Momentos inolvidables: La milagrosa remontada del Manchester United

Las finales de la UEFA Champions League son generalmente partidos memorables que entran en la vitrina más exclusiva de la historia del fútbol. Unos son recordados más que otros por las emociones que imprimieron y quizás entre los más inolvidables está el que disputaron Bayern Múnich y Manchester United en el Camp Nou de Barcelona por el título de la edición 98-99.

Ambos equipos ostentaban nóminas de lujo que habían batallado fuertemente en las semifinales con un idéntico marcador global de 4-3. Manchester dejó en el camino a la Juventus de Zidane e Inzaghi, mientras que Bayern Múnich hizo lo suyo ante el Dynamo de Kiev del goleador del certamen: Andriy Schevchenko.

La noche estaba servida para un banquete de fútbol increíble. Los ingleses sufrían las bajas por suspensión de Paul Scholes y Roy Keane, dos de sus piezas estelares del mediocampo. El Bayern por su parte presentaba una alineación titular enteramente germana, salvo por la presencia del defensor ghanés Samuel Kuffour.


Cuando corrían tan sólo 6 minutos de juego, la fiesta comenzó para los alemanes con una anotación de tiro libre de Mario Basler. La temprana desventaja puso la presión en el Manchester United que tuvo que arrojarse al ataque para buscar el empate. Sin embargo, nunca tenía claridad en los últimos tres cuartos. Esto supuso una dinámica de juego en la que un equipo buscaba desesperadamente el gol y cedía espacios al otro, que esperaba contragolpeando.

Con el transcurrir del tiempo, todo parecía indicar que la noche era alemana. Incluso los dirigidos por el perdurable Ottmar Hitzfeld lucían más claros cada vez que tomaban el balón. No en vano en el segundo tiempo, tuvieron dos remates en el palo que ahogaron el grito de tranquilidad definitiva por parte de sus fanáticos.

Al ver a su equipo disminuido en volumen de juego, Alex Ferguson decidió realizar dos cambios que a la postre significarían la resolución absoluta de la situación adversa que vivía: Teddy Sheringham entró por el sueco Jesper Blomqvist sobre el minuto 67, y el noruego Ole Gunnar Solskjaer reemplazó en la delantera a Andy Cole a 10 minutos del final.

Las tribunas estallaban de cánticos por parte de la hinchada del Bayern Múnich que encendía bengalas de alegría porque la copa ya se sentía en sus manos. Su equipo se había ido rápidamente arriba en el marcador y durante el resto del partido supo controlar sabiamente a su rival. ¿Qué podía salir ya mal?

Pues bien dice el viejo adagio: ‘el juego termina hasta que termina’: Cuando ya se jugaban los tres minutos adicionales, se cobró un córner a favor del Manchester United y hasta el portero Peter Schmeichel fue a cabecear. Era el todo o nada. El encargado del lanzamiento fue David Beckham y el esférico llegó al costado opuesto del área. Allí, Dwight Yorke lo envió a la zona del punto penal en donde rechazó mal la zaga alemana. Entonces Ryan Giggs trató de rematar un balón que apenas mordisqueó con el pie, y en un momento providencial, Shreringham alcanzó a patearlo de nuevo para inflar la red protegida por Oliver Kahn.

Lo impensado había sucedido. El reloj marcaba 90 minutos 36 segundos y la celebración del Bayern debía postergarse. ¿Se venía la prórroga?

No, no habría prórroga. En tanto hicieron su saque de mitad de cancha, los ‘bávaros’ perdieron la pelota y sus rivales emprendieron un ataque que terminó en un nuevo tiro de esquina. Esta vez Schmeichel no subiría a cabecear (ya había algo que perder). El cobro fue pateado una vez más por Beckham y el ya bendecido Shreringham peinaría el balón al segundo palo donde se encontraba Solskjaer, quien lo puntearía para enviarlo al ángulo de la portería. El reloj marcaba 92 minutos 17 segundos.

Una cifra estimada de 90 mil personas presenció está gesta asombrosa. Varios jugadores del Bayern necesitaron de la asistencia del juez Pierluigi Collina para levantarse del piso y continuar. Sus corazones y mentes estaban rotas en el campo de juego. Estaban aturdidos de ver como la copa que ya tenían se les esfumaba.


Las finales de la UEFA Champions League son generalmente partidos memorables que entran en la vitrina más exclusiva de la historia del fútbol. Unos son recordados más que otros por las emociones que imprimieron y quizás entre los más inolvidables está el que disputaron Bayern Múnich y Manchester United en el Camp Nou de Barcelona por el título de la edición 98-99.

Ambos equipos ostentaban nóminas de lujo que habían batallado fuertemente en las semifinales con un idéntico marcador global de 4-3. Manchester dejó en el camino a la Juventus de Zidane e Inzaghi, mientras que Bayern Múnich hizo lo suyo ante el Dynamo de Kiev del goleador del certamen: Andriy Schevchenko.

La noche estaba servida para un banquete de fútbol increíble. Los ingleses sufrían las bajas por suspensión de Paul Scholes y Roy Keane, dos de sus piezas estelares del mediocampo. El Bayern por su parte presentaba una alineación titular enteramente germana, salvo por la presencia del defensor ghanés Samuel Kuffour.

Cuando corrían tan sólo 6 minutos de juego, la fiesta comenzó para los alemanes con una anotación de tiro libre de Mario Basler. La temprana desventaja puso la presión en el Manchester United que tuvo que arrojarse al ataque para buscar el empate. Sin embargo, nunca tenía claridad en los últimos tres cuartos. Esto supuso una dinámica de juego en la que un equipo buscaba desesperadamente el gol y cedía espacios al otro, que esperaba contragolpeando.

Con el transcurrir del tiempo, todo parecía indicar que la noche era alemana. Incluso los dirigidos por el perdurable Ottmar Hitzfeld lucían más claros cada vez que tomaban el balón. No en vano en el segundo tiempo, tuvieron dos remates en el palo que ahogaron el grito de tranquilidad definitiva por parte de sus fanáticos.

Al ver a su equipo disminuido en volumen de juego, Alex Ferguson decidió realizar dos cambios que a la postre significarían la resolución absoluta de la situación adversa que vivía: Teddy Sheringham entró por el sueco Jesper Blomqvist sobre el minuto 67, y el noruego Ole Gunnar Solskjaer reemplazó en la delantera a Andy Cole a 10 minutos del final.

Las tribunas estallaban de cánticos por parte de la hinchada del Bayern Múnich que encendía bengalas de alegría porque la copa ya se sentía en sus manos. Su equipo se había ido rápidamente arriba en el marcador y durante el resto del partido supo controlar sabiamente a su rival. ¿Qué podía salir ya mal?

Pues bien dice el viejo adagio: ‘el juego termina hasta que termina’: Cuando ya se jugaban los tres minutos adicionales, se cobró un córner a favor del Manchester United y hasta el portero Peter Schmeichel fue a cabecear. Era el todo o nada. El encargado del lanzamiento fue David Beckham y el esférico llegó al costado opuesto del área. Allí, Dwight Yorke lo envió a la zona del punto penal en donde rechazó mal la zaga alemana. Entonces Ryan Giggs trató de rematar un balón que apenas mordisqueó con el pie, y en un momento providencial, Shreringham alcanzó a patearlo de nuevo para inflar la red protegida por Oliver Kahn.

Lo impensado había sucedido. El reloj marcaba 90 minutos 36 segundos y la celebración del Bayern debía postergarse. ¿Se venía la prórroga?

No, no habría prórroga. En tanto hicieron su saque de mitad de cancha, los ‘bávaros’ perdieron la pelota y sus rivales emprendieron un ataque que terminó en un nuevo tiro de esquina. Esta vez Schmeichel no subiría a cabecear (ya había algo que perder). El cobro fue pateado una vez más por Beckham y el ya bendecido Shreringham peinaría el balón al segundo palo donde se encontraba Solskjaer, quien lo puntearía para enviarlo al ángulo de la portería. El reloj marcaba 92 minutos 17 segundos.

Una cifra estimada de 90 mil personas presenció está gesta asombrosa. Varios jugadores del Bayern necesitaron de la asistencia del juez Pierluigi Collina para levantarse del piso y continuar. Sus corazones y mentes estaban rotas en el campo de juego. Estaban aturdidos de ver como la copa que ya tenían se les esfumaba.


(Este video muestra una toma muy particular desde una misma cámara con sonido ambiente. Son notables las emociones tanto de jugadores de ambos equipos, como del público).

Como parte del anecdotario, queda el hecho de que las cintas emblemáticas del Bayern Múnich ya habían sido puestas en la copa para la ceremonia de premiación antes de los goles del Manchester. Tanto así que el entonces presidente de la UEFA, Lennart Johansson se había levantado de su silla cuando aún ganaba el equipo alemán para bajar al terreno de juego al acto de premiación. Cuando salió del túnel, todo había cambiado.

El árbitro italiano Pierluigi Collina cita este, como el partido más memorable de su carrera. Describió alguna vez el sonido de las tribunas como el del rugido de un león.

Esta épica final fue la última aparición del legendario portero Peter Schemeichel utilizando la camiseta del Manchester United. Además ofició como capitán de un equipo que alcanzó el famoso trébol de copas por primera y única vez en su historia.

También se trató de la segunda final de Champions League que perdía de manera agónica el gran Lothar Matthäus (había estado en la derrota de Bayern en 1987). Este título fue esquivo en su fantástica carrera y sus declaraciones aquella noche son recordadas: “no ganó el mejor equipo, ganó el que más suerte tuvo”. Y bien cierto que es esto, porque en el fútbol para ganar, también se necesita suerte.