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Antiguo 23-08-2013 , 21:45:19   #6
arcangelnegro9
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Predeterminado Respuesta: John Wayne Gacy: "El Payaso Asesino"

Gacy tenía el problema de deshacerse del cadáver. Ya no quedaba espacio en el sótano que había debajo de la casa, ni en los demás lugares. Fue un día de tensión para los nervios del contratista, quien se preguntaba si la policía iba a volver con una orden de registro. Al anochecer, cuando se disponía a sacar el cuerpo para meterlo en el coche, un antiguo empleado suyo llamó a la puerta para pedirle unas luces para el árbol de Navidad. “Están en el desván”, le comentó y subió corriendo antes de que el joven, que conocía la casa, se ofreciera a subir él mismo. Después de marcharse el visitante, Gacy se dio prisa en envolver el cadáver en una manta y llevarlo al coche. Se dirigió hacia el sur, al puente de Kankakee sobre el río Des Plaines, tiró el cargamento al agua y volvió a gran velocidad al pueblo, donde lo esperaba el teniente Kozenczak. El coche patinó sobre la carretera helada, aterrizando en una espesa capa de barro que cubría la ribera. Un guardia en la autopista vio el coche y preguntó al conductor empapado en sudor si necesitaba una grúa, pero su tacañería habitual lo hizo declinar la oferta, con el propósito de mover él solo el coche levantando la rueda de atrás con el gato, y colocando debajo la de repuesto. Al no funcionar, aceptó llamar a una grúa, que llegó veinte minutos más tarde, sacó el vehículo del barro y lo dejó en la carretera.
Robert Piest con sus perros

Gacy, que no quería pagar, pretendió ser un oficial de policía e intentó convencer al mecánico para que cargara la factura del remolque al Departamento de Alumbrado del condado de Cook, pero al ver que éste se negaba rotundamente, abrió su maletín y sacó veinte dólares. Luego, a las 03:30 de la madrugada, se dirigió a la comisaría, donde le extrañó que Kozenczak no estuviera esperándole. Cuando el policía regresó a su despacho al día siguiente, le comunicaron que Gacy se había presentado por fin a las 03:30 horas, cubierto de barro y alegando un accidente de coche.Gacy volvió a la comisaría justo antes del mediodía. Parecía tener ganas de hacer confidencias, y pidió disculpas por no haber acudido el día anterior, ya que su coche se había quedado bloqueado en la nieve. Una vez más, negó rotundamente saber nada sobre Robert Piest. No parecía tener prisa en marcharse, y charló largo rato sobre su buen negocio de construcción, que facturaba un millón de dólares al año, y de sus influyentes amigos como el alcalde de Chicago y Rosalyn Carter, la esposa del presidente. Trabajaba como voluntario para el Partido Demócrata local y era muy conocido por sus actividades caritativas. Incluso seguía visitando el hospital de la región y se disfrazaba aún de “Pogo, el Payaso” para divertir a los niños enfermos.Mientras el policía Pickwell mantenía con el sospechoso esta conversación, Kozenczak obtenía una orden de registro. A las 15:30 horas le anunciaron que tenían una orden y le pidieron las llaves de su casa. Mientras las entregaba, algo en su conducta impasible les hizo sospechar que no encontrarían el cuerpo del chico desaparecido en aquella casa. Era cierto, pero no del todo: sólo cinco minutos bastaron para confirmar las peores sospechas del teniente. El lugar estaba repleto de libros sobre homosexualidad y pederastia, con títulos como Adolescentes callados; Sexo entre hombres y chicos; y la Guía gay americana. Hallaron también videos pornográficos, un par de grilletes y una larga cuerda de nylon. Y más siniestro todavía: una alfombra con algo que parecía manchas de sangre. Pero no había indicio alguno que indicara que Robert Piest hubiera estado en la casa. Los policías encontraron lo que podía ser una pista: una nota de revelado de fotografías de la farmacia Nisson. Cuando se lo enseñaron a la madre del muchacho, ésta supuso que debía pertenecer a la novia de su hijo, Kim Beyers, y la chica sin dudarlo un momento lo confirmó. Había pedido prestada la chaqueta a Robert unos días antes de la desaparición, y olvidó la nota en el bolsillo. Pudo acordarse incluso de dos cifras del número de serie. Kozenczak tenía ahora la prueba de que Robert Piest había estado en casa de Gacy e intuía que lo más probable es que estuviera muerto. Pero, ¿dónde estaba el cuerpo? El contratista había tenido tiempo de esconderlo, sin arriesgarse a hacerlo de día, en las veinticuatro horas que transcurrieron hasta que se presentó en la Comisaría de Policía.Helicópteros y perros de la policía rastrearon el bosque al borde del río de Des Plaines, pero no encontraron ni rastro del adolescente, Cabía la posibilidad de que el cuerpo estuviera sumergido en el río. Mientras tanto, Gacy empezaba a mostrar signos de tensión, quizá porque los policías encargados de seguirle no se esforzaban mucho en disimular su presencia para así ponerlo nervioso. Contó a un amigo contratista, llamado Donald Czama, que la policía intentaba colgarle una acusación de drogas, y le convenció para que fuera a su casa y viera si seguían allí, pero no había nadie. Czarna pensó que su amigo, una persona tan buena, era inocente y sufría el hostigamiento de la policía. Este apoyo de su colega animó a Gacy a pasar a la ofensiva y presentó una reclamación en el Tribunal de Derechos Civiles del distrito de Chicago por $750,000.00 dólares en concepto de daños y perjuicios, en la que exigía además el cese inmediato del acoso a que se veía sometido.Pero, una semana después de la desaparición de Robert Piest, se veía claramente que Gacy se estaba derrumbando; presentaba un aspecto ojeroso y sin afeitar, y llegó a conducir tan imprudentemente que los agentes que le vigilaban tuvieron que pararlo y aconsejarle precaución. Un día cogió el coche para dar un largo paseo sin rumbo y, al final del viaje, invitó a los dos oficiales de policía que lo seguían a visitar su casa. Fue un error. Nada más penetrar en la casa, el oficial Robert Schulz reconoció el olor dulzón y nauseabundo que impregnaba el caluroso ambiente. Se trataba, sin lugar a dudas, de la presencia de un cadáver. Los policías que habían registrado anteriormente el bungalow no lo habían detectado, ya que la calefacción no funcionaba ese día y el ambiente era gélido.Kozenczak decidió que había llegado la hora de arrestarle. El olor, que provenía del conducto de la calefacción sólo podía significar una cosa: había cadáveres debajo de la casa. El 21 de diciembre la policía rodeó el coche de Gacy y lo arrestó por tenencia de marihuana: pocos minutos antes lo vieron entregar droga al encargado de un garaje. Lo condujeron a su casa y la policía le anunció que iban a levantar las tablas del piso del sótano, lo que hizo que el detenido se pusiera pálido a la vez que decía que no era necesario. Explicó que, enterrado debajo del garaje, estaba el cuerpo de un hombre que había matado en defensa propia, y que el emplazamiento estaba marcado con una cruz en el suelo. Pero los agentes no se dejaron engañar y registraron la casa a fondo. A esas alturas, la policía no iba a perder el tiempo perforando el suelo de cemento.Encontraron una trampilla oculta en el suelo de un armario del salón y al abrirla, apareció ante sus ojos un charco oscuro de agua fétida. Vieron una clavija suelta y un enchufe en la pared, lo conectaron, y una bomba se puso en marcha debajo de ellos. El agua tardó un cuarto de hora en vaciarse y cuando desapareció por completo, un técnico de la oficina del sheriff, Daniel Genty, pudo bajar y dar tres pasos en el fango del pasadizo para hundir un pico en el lodo; se sobrecogió por el hedor de putrefacción.
El instrumento había puesto al descubierto una porción de sustancia viscosa y jabonosa, que reconoció como resultado de la carne en descomposición. Unos segundos después levantó con el pico el hueso de un brazo humano. Evidentemente, no se trataba del cuerpo de Robert Piest, que no hubiera podido descomponerse de esta manera en el poco tiempo transcurrido desde su desaparición. Pero si no era el cuerpo del muchacho, ¿de quién era? Genty llamó a Kozenczak: “Ya pueden acusarlo de asesinato”, le dijo.


La llegada de los coches de policía y de las ambulancias delante de la casa del contratista causó un gran revuelo: los vecinos no se lo podían creer. Todos le conocían como un buen tipo, amable y servicial. Conocían los recientes problemas con la policía porque les contó que había entablado acción judicial contra ellos.Sin embargo, por lo menos un amigo suyo sabía que era sospechoso de algo más grave que de posesión de marihuana. Poco antes de ser arrestado, Gacy fue a ver a su amigo Donald Czarna al borde de la histeria, y le dijo con voz quebrada: “Se acerca el fin. He matado a treinta personas”. Reclinó la cabeza sobre su hombro y se puso a llorar.Gacy permaneció en la jefatura central de policía confesando siete años de violentos asesinatos. Su rostro no tenía expresión, como si estuviera bajo el efecto de un shock o de drogas. A ratos caía en un estado semicomatoso, del cual despertaba con un espasmo y sin saber dónde estaba. Si se trataba de una representación, había que reconocer que era muy convincente. Según dijo, él no había cometido esos crímenes. El culpable era un siniestro alter ego llamado “Jack el Malo”, que odiaba a los homosexuales y los mataba. Pero esa historia no aclaraba por qué había matado a Robert Piest, que no era homosexual ni prostituto. Gacy intentó explicarlo sin sonar muy convincente.

A medida que cavaban en el sótano hediondo, los investigadores se daban cuenta de que John Wayne Gacy era uno de los peores asesinos de la historia estadounidense. Uno después de otro, iban apareciendo los cuerpos de jóvenes, la mayoría de ellos en avanzado estado de descomposición.Los especialistas tuvieron que trabajar en condiciones repugnantes. Tomaron toda clase de precauciones sanitarias, llevaban trajes desechables y máscaras antigás, pero, aun así, el metano que flotaba en el aire los mareaba y terminaba por ponerlos enfermos. Al terminar, tenían que bañarse con desinfectantes.
http://4.bp.blogspot.com/_neT8fdNk1Ls/S7Ov7X5Rc2I/AAAAAAAAPww/Eb4-I6Eh73E/s320/Desenterrando+cuerpos+(006).jpg
El primer día sacaron dos cuerpos de la casa de Gacy; el primero, totalmente cubierto de cemento, y el otro, envuelto en plástico. Al día siguiente, aparecieron tres más, uno de ellos debajo del suelo. Un carnet de conducir a nombre de Frank Landingin indicó que el contratista era también responsable de la muerte de un joven barbudo, cuyo cadáver desnudo se había rescatado del río en noviembre, y que se pudo identificar gracias a las huellas dactilares.Otros carnets de conducir y de identidad permitieron conocer la personalidad de otras víctimas. Días más tarde se extrajeron los restos de diez personas, y horas después, de otras seis. Tres de ellas estaban tan cerca y en un estado de descomposición tan similar, que la policía supuso que fueron eliminadas en la misma fecha.Los asesinatos estaban provocando un escándalo a nivel nacional. La casa estaba rodeada día y noche por periodistas cámaras de televisión, y cada noticiario mostraba el aspecto de una vivienda normal, con sus luces de Navidad. La banalidad de la casa y la apariencia completamente inofensiva de su dueño aumentaron el escándalo y la repulsión de los televidentes al descubrir la espantosa realidad de los actos de Gacy.






Los padres con hijos desaparecidos temblaban con la idea de que el suyo pudiera estar sepultado en aquel sótano. Los temores de algunos de ellos se confirmaron. Entre otras, se encontraban las familias de los adolescentes John Butkovich (desaparecido desde agosto de 1975), Gregory Godzik, John Szyc y Rick Johnston.


Última edición por arcangelnegro9; 23-08-2013 a las 21:46:35
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