A medida que se saben detalles sobre la rigurosa investigación que llevó a cabo la Corte Suprema, de la cual solo sabían seis personas para evitar la manipulación de uno de los mayores hampones que ha dado nuestro país, se asombra uno de la desfachatez de quien por haber ostentado las más altas dignidades del Estado debía ser ejemplo de honestidad y decoro.

En cambio, hoy es el referente del "todo vale", de lo que Maquiavelo predicaba: "el fin justifica los medios", un sujeto que prefiere hundir el país para satisfacer su ego, sus deseos de venganza y el resguardo de los privilegios de su clase, un grupo de hacendados que quiere seguir siendo dueño de vidas y bienes.

¿Logrará salvarse de ésta? Probablemente. Su poder es inmenso, pero queda notificado que ya no puede actuar a su antojo, que ya no tiene el respaldo de la Comisión de absoluciones y que la Corte Suprema, limpiada de elementos indeseables, con el magistrado Barceló a la cabeza, seguirá teniéndolo en la mira.

Mientras el objeto de sus odios se marcha con la admiración internacional y el agradecimiento de una buena parte de los colombianos, este sujeto debe comparecer ante la justicia como en el pasado lo hicieron muchos de los delincuentes con los que se rodeó.

Las vueltas que da la vida.

Adenda: Lo de su renuncia es una simple cortina de humo para desviar la atención y aunque los medios la destacan, las revelaciones sobre sus actividades delictivas siguen siendo noticia de primera plana. El tiro le salió por la culata.