Ver Mensaje Individual
Antiguo 09-09-2013 , 17:11:54   #2
Malamadre
Staff Retirado Con Honores
Denunciante Épico
 
Avatar de Malamadre
Me Gusta Malamadre apoya: Denunciando
Estadisticas
Mensajes: 31.906
Me Gusta Recibidos: 11915
Me Gustas Dados: 7250
Ingreso: 05 dic 2008

Temas Nominados a TDM
Temas Nominados Temas Nominados 39
Nominated Temas Ganadores: 0
Reputacion Poder de Credibilidad: 350
Puntos: 639165
Malamadre tiene reputación más allá de la reputaciónMalamadre tiene reputación más allá de la reputaciónMalamadre tiene reputación más allá de la reputaciónMalamadre tiene reputación más allá de la reputaciónMalamadre tiene reputación más allá de la reputaciónMalamadre tiene reputación más allá de la reputaciónMalamadre tiene reputación más allá de la reputaciónMalamadre tiene reputación más allá de la reputaciónMalamadre tiene reputación más allá de la reputaciónMalamadre tiene reputación más allá de la reputaciónMalamadre tiene reputación más allá de la reputación
Premios Recibidos
Corazon Purpura 15 Años Medalla Hot Hall De La Fama 10 Años Mencion De Honor Denunciando 
Total De Premios: 7

  
Predeterminado Respuesta: Un juicio a el siguiente programa muchos años después

¿Por qué, cómo y cuándo pudieron ustedes dos, que no se sienten orgullosos de ser colombianos, que tienden a un humor de traumatizado y que no están convencidos de nada, colar en nuestra programación semejantes críticas a lo colombiano?


Santiago Moure: Yo era, a los 14 años, un desadaptado de gabardina (para hacer humor hay que ser, en el fondo, un desadaptado) que fumaba pipa para sacudirme del yugo estalinista del bachillerato. Y un día me hice amigo del alumno de mostrar: Carlos Vives. Y eso fue. Quise tocar el clarinete pero no tuve ni el talento ni la entrega. Estudié actuación porque sentí que era lo único que me quedaba. Y un día Carlos, que se reía de mis chistes y ya era un tipo reconocido por sus canciones, me llamó a que hiciera parte del grupo de amigos de un programa de humor que iba a llamarse La tele. O sea que soy todo un paracaidista. Llegué a la televisión porque era la Némesis de Carlos Vives: el de no mostrar.


Martín de Francisco: A Carlos, que había estado casado con mi hermana, le gustaban los desadaptados. A mí me descubrió en una entrega de regalos de Navidad. Tal como suena. Yo, que estaba en el colegio en ese momento, me puse a hacer el reparto oficial de los regalos en chiste. Y él lo grabó todo. Y lo siguiente que supe es que, en 1993, estaba metido de cabeza en un programa de televisión que era una crítica cáustica y agresiva a la televisión. Pronto me di cuenta de que tenía empatía a la hora de escribir con un man que se llamaba Santiago Moure. Lo primero que nos inventamos fue una telenovela escatológica y pueril que se llamaba El HP: el hijo pródigo.


Santiago Moure: Al principio nos llovieron las críticas, y si hubiera sido por mí, por Martín y por mí, ahí mismo nos habríamos adaptado al sistema en busca de éxito, reconocimiento y fiestas, pero Carlos es un tipo empecinado en sus ideas y no nos dejó movernos de donde estábamos. Nosotros no teníamos ni idea de qué hacíamos. Y nos lo tomábamos como una catarsis. Pero él sí. Y nos animó a hacer una parodia de telenovela que se llamaba El paraíso de la guanábana: el personaje de Martín tejía, tenía aficiones femeninas y sufría un embarazo psicológico que terminaba en que daba a luz una guanábana. Puro Monty Python.


Martín de Francisco: Teníamos en común con Carlos, que tiene una videoteca de humor increíble, la afición por Monty Python. Y por una novela corta de Alfredo Iriarte, La bella locutora: esperpento porcino para televisión, que nos gustaba porque era el epítome de la finura cachaca con su lenguaje barroco y sus chistes rimbombantes. Estuvimos a punto de hacer un proyecto con él, que vivía con la mamá y que nos hablaba con su sequedad de un matrimonio que le duró solo la noche de bodas “para que fuera romántico”, pero se murió unos días antes de que firmáramos el contrato.


Santiago Moure: Todo el tiempo nos acordábamos de un programa viejísimo, El juicio, en el que Iriarte había salido a defender el machismo: “Yo golpeo a mi mujer porque me toca —decía—, he mandado a dos damas a la clínica en defensa propia”. Por supuesto, lo decía en broma. Pero era mordaz, agrio, extraño. Como esos bogotanos de Yo y tú, la serie de televisión, que desconfiaban de todo. O como esos comediantes, tipo Peter Sellers, que son imposibles de conocer porque nunca dejan de ser personajes: el humorista es un tipo trágico condenado a verlo todo desde afuera.
Martín de Francisco: Cuando uno ve Man on the Moon, la comedia sobre Andy Kaufman, se da cuenta de que cualquier labor creativa viene del trauma: solo se puede hacer humor desde la marginalidad.


Santiago Moure: Y eso, ese juicio a la colombianidad que hacíamos como si fuéramos extranjeros, esa comodidad que sentíamos en la rareza del otro, fue lo que nos convirtió en un monstruo de dos cabezas. Estuvimos dos años en La tele. Pasamos a un programa de radio que yo odiaba profundamente porque, a pesar de que ese medio tendría que ser lo mío porque nadie me ve, me parecía algo parecido a la esclavitud. Después vino El siguiente programa. Y así, en medio de un éxito que se agrandaba y se agrandaba, se nos fueron diez años de vida sintiéndonos los más famosos del edificio. Si salíamos de nuestro circulito, nadie sabía quiénes éramos. Pero si entrábamos de nuevo, si jugábamos el juego de ser ese ser híbrido que es mucho más fuerte que los dos por separado, no había gente tan conocida en el mundo como nosotros. Había fisuras. Yo a veces pedía que me pusieran un biombo para no verlo en las cabinas en las que nos metían. Pero sabíamos que estamos atrapados en una de esas amistades indestructibles.


Martín de Francisco: Pasamos diez años en una relación que lo permeaba todo: lo profesional, lo familiar, lo personal. Y al final, agotados de vernos en todas partes, nos tolerábamos pero no nos admitíamos. Hubo un buen tiempo en el que llegamos a ser compañeros de excesos. Salíamos casi todos los días. Y como el rating era cosa seria, y nosotros lo teníamos todo, nos volvimos estrellas: drogas, sexo y rock and roll. Teníamos groupies. Teníamos todo. Yo sospechaba, como decía Santiago, que nuestra fama era “una gris y lugareña nombradía” y que se venía la hecatombe, pero estaba hasta el cuello en la payasada y me dejé llevar hasta el final. Y entonces se nos acabó la era de oro: no hubo más programas. Y todos estos manes se fueron a hacer sus vidas y a mí me tocó volver a donde mis papás con mis muebles de soltero. Fue la peor época de todas: un vicio estuvo a punto de quitarme toda la energía.
Santiago Moure: Yo me demoré un poco más en tocar fondo. Trabajé en teatro. Entré a las series de televisión. Y tuve una época muy dura hace unos cuatro años, pensé, de hecho, que de esa decadencia no volvía, pero la actuación me sirvió para volverme a quedar en el presente.






¿Qué responderían si alguien dijera que Santiago Moure y Martín de Francisco se vendieron al sistema?


Santiago Moure: Que sí fuimos derrotados. En mi caso es, sin duda, una derrota. Pero es que lo contrario era antagonizar para siempre. Ser rebeldes hasta verse patéticos. A veces, cuando me siento peor, pienso que estoy trabajando en telenovelas para tener un colchón económico por si alguna vez quiero hablar con mi propia voz. Me digo: “Estoy ahorrando para eso”. En el último personaje que he hecho en televisión, un médico medio pícaro de la serie A corazón abierto, he logrado meter comentarios sociales. Y he contado con el respaldo del director, Sergio Osorio, que ha sido una gran suerte. Pero soy consciente de que nuestras telenovelas (que eso es lo que es hoy en día nuestra televisión: telenovelas) no son el lugar para dar la batalla: si llegara a ver las telenovelas donde trabajo, no volvería al otro día.
Martín de Francisco: Yo no reconozco esa derrota ni reconozco haberme entregado a cambio de dinero: comentar fútbol es mi pasión. Todo el tiempo pienso en la frase de Nietzsche, “madurar es reencontrar la seriedad con que juega un niño”, para darme cuenta de que este es el momento más liviano de mi vida. Estoy haciendo lo mismo que hacía en mi habitación cuando era chiquito: pensar en caricaturas parecidas a las del Profesor Super O, el programa educativo que me hace tan feliz, y vivir enloquecido por el fútbol (perderme en las jugadas, los colores, el negocio oscuro y la gesta del fútbol) como cuando vivía de muerte porque todo el mundo me decía que era una niña muy linda y yo hacía todo lo que podía para probarles que solo era andrógino. Vivo feliz. Me tomo en serio mi oficio de comentarista, pero no me tomo en serio a mí mismo. Y hago un trabajo que me obliga a pensar solo en el presente.
Santiago Moure: Pero es cierto que somos las personas de las que nos reíamos: un actor de telenovelas y un comentarista deportivo. Contribuimos al adormecimiento de las conciencias por medio de los dos pilares de la manipulación de la sociedad: les damos telenovelas predecibles y partidos de fútbol arreglados mientras se los están enclochando por detrás. Hoy somos sicarios intelectuales. Y, aunque me produce una gran intranquilidad, siempre concluyo que venderse al sistema es pura cuestión de plusvalía. Y que todavía hay muchos márgenes por pisar: que uno va descubriendo las cosas de la vida como va descubriendo los lados B de los discos, que siempre va encontrando, como yo he encontrado en la actuación, caminos que no se imaginaba. Logra, por ejemplo, disfrutar esta entrevista.
Martín de Francisco: Mi problema es que me juzgo muy duro. Vivo arrepentido. Me gusta trabajar en radio porque no se me ve la cara de vergüenza por todas las güevonadas que digo. Y ahorita en un rato, cuando nos despidamos, voy a comenzar a pensar en las locuras que dije. Me ha cobijado mucho la fama de estos manes tan inteligentes, Moure, Noguera y Vives, pero todo el tiempo siento que me van a pillar: que los que compren el DVD de El siguiente programa van a descubrir pronto que soy muy bruto. Siempre le he quedado mal a SoHo. Y estoy seguro de que, en castigo, esta va a ser la entrevista que me va a sacar del clóset de la brutalidad.
Santiago Moure: A mí, en cambio, lo único que me preocupa son las fotos. Yo veré ese Photoshop.






Y eso es todo. Apago la grabadora porque ya me han dado la respuesta sincera que esperaba. Ahí, en el patio del apartamento de De Francisco, que hace cuatro años fue el apartamento de Moure, el primero confiesa que tuvo que limpiar las malas energías que dejó el paso del segundo y el segundo reconoce que en aquella época estuvo apunto de perder el rumbo por completo. “Siempre que vengo espío un poco porque viví aquí un buen tiempo”, dice Moure: “Entre esas matas había una virgen rota que Martín quitó”. “Precisamente por eso —aclara De Francisco—, porque estaba rota”. Entonces, porque siento que no sobra, les pregunto si se caen bien. Y me tomo el atrevimiento de publicar la respuesta porque me dicen ese “sí” que dicen los condenados a ser dos hermanos.

__________________




Malamadre no está en línea   Responder Citando
 
Page generated in 0,09317 seconds with 11 queries