Increible caso de hiperinflacion

Zimbabwe, el nuevo reino de la hiperinflación

El indicador llega a 1000% anual, hoy el más alto del mundo

Jueves 04 de mayo de 2006 | Publicado en edición impresa
HARARE.- ¿Hasta qué punto es grave la inflación en Zimbabwe? Bien consideremos este dato: en un supermercado céntrico de esta castigada capital, el papel higiénico cuesta 417 dólares zimbabwenses. No, no cada rollo, sino que ese es el precio del papel de doble hoja. Un rollo cuesta 145,70... en dólares estadounidenses, unos 67 centavos.
El precio del papel higiénico, como de todo lo demás, sube diariamente aquí, provocando chistes acerca del mejor uso inmediato del billete zimbabwense de 500, ahora el más pequeño en circulación. Pero lo que ocurre no es gracioso. Para un número incalculable de zimbabwenses, el papel higiénico -y el pan, la margarina, la carne y hasta la antes omnipresente taza de té matinal- se han convertido en lujos inimaginables.
Todos esos productos son víctimas de la hiperinflación, que ha llegado al 1000% anual, un porcentaje que usualmente sólo se da en zonas de guerra. En la Argentina, a fines de los 80, ese indicador fue incluso superior al 3000% anual.
Por su parte, Zimbabwe ha estado atormentado durante toda la década por una profunda recesión y una elevada inflación, pero en los últimos meses la economía perdió la poca orientación que le quedaba. El presupuesto nacional de 2006 ya ha sido gastado casi en su totalidad. Los servicios estatales han empezado a desmoronarse.
La pureza del agua potable de Harare, extraída de un lago situado corriente abajo del desagüe cloacal, no es confiable desde hace meses, y la disentería y el cólera azotaron la ciudad en diciembre. La ciudad padece cada vez más cortes de luz. Montañas de residuos se apilan en las calles flanqueadas de viviendas precarias.
La inflación de Zimbabwe no es la peor de la historia: en la Alemania de 1923, los precios se cuadruplicaban cada mes, y en Zimbabwe se duplican cada dos o tres meses. Pero los expertos afirman que en este momento, la inflación de Zimbabwe es la mayor del mundo desde hace cierto tiempo.
Las tarifas de las escuelas públicas y otros recargos establecidos por el gobierno han empezado a exceder los ingresos mensuales de muchas familias urbanas, que aún tienen la suerte de tener trabajo.
Recientemente el gobierno dijo que triplicaría el salario de 190 mil soldados y maestros. Pero incluso esos trabajadores estatales sufren gravemente la inflación: el mejor de los salarios, de 33 millones de dólares zimbabwenses mensuales, ya está ligeramente por debajo de la última línea de pobreza establecida para una familia.
La emisión de moneda sólo empeorará la inflación, ya que la circulación indiscriminada de dólares sin valor es parte del problema que llevó al país a su situación actual. El país cayó en la hiperinflación después de que el gobierno empezara a apoderarse de las explotaciones agrícolas, en 2000.
Los inversores extranjeros huyeron, las manufacturas se estancaron, los productos y monedas extranjeras necesarias para comprar productos importados empezaron a escasear y los precios se dispararon.
La inflación, de alrededor del 400% en noviembre pasado, llegó al 600% en enero, pero empezó a aumentar después de que el gobierno anunció que había pagado al FMI 221 millones de dólares norteamericanos.
En febrero, el gobierno admitió que había emitido al menos 21 billones de billetes para comprar dólares estadounidenses para pagar la deuda. En marzo, la inflación llegó al 914% anual, por lo que los precios aumentarían más de diez veces en 12 meses.
Las penurias cunden en todas partes. En Glen Norah, un suburbio densamente poblado de casas diminutas situado al sudoeste de Harare, Ayina Musoni, de 58 años, y su hija de 26 años, Regai, comparten una casa de cinco habitaciones con los dos hijos de Regai y tres pensionistas.
Los pensionistas, dos guardias de seguridad y un maestro, pagan una renta mensual de 3 millones, o alrededor de U$S 14,25. La última cuenta de servicios emitida por la municipalidad que Musoni debió pagar ascendía a 2 millones y medio. La heladera de su diminuta cocina está vacía. La cena de Navidad consistió en un plato de gachas de maíz con huevos duros. Para Pascuas, no hubo nada.
Madre e hija ganan en conjunto U$S 10 por semana vendiendo vegetales, desde las 7 de la mañana a las 6 de la tarde, todos los días. Pero las ganancias son consumidas por los costos cada vez mayores en el mercado donde compran la mercadería.
Por Michael Wines
De The New York Times

Traducción de Mirta Rosenberg

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