«El clon de Tyrone» tiene mucho discurso identitario y humor predecible pero aun así aguanta, niche

Lo que dije ayer en mi reseña de la película animada «Nimona»: siempre vemos las mismas historias cuando de películas se trata; lo que importa es cómo se distingue el empaque. Una premisa que se cumple en «El clon de Tyrone» (They cloned Tyrone), un nuevo largometraje de la casa Netflix que está estrenándose hoy construido en clave de humor y discurso social que agita las banderas del empoderamiento afro estadounidense.



La historia trata de un dealer, un traficante de drogas callejero llamado Tyrone a quien vemos en sus rutinas típicas hasta que es baleado fatalmente como suelen terminar estas rutinas típicas. Dentro de las rutinas típicas de un guion de empoderamiento afro estadounidense, llegamos a unos personajes arquetípicos de un black getto in wherever city of America that you imagine, motha fucka.



Estos son un chulo y una suripanta (negros, por supuesto) que se desenvuelven en sus rutinas típicas, hasta que el citado proxeneta experimenta que el baleado dealer en una rutina típica de su día a día regresa a cobrarle unos fucking dollars… ¡después de que vio a ese bro cosido a plomo, papi! ¡Y pa más pica vuelto muñeco, marica! Esto no es una rutina típica, ¿verdad?



Está bien, les tiré un spoiler, disculpen, pero a partir de este hecho se desenmaraña una serie de situaciones que conducen a una rutina típica de guion que mezcla su ración de graciosas intervenciones en lenguaje slang, thriller conspiranoico, líneas de reivindicación racial y unas estéticas y musicalidades que potencian la presencia del lugar central de la película.

Jamie Foxx, quien parece haberse recuperado de una condición médica que lo tuvo muy delicado es uno de los productores de esta historia y actúa como el empresario putañero, siendo Kiefer Sutherland el otro actor más reconocido en «El clon de Tyrone» quien tiene la virtud de encarrilar mejor cualquier argumento con su presencia y capacidad interpretativa.

Algo en particular que rescato de esta propuesta es que en la misma hay escenas donde se ahonda lo suficiente en la condición de desesperanza de los habitantes del gueto, y en el impulso que en ocasiones se les ha dado a teorías sociales defensoras de la igualdad de oportunidades en la población. No creo que «El clon de Tyrone» deba tomarse necesariamente como una protesta vestida de humorismo, pero sí la pondría de brillante ejemplo de una frase popular como «entre broma y broma la verdad se asoma».