Heráclito | 10-09-2012 21:10:35 | Respuesta: El US Open es para Andy Murray Con permiso,, Jake, me le meto al rancho. En esta crónica se revela el partido épico que jugaron estos dos grandes tenistas. Dos primeros sets apretadísimos, que gana Murray, pero luego resucita Djokovic y gana los dos siguientes, para luego sucumbir en el quinto contra un Murray que, al picar fuera de la cancha la última bola del serbio, se quedó quieto, como pensando en lo que estaba pasando, como si fuera un espectador más y no el glorioso ganador de una de las finales más sufridas y peleadas, contra el rival y el viento impredecible, que al final se convirtió en su amigo.
Los espectadores nos quedamos esperando su reacción, al fin y al cabo es el primer británico desde 1936 en ganarse un grand slam, pero Murray apenas segundos después se coge la cara entre las manos mientras el estadio enloquecía de emoción. Por fin, como si regresara de un sueño, mira hacia las graderías y camina a recibir el cariño de un público que lo apoyó en todo momento.
Un estupendo momento para el escocés que se jugó cinco finales, con cuatro frustraciones como la de Wimbledon ante Roger Federer. No importa que después se haya desquitado arrebatándole la medalla de oro en Los Olímpicos. Quería uno de los cuatro grande torneos y fue en el Abierto de Estados Unidos, ante un gran Djokovic, que lo consiguió.
No es un fuera de serie como el serbio, como el propio Nadal, como el inmenso Federer, pero sí es un tenista que suple esta carencia de lo excepcional con la garra, con la insistencia, con las ganas de cambiar a su favor los vientos de la derrota. Pelea, se levanta de cada error, lucha hasta la última bola, a veces trastabillando, pero siempre trabajando con mucho esfuerzo cada triunfo.
Bien por Murray que resistió el partido más prolongado en la historia del US Open. Bien por el serbio que murió con las botas puestos y a los dos gracias por habernos brindado este maravilloso partido jugado por dos verdaderos gladiadores que dejaron la piel, las uñas y los dientes en la cancha. Aplausos, muchos aplausos. Histórico Murray El número tres gana 7-6, 7-5, 2-6, 3-6 y 6-2 a Djokovic y logra el primer grande desde 1936 para un británico en una final marcada por el viento y la agonía (4h54m)
JUAN JOSÉ MATEO Madrid 11 SEP 2012 http://ep01.epimg.net/deportes/image...cia_normal.jpg
Andy Murray levanta el trofeo de campeón del Abierto de Ee UU. / AFP “¡Piernas de gelatina! ¡Piernas de gelatina!”, se grita Andy Murray mientras gana 7-6, 7-5, 2-6, 3-6 y 6-2 ante Novak Djokovic el primer grande de un británico desde 1936 (Fred Perry). Las rodillas del serbio sangran. El reloj está reventado: el primer set consume 1h27m y un tie-break de 25 minutos que es el más largo de la historia de las finales neoyorquinas (22 puntos). Hay intercambios como maratones, de 54, 33 y 30 peloteos. La exigencia física, mental y técnica es máxima. Es un partido para fuertes. Defendiendo, Djokovic se deja la piel en el cemento, trastabillado, con las rodillas abiertas, caído en el suelo hasta tres veces. Gritón siempre, Murray ve pasar los minutos y las oportunidades, porque él es el que mejor se adapta al huracán que menea la pelota. Los segundos que caen en el reloj (4h54m) son una condena para Djokovic, con un día menos de descanso, y acaban coronando a Murray, que en medio sufre un infierno, una tortura, asfixia, ahogo, hipoxia. “¡Mis putas piernas están jodidas!”, grita.
Todo lo que se podía esperar del partido, finalmente tremendo, se pierde al inicio con el viento. Con los soplidos del aire llegan las pelotas perdidas por los pasillos y los escorzos de los tenistas, que buscan adaptar su cuerpo a bolas de movimientos impredecibles. Rueda la gorra de Djokovic por el cemento. Aletean las banderas del estadio. Se mueven las camisetas de los jugadores como si detrás estuvieran los dioses impulsando las velas de un barco de guerra. La batalla es esa. Domar al viento. Dominar al viento. Ser uno con el viento.
El manual dice que hay que jugar con el elemento y no contra este. Para eso se necesitan muchas piernas: hay que buscar la pelota, hay que reaccionar en milisegundos a su rumbo impredecible. En el inicio del duelo, Murray impone la mayor variedad de su juego, que le permite ir buscando soluciones. Djokovic arranca como si fuera un actor frente a al patio de butacas: gesticula, protesta, hace uno y mil malabarismos cuando ataca la pelota, como diciéndole a la gente que está la cosa difícil, que es imposible esto, así no hay quien juegue. Se suceden las roturas. Cuando el escocés se adelanta 4-2, parece que ya el set es suyo. Su propuesta, sin embargo, se desangra por el revés cortado, y Djokovic vuelve al encuentro (5-5) con la receta de Agassi y Nadal, los amigos del viento: piernas, piernas y más piernas.
El serbio tiene 5-3 en el tie-break de la primera manga. Es el momento decisivo del partido. Sopla el aire y grita de angustia Nole a cada pelota. Su cuerpo se descompone en arabescos, su rostro en gestos sufrientes, su corazón se queda roto cuando pierde el desempate: cede en blanco su primer saque de la segunda manga (7-6 y 2-0 para Murray), y su contrario se pone a pensar en la victoria (7-6 y 4-0). Le anima el actor Sean Connery con el puño cerrado. Le aplaude su madre desde el palco, acompañada por Sir Alex Ferguson. Es una clase magistral de cómo ganar feo, de cómo remar entre dificultades, incluida la remontada de Djokovic, que recupera esos dos breaks apretando con más corazón que cabeza (5-5).
Si Brad Gilbert, ex número cuatro mundial y uno de sus primeros entrenadores, escribió el manual de ese estilo (Winning Ugly), Murray podría firmar el segundo tomo de la serie. El número tres, que ha superado a Nadal en la clasificación con su resultado en el torneo, hace de las adversidades un aliado y no un enemigo. Al viento lo recibe como a un querido amigo, interpretándolo en positivo, recordando cómo sufrió Djokovic en la primera parte de su partido de semifinales contra David Ferrer (2-5 mientras llegaba un tornado) y cómo ganó él su cruce con Tomas Berdych porque el checo acabó desesperado por los malos consejos que llevaba el aire.
Él no. Él controla su raqueta, juega con margen, busca la seguridad, el control y la justa medida, ni demasiado ni demasiado poco en sus tiros, para no caer en la trampa de los errores no forzados. La reacción del serbio llega cuando a él le tiemblan las piernas, siente la amenaza de los calambres y se le suben las dudas a la cabeza. Tira Nole con todo. Compite a tumba abierta. Pega, corre, muerde y quema. Murray sufre. Parece condenado por sus piernas, obligado a pagar el tributo por ganar los dos primeros sets, extenuantes, también el impuesto de sus increíbles defensas.
Sin embargo, el británico rescata un break al inicio de la quinta manga y lo defiende con uñas y dientes, con Nole sin baterías y abucheado por pedir el fisioterapeuta cuando su contrario iba a sacar por el duelo. A la quinta final grande, llegó el primer título del Grand Slam para Murray. La victoria, épica por las maneras y gigantesca por el contrario, se gestó muy lejos de Nueva York, en otra superficie, rodeado de los suyos: cuando el británico conquistó el oro olímpico en la central de Wimbledon, empezó a levantar el trofeo en Nueva York. La medalla liberó de las cadenas de la historia al ogro. Ahora el número tres juega para los libros, no cargando con ellos: abran paso, que llega Murray.
Fuente: El País |