Sobre la desaparición o supuesta desaparición de CompucaliTV. Latinoamérica unida llora a un amigo

Tuve ocasión de publicar dos posteos en Denunciando acerca de Compucali TV, antes de que este nos dejara con ese maldito anuncio de «403 Forbidden» (Estoy suponiendo de que «nos dejó», claro. Como si yo estuviese maquinando cual hembra despechada y potencialmente peligrosa in extremis).

El primero fue un mensaje de pánico, un aviso de susto. Tan solo eso resultó en aquella ocasión, porque el verraco web site se recompuso a las pocas horas y parte de mi felicidad volvió a su lugar en el sitio de mi alma que le corresponde.

El segundo posteo fue en la zona de Chistes/Cosas Charras, y el título del mismo iba directo hacia una idea que un incalculable número de corazones a lo largo de este pueblo al sur de Estados Unidos temía que se materializara en el momento menos esperado (Yo no, la verdad: mi estupidez a veces me hace creer que ciertas cosas son eternas. Lo que es no hacerle caso a «Todo tiene su final»).



¡Adiós, señor Gokú! ¡Eh!... ¡Adiós, Compucali! (?...)

No estoy asegurando de que la ausencia de Compucali sea obra y gracia de los Federal But Ignorant, o de alguna otra agencia gubernamental gringa… O de cualquier agencia, o contra-agencia… ¿O será quizá obra de algún cracker resentido? ¿O se trata de una simple decisión de «hasta aquí nos trajo el río» por diversas circunstancias posibles -costos, riesgos, los usuarios que nunca faltan que se ponen a hacer pendejadas que no deben-? ¿Nos tendrán bloqueados a ciertos usuarios? El motivo abarca tantas posibilidades como la solución a este dilema existencial.

Algo cierto es que, a este instante, no sé si antes de que finalice este año volveremos a tener a Compu con nosotros, y este manojo de palabras solo quede como otra anécdota dentro del rico contenido pornográfico de la comunindad denunciante.



Porque mi espíritu, mi ingenio espíritu, aún se niega a soltar la esperanza de que estos verracos vuelvan a ponerle sal y dulce a miles de cotidianidades que, a través de una abnegada labor contrabandista y pirata de múltiples contenidos cual comerciantes en los puertos marítimos y fluviales atestados de personajes de variopinto pelambre, saciaban sus sedes de entretenimiento, conocimiento y herramientas tecnológicas.

Hay luto en mi alma, sí, como decían Los Terrícolas. ¿Cuánto durará? No estoy seguro. Entre tanto, vengan todos canten conmigo: «¡Vuelve! ¡Que sin ti la vida se me va! ¡Vuelve! ¡Que me falta el aire si tú no estás! ¡Vuelve! ¡Nadie ocupará tu lugar! Sobra tanto espacio si no estás, no paso un minuto sin pensar, sin ti la vida lentamente se me va». ¡Buaaahhh! Snif, snif.