'El atlas de las nubes', almas encadenadas

Cloud Atlas ostenta no solo el ser una de las películas independientes más costosas en la historia del cine, sino también el generar un número de seguidores y detractores por igual, opiniones encontradas que rara vez encuentran un punto medio en las discusiones y que tachan al filme como una obra maestra o un total desastre. Las seis historias que se narran durante su larga duración, se apretujan en un frenético montaje, ofreciéndonos escenas pausadas de gran drama que se quedan en la retina, así como cortes indiscriminados que a la velocidad de un tren bala no ofrecen nada más que un forzado recordatorio de que todas las historias están interconectadas entre sí.
De todas ellas, dos son las que sin lugar a dudas se roban la atención del espectador, tanto por el imaginativo trabajo del equipo de arte como por la concepción tan palpable del

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de la humanidad. La historia de Neo Seúl en 2144, nos narra un mundo azotado por la crecida del nivel del mar, una realidad gobernada por mega corporaciones comerciales y carente de espiritualidad. Por su parte el

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del año 2321 en Hawaii, nos muestra la sociedad humana tras la caída de la civilización, un gobierno tribal de escasa tecnología, un planeta tierra condenado a la desaparición.
Neo Seúl se nos describe primeramente como una ciudad brillante, llena de rascacielos que se elevan sobre una espesa bruma, con carreteras flotantes por donde circulan cientos de vehículos, una urbe llena de vitalidad y progreso. Su arquitectura, llena de edificaciones futuristas, de formas muy variadas y de proporciones colosales, posee una lógica constructiva completamente diferente a la actual, reemplazando los rascacielos de acero y vidrio por estructuras modulares, de lienzos donde predomina lo cerrado frente a lo abierto. Es por completo una ciudad del mañana, que pese a lo futurista de su apariencia aún conserva dentro de su lenguaje características tradicionales de la cultura asiática.
Pese a esta primera imagen de progreso y vitalidad, Neo Seúl es una ciudad que muere lentamente. Debajo de la niebla esconde colosales presas artificiales que detienen el agresivo crecimiento del nivel del mar, el cual ha devorado por completo la traza urbana original, cuyos antiguos rascacielos apenas son visibles sobre las aguas. Producto de un cambio climático, la sociedad se refugia en construcciones cada vez más elevadas, produciendo así una sociedad estratificada. Mientras que los adinerados pueden costearse vivir dentro de los grandes rascacielos, la población marginada vive sobre construcciones flotantes, adheridos a las presas o los viejos edificios como un arrecife de coral artificial.
Sociedad por todos sus aspectos decadente, Neo Seúl basa su economía en una cultura del consumo y la mercadotecnia. Dominada por mega corporaciones, la población asiste a cadenas de comida rápida donde la ilusión es más importante que el producto. Tecnologías holográficas permiten crear atrayentes y coloridos espacios, hologramas que esconden una realidad gris, sucia y sin alma.
Para atender estos locales se recurre a la utilización de clones, mano de obra barata y estandarizada que vive en condiciones de completa esclavitud. Sin derechos, habitan en dormitorios funcionales pero inhumanos y al final de su vida útil son llevados al matadero, donde son utilizados como una fuente de proteína para alimentar a la población.
En este punto la narrativa de la película cobra un peso aún mayor en su prospectiva. Neo Seúl encontrara su fin bajo las aguas y tras una gran catástrofe la humanidad se dividirá en dos. Uno regresara a la edad de piedra mientras que otros serán los únicos poseedores de una tecnología limpia y milagrosa. Ambos grupos tienen los días contados sobre una tierra impura y escasa de recursos, y como toda una novela clásica de ciencia ficción, la solución se encuentra en las estrellas.