Un lago siniestro que convierte la vida en estatuas de sal

Un lago siniestro que convierte la vida en estatuas de sal

por Heráclito



La imagen es sobrecogedora. El agua, fuente de vida, en el lago Natron, situado en el norte de Tanzania, se convierte en símbolo de muerte. En sus orillas se cuentan por centenares los cadáveres de aves calcificadas. Lo tenebroso del asunto es que sus figuras son perfectas, como si estuvieran a punto de volver a volar.

Este singular fenómeno lo describe el fotógrafo Nick Brandt en su libro “Across the Ravaged Land” (“Alrededor de una tierra devastada”). El nombre del lago hace referencia al carbonato de sodio proveniente de cenizas del volcán Ol Doinyo Lengai, situado en las cercanías. “El carbonato sódico y la sal hacen que las criaturas se calcifiquen y se conserven perfectamente a medida que se secan”, advierte.



“Nadie sabe con certeza la forma en que murieron –asegura Brandt -, pero parece que el extraño reflejo que produce la superficie del lago los confunde, y como pájaros estrellándose contra un vidrio, sucede lo mismo, ellos se estrellan contra el lago”.

La naturaleza obrando como taxidermista con temperaturas de hasta sesenta grados y agua alcalina al extremo, le dio alas a Brandt para hacerle trampa, para engañarla con la vida después de la muerte. Tomó algunos cadáveres y los puso sobre ramas de árboles, tal como podrían estarlo en caso de estar vivos y los fotografió.



El efecto es maravillosamente siniestro. Una metáfora de nuestro tiempo. Quizás estamos anticipándonos al futuro, cuando la tierra que hoy expoliamos se convierta en una naturaleza muerta. Quizás, en ese tiempo, llegue un visitante de algún lugar remoto y ponga nuestros cadáveres calcificados como adorno de las ciudades en ruinas.



Pensamientos macabros con visos de realidad.