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Antiguo 23-08-2013 , 21:54:06   #7
arcangelnegro9
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Predeterminado Respuesta: John Wayne Gacy: "El Payaso Asesino"

Una semana después de empezar las tareas de rescate, el doctor Robert Stein, forense del condado de Cook, tenía ya veintisiete cadáveres en el depósito. El número de víctimas encontradas en la casa de Gacy alcanzaría finalmente el número de veintinueve, más cuatro descubiertas en el río.Después de extraer los veintinueve cadáveres, sólo quedó el armazón de la casa, que fue declarada insalubre y demolida en primavera. La parcela vacía era la atracción de los turistas morbosos que se quedaban desilusionados al ver sólo una especie de ciénaga amarilla.

A finales de abril, con el descubrimiento del cuerpo de Robert Piest en el río Illinois, en Dresden Dam, terminó el recuento de las víctimas de Gacy. Los padres del muchacho crearon la Fundación Robert J. Piest para luchar contra el crimen de menores.Mientras tanto, en el hospital psiquiátrico de Chicago, Gacy fue sometido a un examen médico. El asesino pretendía que la mayoría de los crímenes habían sido en defensa propia, incluyendo el primero, el del chico de la terminal de autobuses. Otros tuvieron lugar en el curso de peleas: la que precedió al crimen de Butkovich fue a propósito del salario; la anterior a la muerte de Godzik fue sobre drogas; en el caso de Szyc fue sobre un coche, etc., aunque estas versiones fueron variando continuamente y al final sólo reinaba el caos. Lo que era cierto es que John Wayne Gacy, en su doble vida, había asesinado a veintinueve jóvenes sin sentir el mínimo remordimiento.El juicio se abrió el 6 de febrero de 1980, presidido por el juez Louis B. Garippo, con un discurso en el cual uno de los fiscales, Robert Egan, declaró que el acusado era un hombre demoníaco. El abogado defensor, Robert Motta, trató de demostrar que un hombre que duerme con veintinueve cadáveres en su casa no es más que un loco.Se supo después que Gacy estaba furioso con sus abogados por no haber imaginado y planeado algo para obtener la absolución. El examen psiquiátrico demostró que el inculpado no sentía remordimiento alguno por los crímenes y siempre tenía una buena excusa para justificarlos.Al segundo día testificaron los padres de las víctimas, algunos perdieron el conocimiento y muchos de ellos lloraron. Gacy les miraba con desprecio e irritación, convencido de que todo era puro teatro. Unos días más tarde, dos adolescentes que habían vivido en casa del asesino y según él fueron sus amantes, se sentaron en el estrado de los testigos.

David Cram y Mike Rossi contaron cómo Gacy los había hecho cavar zanjas en el sótano, diciéndoles que eran para unas tuberías. Luego, los policías que lo interrogaron en comisaría dieron fe de las confesiones. Uno de ellos, Greg Bedoe, relató que el acusado recitaba el Salmo 23 a una de sus víctimas mientras la estrangulaba. Gacy había explicado que el chico era un masoquista, y que le estaba haciendo “un favor”.La defensa empezó llamando al estrado a Jeff Rignall, que contestó a las preguntas del abogado Sam Amirante y describió la noche de violación y tortura a la que lo sometió Gacy. Convino en que un hombre capaz de hacer tales cosas no podía estar en posesión de todas sus facultades mentales. El fiscal Willian Kunkle, subrayó que el testigo estaba escribiendo un libro sobre su encuentro con el acusado y que su presencia en el tribunal no tenía más objeto que promocionarlo.
Indudablemente, los psiquiatras tuvieron el papel más importante del juicio. El doctor Thomas S. Eliseo declaró que la inteligencia de Gacy estaba muy por encima de la media pero que, según las pruebas, se trataba de un esquizofrénico paranoico. Sin embargo, Kunkle disminuyó su credibilidad, preguntándole si creía que el hombre del banquillo había cometido treinta y tres crímenes sin ser consciente de hacer el mal.El segundo psiquiatra de la defensa, Lawrence Z. Freedman, explicó que Gacy era una de las personalidades más complejas que jamás había conocido, e insistió en que era un psicótico. Estuvo de acuerdo con su colega anterior en que la psicosis probablemente empezó en la cárcel de Anamosa, alrededor de las Navidades de 1969, cuando murió su padre.

Subrayó también la falta completa de sentimientos del acusado al relatar sus crímenes, y avanzó una explicación interesante de los asesinatos. John Wayne Gacy odiaba profundamente a los homosexuales; no se consideraba como tal, sino bisexual. Una vez comentó a la policía que sus víctimas “merecían la muerte”. Según el doctor Freedman, el acusado proyectaba su propia homosexualidad culpable sobre sus víctimas en un intento pervertido de protegerse. Otros dos psiquiatras, los doctores Robert Traisman y Richard G. Rappaport, testificaron también sobre la personalidad del inculpado. Rappaaport fue sometido a un duro interrogatorio por parte del fiscal Kunkle, pero siguió manteniendo que el sadismo del acusado era una forma de reacción contra un padre tirano y alcohólico.El testimonio de este psiquiatra encantó a Gacy, que sonreía a los miembros del jurado como si les dijera que escucharan atentamente. Parecía menos contento cuando Robert Donelly describió la temible noche que pasó en su casa, soportando alternativamente violación e intentos de estrangulamiento. Le gustó menos todavía el informe del psiquiatra Arthur Hartman que afirmó que, a pesar de ciertos trastornos de la personalidad. Gacy no estaba loco. El doctor Robert A Reifman lo confirmó al explicar que era “un clásico narcisista”, tan preocupado en quererse a sí mismo que las demás personas apenas existían para él. “No puedo creer que existan treinta y tres casos de locura temporal”, terminó diciendo. El hecho de que Gacy obligara a Cram y Rossi a cavar tumbas en el sótano, indicaba que planeaba los asesinatos. Según él, el acusado fingía la locura; tesis que fue confirmada por otro psiquiatra de la acusación, el doctor James Cavanaugh.En el alegato final, la acusación repitió que John Wayne Gacy era un demonio de maldad. La defensa sostuvo de nuevo la teoría de la enajenación mental. El Dr. Morrison apareció como testigo psiquiátrico y declaró que Gacy tenía "el maquillaje emocional de una infante". El 12 de marzo de 1980, el jurado tardó sólo dos horas en decidir que estaba de acuerdo con la acusación: Gacy no estaba loco. Al día siguiente, el juez Garippo le condenó a muerte en medio de los aplausos del tribunal.Gacy, encadenado pero con aire desafiante, se adentró en su nuevo hogar: el Corredor de la Muerte de Illinois, un lugar poco acogedor donde residiría por varios años, durante los cuales debería soportar ataques físicos. Situado en la confluencia de la carretera estatal 150 y Kaskaskia Street, aquel edificio de ciento veinticinco años de antigüedad se alzaba exhibiendo una mezcla de arquitectura federal y renacentista griega, a escasa distancia de unas vías ferroviarias donde las malas hierbas asomaban entre la gravilla.Bajo las nubes y la pesada lluvia de Illinois, la fachada ladrillo marrón con su imponente pórtico de cuatro pilares semejaba las fauces de un monstruo. A unos cuantos metros de allí corría un tramo particularmente apagado del río Misisipí, un río que John Wayne Gacy no podía ver.En el interior de aquella estructura sombría, al igual que otros cincuenta condenados, esperaba a que el tribunal aprobara su apelación o a que una inyección letal (un cambio por la silla eléctrica a la que había sido sentenciado en un principio) pusiera fin a su vida.La mayoría de los abogados y psiquiatras se olvidó de Gacy una vez no hubo sueldo que cobrar. Uno o dos doctores intentaron obtener más información para sus libros, pero no llegaron muy lejos. Robert Egan, uno de los fiscales del caso, se embarcó en una especie de espectáculo barato en el que exhibía diapositivas y pronunciaba un discurso cargado de humor negro con ánimo de estimular a los fanáticos que asistían a las convenciones de películas de terror.
Gacy se integró al Coro de la prisión. La psiquiatra Helen Morrison, quien había fungido como testigo en el juicio, le pidió a Gacy que empezara a escribir sus sueños. En su libro Mi vida con los asesinos en serie, transcribe algunas de las cartas de Gacy:

“Me fui a dormir a las 21:35. A la 01:53, me desperté semidormido y oriné. Soñé con la agenda del día y me desperté para desayunar. He soñado con un desfile a través de un cementerio con grandes bandas de música y una formación colorida para que esas dos personas ricas se casaran en una especie de 'Jovencito" conoce a 'Jovencita’. Los invitados a la boda y al funeral eran gente que conocía de la escuela primaria y secundaria. Parece que yo los había reunido a todos. El desfile recorría un bonito jardín, limpio, grande y perfectamente podado. Con mucha música de fondo”.
En junio de 1983, Gacy le escribió a Helen Morrison una carta diciéndole:

“Durante el mes de mayo recibí 143 correos y envié 59. Durante 1982, recibí 1,167 e-mails. De las 8,760 horas del año estuve fuera de mi celda 2,274 horas y 20 minutos. Envié 568 unidades de correo, me di 353 duchas, me tomaron la presión 16 veces y de las 1,095 comidas que se sirvieron, comí 463. Hoy se cumple mi 39 mes aquí.

“He estado ocupado enyesando y pintando. Han cambiado la sala de visitas y yo iba a encargarme de la remodelación, pero, después de pensármelo, les dije que deberían contratar a otra persona. No me importa trabajar para ellos, pero construir zonas de seguridad no está contemplado en el código de internos y sólo me comportaría problemas. Una vez construida, me encargué del encolado y el enyesado, y ahora ya sólo me queda pintar.


“Un preso me atacó con un lápiz. Me lo clavó en el brazo izquierdo, a unos cuatro centímetros de profundidad. Perdí mucha sangre, pero me hicieron una trasfusión en el hospital. La semana pasada me enfrenté a un tipo en la biblioteca, que me pidió que le acompañara al cuarto trastero para hablar, junto con otros cuatro tipos de su banda. Informé al capitán delante de él de que aquel individuo me había amenazado, pero lo único que me dijo fue que fuera y le diera una patada en el culo.


“En realidad, no tengo miedo de él, sino de mí mismo. No creo en las peleas, nunca he creído en ellas, pero, si tengo que dar ejemplo, entonces alguien podría resultar muerto. Le pregunté al tipo con qué parte de mí quería hablar y con cuál quería pelear. No me respondió, simplemente se fue. Sin embargo, antes o después, dejará de funcionar. Me da miedo herir a alguien. Porque una vez que empieza, pierdo el control sobre ello…”


Gacy fumaba hasta una cajetilla de cigarrillos al día. Permaneció en prisión catorce años, entre apelaciones y posposiciones de la ejecución. Su madre siempre sostuvo que era inocente, pese a las pruebas en su contra.Convenció a las autoridades para pintar su celda de color azul cielo. Poco después de que lo sentenciaran al Corredor de la Muerte, empezó a pintar lienzos con óleo. Como en el caso de Issei Sagawa “El Caníbal de Japón”, terminó convirtiéndose en un artista plástico cuyas obras se cotizaban muy caras, debido a que se trataba de un asesino en serie.En general, dibujaba payasos como “Pogo”, el pavoroso animador de boca aterradora y distorsionada en el que Gacy se convertía, cuando era libre, para hacer reír a los niños. En dos años pintó doscientas cincuenta obras que vendió por diez mil dólares.
Después se puso a pintar payasos, calaveras, paisajes, retratos de criminales y asesinos en serie a los que admiraba, como Al Capone, Adolf Hitler, Ted Bundy, Jeffrey Dahmer, Ed Gein, David Berkowitz, Albert Fish y el Asesino del Zodíaco. También realizó autorretratos. Montó varias exposiciones dentro y fuera de prisión y vendió sus cuadros en buenos precios, pese a sus obvias deficiencias como pintor.
Durante aquella época, un empleado del gobierno causó un gran revuelo al adquirir una de sus obras, revuelo que se convirtió en escándalo cuando se descubrió que se trataba de Mars Kennedy, el fotógrafo del gobernador James Thompson.
Dicho gobernador intentó ordenar que las pinturas de Gacy fueran retiradas de la Feria Estatal de Illinois, donde se exhibían quinientas piezas de arte realizadas por presos, pero su decreto llegó demasiado tarde: las seis obras que Gacy expuso se vendieron en un abrir y cerrar de ojos. Muchas de las pinturas de Gacy fueron vendidas en una subasta luego de su muerte.Durante los meses previos a su reclusión, y mientras concedía entrevistas a Robert K. Ressler, Gacy enviaba cartas con su monograma y la frase: "Ejecuten la Justicia, no a los Hombres".`Pero llegó su hora. Mientras las agujas del reloj se aproximaban a la medianoche del 9 de mayo de 1994, una multitud integrada por varios cientos de personas aguardaba en el exterior. Algunas rezaban arrodilladas, mientras otras bebían y alborotaban como si estuvieran en un concierto de rock. Quedaba una última oportunidad de que el gobernador modificará la condena a cadena perpetua en prisión, pero no ocurrió
En el interior, un empleado de la prisión sujetó con firmeza al asesino en serie más célebre de Estados Unidos con seis cuerdas a una camilla metálica con ruedas. Refunfuñando, los familiares de las víctimas fueron trasladados a la sala del sótano, no para presenciar la ejecución, sino para ver las noticias que la cadena televisiva local emitía en directo.John Wayne Gacy había comido un plato de pollo frito, langostinos y fresas que costó dieciocho dólares. El día antes estuvo arropado por familia. Incluso los dos hijos que tuvo con su primera esposa acudieron a hablar con él por última vez. Finalizadas las despedidas, Gacy no dejó de hablar hasta el último momento: “Quitarme la vida no compensará por las vidas de los demás. Esto es sólo un asesinato de Estado”, le dijo al guardia de la cámara de la muerte.Colocaron a John Wayne Gacy dos agujas en el brazo, una adicional por si la primera no funcionaba. Un equipo del personal de la cárcel supervisó su corazón. Justo cuando una gota salió y empezó a fluir con lentitud por las venas de su brazo, se abrió la cortina y los testigos quedaron a la vista en la sala contigua. Sus últimas palabras fueron: “¡Bésenme el culo!” Luego, la dosis doble de pentotal sódico anestésico que se le suministró a través del brazo derecho, lo durmió en cuestión de segundos. Se estiró ligeramente, gimió y emitió un grito ahogado. Sus manos, con los puños cerrados, quedaron sin vida. El bromuro de pancuronio le dejó los músculos rígidos y su respiración cesó. Por último, el cloruro de potasio detuvo el corazón. La muerte acechaba a Gacy desde hacía mucho tiempo, y al final lo doblegó, con ayuda de una sobredosis de anestesia y un paro cardiorrespiratorio que se produjo cuando estaba dormido. Unos treinta testigos empezaron a susurrar al contemplarlo con la tez lívida por la muerte.Gacy se había ido. Ya no volvería a torturar, a violar ni a matar, no volvería a estrangular ni a ahogar a sus víctimas. Fue declarado muerto a las 12:58 de la mañana. El cadáver se cargó en una furgoneta para trasladarlo a la sala de autopsias, pero los medios de comunicación la persiguieron, de modo que se metió a escondidas en un segundo vehículo para esquivar a los reporteros. Además del patólogo que iba a practicar la autopsia, un policía alto y corpulento permanecía de pie en silencio. Era raro que un policía estuviera presente durante la autopsia de un convicto, pero dada la notoriedad de Gacy y la atención que recibía de la prensa, su presencia era necesaria.Se extrajo el cuerpo cianótico de Gacy de la furgoneta y se depositó sobre una mesa de aluminio. Luego se abrió el tronco del cadáver y se extrajeron los órganos internos, se midieron y se etiquetaron. Luego, con la doctora Helen Morrison como ayudante, el patólogo abrió cuidadosamente el cráneo de Gacy con una sierra eléctrica y extrajo el callo.A continuación apareció el cerebro. Lo extrajeron e introdujeron en un tarro de vidrio lleno de formalina, una mezcla de gas de formaldehído y agua. Esta solución tiene dos funciones: impedir la descomposición y espesar la materia para que se pueda tocar sin romperla. No había anomalías visibles. Se cortó su cerebro en láminas y se colocó en el microscopio, listo para su estudio. Tiempo después, Helen Morrison se llevó a su casa el cerebro de Gacy para guardarlo como recuerdo.


MUY LARGA PERO ES LA HISTORIA DE LA VIDA COMPLETA DE UNO DE LOS ASESIONOS EN SERIE MAS FAMOSOS DE LOS ESTADOS UNIDOS

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