El hincha; Tévez, festejos y la leyenda

Se diagrama a diario. En el fútbol, que ofrece una excusa genial para su trascendencia, aunque definir su figura detrás de una pelota, de un gol, de un aplauso, no permite comprender la dimensión de su historia. Días atrás, por ejemplo, se expone un buen testimonio. Noel Gallagher, el líder de Oasis, contaba algo así: "Me encanta que no le importe hablar en inglés. No tiene un verdadero deseo de aprender el idioma. ...l sólo va a la televisión, agradece a todo el mundo y dice que ama al City. Si alguna vez quiere tocar unos acordes, estoy siempre disponible".

El hombre provoca eso: no hay que comprenderlo, hay que sentirlo. Disfrutarlo. Puede que, durante el juego, también hable otro idioma: como si jugase solo, sin necesidad de contar con un grupo de compañeros. Tanto, que más de una vez, se contaron algunas de las desventuras con el entrenador Roberto Mancini, cultor de otro perfil, más metódico, más detallista. Aunque el DT también lo adora, como lo quiere todo el Manchester City: pretende que Checho Batista no lo convoque para el ensayo con Brasil en Doha. El de ayer representa otro capítulo de su leyenda. Que excede la historieta de "el hincha, el jugador del pueblo". Primero, ensaya un taco, inesperado, genial, de espalda al arco. Golazo. El hombre se ríe, saca la lengua, saluda a sus compañeros y va a abrazarse con la gente, con el público, con las gradas. Con los hinchas... como él. Al rato, en la lucha cuerpo a cuerpo con Blackpool, por la séptima fecha de la Premier League, sella el segundo tanto, con un zurdazo formidable, de fuera del área, logrado con esa convicción que solo Carlitos posee. Ir a pelear por un balón, lucharlo hasta conseguirlo. Dentro del contexto de un partido que logró con fervor el City: un 3-2 (el tercer tanto, zurdazo inolvidable de David Silva, con dos amagos de colección), que lo coloca a dos puntos del líder, Chelsea. Soñar, con Carlitos, es gratis.

Porque es el artillero de la Premier, con siete tantos (lo siguen, a uno, Drogba, Malouda y Berbatov, tres artistas del área). Porque de los 12 de su equipo, anotó más del 50 por ciento. Porque desde que llegó a esta popular entidad actuó en 53 encuentros y anotó 36 goles. Porque durante este año ya lleva siete ocasiones en las que anota dos goles (un vez llegó a tres, contra Wigan; y otra, en realidad, fue en el seleccionado, contra México, en el Mundial). Y porque en 2010, entre el City y la selección, ya suma 28 goles en 39 partidos.

Es el capitán, lleva la camiseta 32 en la espalda (la que más le gusta) y, a los 26 años, entre algunas desventuras amorosas fuera de los sets de las canchas, allí en donde descubre su otro yo, logra el milagro en el fútbol de hoy: lo quieren todos. En Boca, su primera casa. En Corinthians, a pesar de ser argentino. En West Ham... a pesar de ser argentino. Y en Manchester, en una y otra vereda.

Mientras, en Fuerte Apache siguen sus desventuras por TV. Para ellos, para los humildes, siempre será Carlitos. El hincha...





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