Erika Lust: "hago porno para mujeres"

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Esta sueca está convencida de que el porno comercial no estimula a las mujeres porque está basado en deseos machistas. Sus películas tienen argumento y escenas reales.

Foto:Erika Lust films

Para hacer una película porno solo se necesita una cámara y un acto sexual. El video se edita –aunque ese paso no siempre es necesario– se sube a alguna página de internet ¡y listo! Casi siempre se trata de un coito irreal, posudo y exagerado, que transcurre en un ambiente sórdido, sin musicalización y con pobres ideas argumentales. Así nos acostumbramos a ver esta industria que mueve, según los cálculos más conservadores, tres mil millones de dólares al año, en solo Estados Unidos. Pero desde hace siete años una sueca, Erika Lust, está cambiando ese imaginario.

Es una respuesta, dice ella, a esa representación negativa de las mujeres en este tipo de películas, que obedece a una fantasía masculina y machista: la hembra es el centro del deseo sexual, es un objeto que se usa para satisfacer el apetito y nada más.

Erika decidió hacer un cine porno como alternativa a las mujeres que sienten rechazo por las películas tradicionales, para que puedan explorar y satisfacer su sexualidad sin culpas o remordimientos. Lo hace pensando menos en la anatomía del sexo y más en su psicología. Asegura que su misión es ayudar a mejorar la percepción de la mujer en el cine porno.

Erika Lust nació en Estocolmo (Suecia), en 1977. En su adolescencia tenía una curiosidad sexual normal, pero en lugar de interesarse en lo erótico del sexo, se inclinó por estudiar ciencias políticas en la Universidad de Lund y en el 2000 se fue a Barcelona a probar suerte. Estaba decidida, como todo joven recién graduado, a lograr cambios en la sociedad, pero solo pudo acceder a un par de empleos sin mayor importancia. Convencida ya de que lo suyo no era hacer política, probó con los medios. Se metió a clases de dirección, producción y edición de cine, y en el 2004 fundó una productora de cine porno, Lust Cinema.

Ya ha hecho siete películas y es reconocida en el mundo del cine porno independiente como una pionera del género. Hasta el momento ha ganado 13 premios y reconocimientos en festivales de cine erótico en su corta carrera. Todo lo ha logrado con una visión que es original pero simple a la vez. La idea es hacer porno que se sintonice con la sensibilidad de la mujer y que sea atractivo. “Es mi fantasía y la de mis amigas –dice– la de mujeres urbanas, independientes e inteligentes, sexualmente liberadas y sexualmente activas”.

Hace un año los neurocientíficos Ogi Ogas y Said Goddam hicieron una juiciosa investigación sobre los deseos sexuales de la gente, a través de información que encontraron en internet. Analizaron búsquedas de millones de personas, cuentos y videos eróticos, páginas de porno y novelas románticas. Sus resultados aparecen en el libro A billion wicked thoughts (Un millón de pensamientos perversos). Nadie había hecho una investigación científica al respecto desde que Alfred Kinsey encuestó a 18.000 estadounidenses en los años 50. La conclusión general de Ogas y Goddam es que los hombres y las mujeres tienen una sexualidad muy diferente. Los hombres necesitan menos señales eróticas para lograr la excitación. Las mujeres requieren estímulos para los cinco sentidos. Además, la sexualidad psicológica y fisiológica del hombre está unida. La de las mujeres es separada, y para lograr la excitación adecuada tiene que provocarse emocional y físicamente.
Por eso, cuando Erika vio porno con un novio por primera vez, algo le sentó mal. “No estaba retratando el placer femenino, y la mujer solo aparecía para complacer a los hombres –reflexiona–. Las situaciones que me planteaban me parecían ridículas, todas basadas en fantasías masculinas machistas”.

El porno que hace Erika se diferencia principalmente porque rompe con el esquema tradicional de la narrativa pornográfica. Ella no hace la típica escena donde entran dos azafatas con uniformes pequeños y apretados a encontrarse con un hombre y luego se acaba la película. Uno de sus proyectos, el Barcelona sex project, es un documental que sigue a tres hombres y a tres mujeres por sus vidas cotidianas, y en esa exploración íntima de estos personajes reales, cada uno se desnuda a solas y logra el orgasmo mientras las cámaras observan. El concepto de crear intimidad con los personajes es un elemento importante para las mujeres. Parte de la sexualidad de un hombre, de acuerdo con la sensibilidad femenina, es su sentido del humor e inteligencia. Lograr el acercamiento con los personajes es clave para ganarse la confianza de una mujer.

Erika Lust no contrata actores porno para sus películas. Esos personajes tienden a ser muy producidos, con intervenciones quirúrgicas y proporciones exageradas. Ella escoge gente que le parece atractiva, gente con la que ella se puede identificar sexual y emocionalmente. Los actores y actrices que trabajan en porno, además, tienen una idea retorcida de lo que es el sexo, y se la pasan posando. Erika se enfoca en la realidad del acto y deja lo imaginativo para la producción. Los actores tienen que estar dispuestos a participar en una verdadera escena de sexo.

Otra manera de ganarse la confianza de las mujeres es con la calidad en la producción. La música, el guion y la estética de la película pueden demostrar que la obra, aunque pornográfica, fue hecha con respeto y orgullo. Erika Lust usa una aproximación que es más parecida a la de un cineasta independiente, no un pornógrafo de producción masiva. Sus inspiraciones son directoras de cine tradicional como Sofía Coppola, Kimberly Peirce y Jane Campion, mujeres que se toman el arte muy en serio.

En los años 60 y 70 el movimiento cultural progresivo hizo maravillas para la pornografía. En ese entonces los directores de porno se parecían más a Erika Lust que a los pornógrafos de hoy. Con los 80 llegó la cámara de video portátil. Cualquiera podía filmar algo y llamarlo una película, por lo que la calidad del porno decayó, aunque su producción se incrementó. En los 90 llegó internet y se volvió un aliado de la industria pornográfica. La distribución de las películas se hizo más económica que la distribución física del DVD. Con costos bajos y estándares todavía más bajos, los pornógrafos empezaron a crear más contenido. En lugar de invertirle a la producción, las películas se volvieron más atrevidas y pervertidas.

Y es justamente esa carnalidad del porno tradicional la que genera rechazo en las mujeres, por la carga de violencia que resulta contradictoria con el sexo y la intimidad. Las fantasías machistas ponen a la mujer en el centro de su deseo sexual, como un objeto que se usa para satisfacer un apetito. “A las mujeres no nos gusta ver cine donde siempre se nos retrata como prostitutas, ninfómanas, babysitters, enfermeras, tontas, desesperadas, hambrientas siempre de un hombre. No somos así y no nos gusta vernos así”.

El problema del porno tradicional, según Erika, es que representa a la mujer como un ideal sexual. Crea un perfil de la mujer deseada que se centra en su disponibilidad. Los hombres se adaptan a esa expresión sexual y esperan un comportamiento pornográfico de ellas. Esa presión social de un género a otro crea conflictos de identidad. Las mujeres pierden su feminidad intuitiva y crean personajes de ellas mismas solo por vivir la sexualidad.

Erika reconoce que la pornografía es una realidad de nuestras vidas y en lugar de condenarla, decidió crear una versión saludable, que le permite vivir la sexualidad a las mujeres comunes, gordas y flacas, altas y bajitas, casadas, solteras y divorciadas, educadas e independientes.

Ya sabe que no va a cambiar el mundo con su apuesta independiente, pero presenta una alternativa donde la penetración y la eyaculación no son los únicos protagonistas.

Juan Pablo García