidencia.

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Lo que Colombia puede aprender de la dependencia europea del gas ruso Marzo 09, 2022 Nohora Celedón La dependencia de Occidente del petróleo y el gas de Rusia ha estado en el centro del debate luego de la invasión a Ucrania, y es señalada como una de las razones por las cuales Putin logró amasar tanto poder. Ese fenómeno da luces sobre las políticas públicas alrededor de la industria petrolera en Colombia, un tema de debate en la campaña presidencial actual, específicamente, por la propuesta de Gustavo Petro de no firmar más contratos de exploración petrolera. El camino que llevó a Europa a volverse dependiente de las importaciones de gas ha estado marcado por políticas de transición energética, que restringieron la producción de energía con carbón y petróleo, y la extracción de hidrocarburos con fracking en los países de Europa Occidental. Colombia está recorriendo un camino que tiene características similares a la situación europea. Hoy tiene estancadas sus reservas petroleras y una producción decreciente. Y aunque está acelerando la construcción de infraestructura de generación de energía de fuentes limpias, el riesgo es que por decisiones políticas extinga su industria de hidrocarburos, antes de tener con qué reemplazarla. Esto podría dejar a Colombia en una situación similar en la que se encuentra hoy Europa: En una posición de vulnerabilidad energética, dependiente de otros países productores (como Venezuela, el de mayor reservas del mundo, que tiene intereses estratégicos antagónicos con Colombia) y pagando precios altos por su energía. La crisis energética en Europa y la invasión de Ucrania La medida más severa contra Rusia por la invasión a Ucrania llegó ayer, cuando Estados Unidos y el Reino Unido decidieron embargar la compra de combustible proveniente de ese país. La respuesta de Moscú tiene a Europa en vilo. Esto porque el lunes, el viceprimer ministro de Rusia, Alexander Novak, dijo que una sanción de este tipo “llevaría a unas consecuencias catastróficas para el mercado global” y amenazó con cortar el suministro de gas a Europa. Los mercados han reflejado el nerviosismo, y el barril tocó los 133 dólares, el precio más alto desde 2008. La amenaza rusa no es menor. El 40 por ciento del gas que consume Europa viene de Rusia, y aunque la Unión Europea anunció un plan para dejar de importar este hidrocarburo, el plazo que se planteó para hacerlo es 2030. Para finales de año, calculan las autoridades, podrían recortar dos tercios de las importaciones de este país. Lo que no está claro todavía es a qué costo. De acuerdo con el informe del centro de investigación Bruegel, Europa puede encontrar reemplazo para el gas ruso comprando Gas Licuado de Petróleo proveniente de Estados Unidos y el Norte de África, siempre y cuando también logren recortar el volumen de gas que consumen. Sin embargo, algunos países podrían llegar a tener faltantes en el suministro si Rusia decide frenar la exportación de gas en el corto plazo. “La infraestructura de importación y los mercados de gas de la Unión Europea no se diseñaron para abastecer a toda Europa central y oriental desde el oeste. Incluso si fuera posible abastecer a toda la región, incluida Ucrania, con las importaciones de GLP del oeste, esto tendría un precio muy alto”, dice el informe. El drástico aumento de los precios del gas y del petróleo ya tiene en apuros a los países europeos, por su efecto en los precios de la energía para los hogares. Al punto que la Comisión Europea ya informó que ajustará la forma como se calcula el precio de la tarifa de energía, que está amarrada a los precios del gas, y que en países como Alemania, Italia, Francia y España ya superan los 400 dólares por megavatio hora (más de tres veces más de lo que cuesta en Colombia). De fondo, según el exministro de energía colombiano, Tomás González, está también la incapacidad de Europa de producir sus propios combustibles. Asegura que Europa tiene reservas de petróleo que le permitirían producir el equivalente a una tercera parte de lo que produce Estados Unidos, y reducir su dependencia de Rusia, pero no lo ha hecho por decisiones de política pública. “Primaron las preocupaciones ambientales, un ambiente político adverso, la poca apertura de los reguladores, los problemas de costos asociados y un fuerte activismo anti-fracking. Los desarrollos se frenaron, o simplemente no se hicieron, y se optó en cambio por mantener y profundizar la dependencia del gas ruso con la construcción de nuevos oleoductos”, dijo González en esta columna publicada en La Silla Llena. Pese a las inversiones de los gobiernos europeos y de las empresas en la construcción de infraestructura de energías renovables, hoy en día estas fuentes representan menos del 25 por ciento del total del consumo de energía del continente. En parte, este cambio y una regulación ambiental de punta, le ha permitido a Europa (según los datos del Banco Mundial) reducir sustancialmente sus emisiones de gases con efecto invernadero a la atmósfera. Aún así, Europa todavía depende, en gran medida, de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y gas, que deben importar. El otro lado de la moneda es Estados Unidos, que tuvo la capacidad de restringir la importación del petróleo ruso porque, en parte gracias al boom de la explotación de petróleo con fracking, que arrancó en ese país a principios de la década pasada, logró convertirse en el mayor productor de petróleo del mundo, reducir su dependencia y también sus emisiones de CO2. En qué se asemeja a Colombia Colombia lleva ocho años reduciendo su capacidad de conseguir más reservas de petróleo. Desde la crisis de bajos precios del crudo de 2014 (cuando el precio del barril se desplomó de más de 100 a menos de 30 dólares en menos de un año), las inversiones, las reservas y la producción de crudo y gas se ha venido deteriorando paulatinamente. Hoy Colombia invierte menos de un 25 por ciento de lo que invertía en exploración en 2014, produce 250.000 barriles diarios menos y tiene 6,3 años de reservas probadas (un año menos que en 2014). Aunque la producción de gas se ha mantenido estable, el aumento de la demanda de este combustible llevó a Colombia a construir una planta para importar gas desde el mar Caribe para abastecer a las industrias, en momentos en los que no alcanza el gas local. Aún así las proyecciones de la Unidad de Planeación Minero Energética (Upme) muestran que para 2030, Colombia perdería su capacidad de autoabastecerse de gas y por eso propuso la construcción de una nueva planta para importar en el Pacífico. Esa planta está embolatada, por objeciones de la Dimar y la Armada Nacional a la ubicación de la planta, y porque el oleoducto para llevar el gas a tierra debe pasar por zonas complejas en términos de seguridad. Pero, de acuerdo con Naturgas, el gremio de los productores y distribuidores de gas natural, Colombia tiene reservas de gas que le permitiría tener 100 años de autosuficiencia energética. Esta cuenta implica hacer inversiones en exploración y explotación en ultramar y en yacimientos no convencionales, que utilizan fracking. Las apuestas de Colombia en materia de energías renovables también son ambiciosas. Ya tiene contratada la construcción de plantas de generación eléctrica con energías renovables no convencionales como el aire, el sol y el viento, que permitirán que en 2023 el país tenga 50 veces más capacidad instalada de estas energías de lo que tenía en 2018. Con todo y este salto, en la canasta energética de Colombia las energías renovables pesan solo el 14 por ciento de la generación de energía en el país. Y en el escenario más ambicioso de la Unidad de Planeación Minero Energética, que incluye la entrada de más plantas eólicas, solares, nucleares y de hidrógeno verde, en 2050 Colombia todavía dependería en un 55,6 por ciento de los combustibles fósiles. En otras palabras, perder la autosuficiencia en petróleo y gas llevaría al país a depender de las importaciones, como lo hace hoy Europa, pero también le reduciría a Colombia la capacidad de exportar petróleo y sus derivados que hoy representan más de la mitad de las ventas externas del país. De Europa a Colombia Para el analista y exministro de Minas y Energía, Tomás González, la lección para Colombia de la situación energética actual de Europa es clara: “hay que tener en cuenta la dimensión de seguridad en el abastecimiento de energía”. En otras palabras, si bien es importante avanzar para tener una matriz energética limpia, es clave que esa transición le permita al país garantizar su suministro, preferiblemente con fuentes producidas en Colombia. Para el expresidente de Ecopetrol y exprecandidato presidencial, Juan Carlos Echeverry, en el caso de materializarse esta propuesta Colombia no solo estaría siguiendo el camino de Europa, sino también de Venezuela y México desde el punto de vista petrolero: “La historia de Europa se parece a la de Latinoamérica: primero acabe con su industria de hidrocarburos; en el caso de ellos era gas, en el nuestro petróleo. Y luego caiga en las manos de Putin”, escribió Echeverry el fin de semana en esta columna. La advertencia es clave dado que una de las principales apuestas económicas del candidato Gustavo Petro, quien lidera las encuestas de intención de voto, es dejar de firmar nuevos contratos de exploración petrolera, lo que implicaría una extinción del sector en menos de una década. “A la luz del entorno actual la propuesta de Petro parece una estupidez. En la medida en la que el precio de petróleo se valoriza, el argumento del candidato se devalúa”, dijo a La Silla el analista económico Mauricio Reina. Reina explica que lo que ha puesto sobre la mesa la situación actual en Europa es que por muchos discursos y por muchos esfuerzos que han hecho los gobiernos por impulsar las energías limpias, la realidad es que hoy el mundo sigue siendo dependiente de las energías fósiles, al punto de que cada barril de petróleo se vende por encima de los 120 dólares y algunos analistas estiman que puede llegar a los 185 dólares. “El mundo no está preparado todavía para prescindir de esas energías fósiles”, concluye. Paradójicamente, la guerra también puede traer como efecto una aceleración en el desarrollo de energías renovables no convencionales. Tres de las diez recomendaciones que hizo la Agencia Internacional de Energía, una dependencia de la OCDE, a la Comisión Europea para enfrentar la crisis actual estaban relacionadas con el desarrollo de estímulos para la construcción de nuevas plantas de energías renovables en la región. “Esto es un hecho, la crisis en Europa va a acelerar esa transición energética, podremos discutir si son 10 años o 20, otros dirán que son 40 o 50, pero eso va a pasar y la guerra lo va a acelerar”, dijo a La Silla el expresidente de Ecopetrol, Javier Gutiérrez Pemberthy. Para Gutiérrez Pemberthy la crisis actual no va a desviar el rumbo de transición que se ha trazado hacia la construcción de una matriz energética más limpia, que es indispensable para frenar el calentamiento global, pues el uso de combustibles como el petróleo y el carbón tienen un peso considerable en las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero sí ha desnudado un riesgo en el corto plazo, y la necesidad de que la transición no descarte el uso de esos combustibles, sin tener a la mano una fuente accesible para que lo reemplace.

Fuente: La Silla Vacía