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Antiguo 23-08-2013 , 21:37:17   #5
arcangelnegro9
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Predeterminado Respuesta: John Wayne Gacy: "El Payaso Asesino"

El 20 de enero de 1977, John Szyc, de diecinueve años, también empleado de Gacy, desapareció. Nueve meses después, surgió una pista sobre la desaparición de Szyc. Un muchacho llamado Mike Rossi fue arrestado por un delito menor cuando conducía el coche de John Szyc. Rossi los remitió al hombre en casa de quien vivía, John Wayne Gacy, el cual explicó tranquilamente que había comprado el coche al adolescente porque éste le dijo que necesitaba dinero para irse de la ciudad. La policía una vez más le creyó: después de todo, era un ciudadano respetable. Cuando nevaba, Gacy se ofrecía para limpiar el camino de entrada de los vecinos con un quitanieves y estaba considerado como un hombre que bebía con moderación y desaprobaba las drogas.

Gacy empezaba a tener mala reputación entre los jóvenes homosexuales de Chicago. Un tal Jamie fue a su casa poco tiempo después de su divorcio y se quedó estupefacto cuando lo golpeó brutalmente en la cara. Se las arregló para tener las manos libres, pero fue arrojado en la cama y salvajemente violado. Ya que había aceptado satisfacer los deseos de Gacy, la fuerza no fue necesaria. Se dio cuenta de que el contratista era uno de esos hombres que tienen que hacer sufrir para poder gozar. Después de violarle, le dio cien dólares al chico y lo acompañó a su casa. Había recibido tantos golpes, que no pudo trabajar durante un mes.

Otro caso fue el del chico Robert Donelly. Había aceptado ir a su casa para hacer un número sadomasoquista, pero no se esperaba lo que realmente pasó. Su cliente lo esposó, y se pasó la noche apretándole el cuello hasta hacerle perder el conocimiento, violándolo y metiéndole la cabeza debajo del agua en la bañera hasta provocarle desmayos. Cuando recuperaba la conciencia, Gacy volvía a sumergirle la cabeza hasta que volvía a perder el conocimiento. Así, una y otra vez; en todas las ocasiones, pensó que moriría.Al otro día, Gacy lo desató, le dio dinero y lo dejó marcharse. Donelly lo denunció ante la policía. El 6 de enero de 1978, Gacy fue arrestado y conducido a la comisaría. Pero como el muchacho había aceptado tener ese tipo de relaciones, la policía decidió no seguir adelante con el caso. Otro joven contó cómo Gacy, haciéndose pasar por un policía, lo había “arrestado” una noche y llevado a su casa. Allí sufrió el mismo tratamiento que Donelly. Cuando finalmente le dejó marchar, le dijo que no le convenía avisar a la policía porque no le creerían. Aunque parezca increíble, así fue.
El incidente que estuvo a punto de causar la ruina de Gacy ocurrió en primavera. El 21 de marzo de 1978, un homosexual de veintiséis años, Jeffrey Rignall, aceptó subir en el coche de un hombre gordo y divertido en las primeras horas de la madrugada. En el camino, éste le ofreció un cigarro de marihuana y se lo fumaron mientras charlaban. De pronto, el gordo paró el coche y le puso un trapo húmedo en la cara. Olía a cloroformo. Rignall se despertó en un sótano, con la cabeza y las manos inmovilizadas en una especie de picota. En la pared había la foto de un payaso y el suelo estaba cubierto de látigos de cuero. Le habían arrancado toda la ropa.
Gacy lo violó y lo durmió con el anestésico repetidas veces. Finalmente, el joven se despertó en medio de la nieve de un parque, en lamentable estado físico. Un examen médico reveló que su hígado estaba afectado irreversiblemente por culpa del cloroformo. Jeff Rignall estaba furioso y decidió dar con su agresor. Durante un mes montó guardia en las entradas de la avenida, sentado en un coche, esperando ver el vehículo negro y al conductor obeso. A finales de abril, lo reconoció y siguió su vehículo para poder anotar la matrícula; luego acudió a la policía para notificar que había encontrado a su agresor. Identificó a John Wayne Gacy en una foto, pero a pesar de ello, los agentes juzgaron que las pruebas eran insuficientes para acusarle. La víctima buscó un abogado y solicitó un mandamiento civil de arresto.
Jeffrey Rignall tras el ataque de Gacy

Mientras tanto, Gacy estaba en el desfile del Día de la Constitución y estrechaba la mano de Rosalynn Carter, la esposa de Jimmy Carter, entonces presidente de los Estados Unidos; una mujer que, curiosamente, también había estado cerca de otros dos célebres asesinos: Ted Bundy y el reverendo Jim Jones.Cuando supo lo de la orden de arresto, presentó rápidamente una reconvención, diciendo que Jeff Rignall había querido anestesiarle con una droga. Gacy, una vez más, quedó en libertad. El sótano de su casa estaba tan lleno que ya no cabía ningún cadáver. Gacy había sepultado los cuerpos en forma de círculo. Al ver que no le cabían más, sepultó a otros en la entrada de su casa e incluso debajo de la casa de su madre. Ya no le cabían más.Sobre el asunto de Rignall, Gacy declaró: “Jeff Rignall afirma que en julio regresó a mi casa con un amigo en su furgoneta. Vino hasta mi casa y se apoyó en la verja. Pero en mi casa no hay verja. Afirma que llamó al timbre y esperó a que mi madre acudiera a abrir la puerta. Pero en mi casa tampoco hay timbre. Dice que estaba atado y que alguien le estaba metiendo un atizador por el culo mientras un tipo rubio le hacía una felación. Nunca he participado en un trío. También afirma que puede identificarme porque tengo estrías. Nunca, ni cuando estaba más gordo, tuve estrías”.
A mediados de junio, un joven llamado Tim O'Rourke fue a verle a propósito de un trabajo. El cuerpo del muchacho se encontró en el río Des Plaines. Ocurrió lo mismo con el de Frank Landingin, abordado el 3 de noviembre de 1978.
Frank Landingin

Y también pasó lo mismo con el cadáver de James Mazzara, que desapareció a finales de noviembre mientras buscaba alojamiento. Lo peor era que los vecinos se quejaban del hedor que siempre brotaba del sótano de Gacy. Inclusive cuando daba fiestas a las que invitaba a más de cien personas y cocinaba carnes en enormes asadores, la gente percibía aquel tufo.
James Mazzara

A sus fiestas iba la crema y nata de la ciudad; el alcalde estaba allí siempre presente, además de empresarios, comerciantes, políticos y respetables familias. Una de sus fiestas fue de disfraces y se vistió como un soldado confederado. Su madre siempre estaba allí presente. Muchas mujeres coqueteaban con Gacy, pese a los rumores sobre su homosexualidad, y él les devolvía cumplidamente sus coqueteos.Para combatir el mal olor, Gacy intentó muchas cosas: esparció lima, desinfectantes, desodorantes, pero el olor era insoportable. Luego, comenzaron a pulular larvas y gusanos que salían de allí y llegaban a las casas vecinas. Llamó a un hombre dedicado a exterminar plagas, pero cuando este bajó al sótano, se encontró con que estaba infestado de alimañas y que el hedor era insoportable. Un fontanero revisó las tuberías de la casa, pero no pudo hacer nada. Gacy desesperaba: pasaba el día trabajando y por la noche tenía que aguantar aquel olor, que además le causaba conflictos con los vecinos. Cubrió una parte del piso con cemento, pero no sirvió de nada. Mientras tanto, seguía matando muchachos exitosamente. Pero el éxito volvió a Gacy tremendamente descuidado. Cuando abordó a Robert Piest, su última víctima, dejó inconscientemente una estela de pistas detrás de él.
Robert Piest

La tarde del 11 de diciembre de 1978, Elizabeth Piest estaba sentada en un taburete frente al mostrador de caramelos de la farmacia Nissson, en Des Plaines, cerca de Chicago, esperando a que llegara su hijo Robert, de quince años. Había ido a recogerle a su trabajo por la tarde, pero éste le había pedido que esperara mientras hablaba con un contratista para conseguir un empleo de verano. Hacía un frío glacial aquella noche y la nieve se había endurecido en el suelo. Chicago podía ser la ciudad más fría de Estados Unidos durante el invierno, y a la señora Piest no le gustaba la idea de que su hijo volviera a casa andando. Finalmente, pidió a la dependienta que le avisara por teléfono cuando su hijo regresara, y volvió a su casa algo preocupada. Robert sabía que su madre cumplía cuarenta y seis años y que el resto de la familia, su padre, su hermano mayor y su hermana, le estaban esperando para empezar la fiesta. No era su estilo llegar tarde, y menos todavía sin avisar por teléfono.
Ya en casa, le comentó a Harold, su marido: “Hay algo raro, lo presiento”. A las 21:45 horas llamó a la farmacia, pero no había rastro de su hijo. Preguntó al dueño si sabía el nombre del contratista con el cual tenía cita su hijo. “John Gacy”, le contestó. Pero no había nadie con ese nombre en la guía telefónica. A las 23:30 horas, ella y su esposo fueron a la comisaría de Des Plaines para notificar la desaparición de Robert. La familia entera pasó el resto de la noche conduciendo despacio por las calles, buscando en los sitios más oscuros por si el muchacho hubiera tenido un accidente y estuviera inconsciente en alguna parte. Fue el peor cumpleaños de Elizabeth Piest. A las 08:30 horas de la mañana siguiente, el departamento de policía de Des Plaines empezó la búsqueda de Robert Piest. Una investigación en la compañía telefónica reveló que el número de teléfono de John Wayne Gacy figuraba a nombre de su empresa de construcción, PDM Contractors, y que vivía en el 8213 de West Summerdale Avenue, en Norwood Park. El policía James Pickwell llamó a la Brigada Central de Chicago para preguntar si tenía antecedentes penales. La respuesta, inquietante, llegó al cabo de unos minutos: Gacy tenía antecedentes de sodomía con adolescentes, y podía llegar a la violencia. El chico había ido al camión de Gacy mientras él estaba haciendo cuentas y le pidió un trabajo de verano. El contratista le sugirió que subiera al vehículo para hablar de ello y luego, en su casa, trató de insinuarle que podría ganar dinero vendiendo su cuerpo a homosexuales, pero era evidente que Piest era heterosexual y no tenía ningún interés por la propuesta. Entonces Gacy cogió unas esposas que tenía en el bar del salón y empezó a jugar con ellas distraídamente. El chico le preguntó para qué eran y él le explicó que se trataba de unas esposas de broma. “Mira, te voy a violar y no podrás defenderte”. Pero según declaró luego Gacy, vio al muchacho tan trastornado que cambió de idea y decidió dejar que se marchara. Lo llevó al dormitorio para coger la llave de las esposas, pero entonces se sintió sumergido por una especie de niebla que borró sus recuerdos. El teléfono sonó y fue a contestar. Era un amigo que le preguntaba el porqué del retraso a una reunión convenida. El amigo testificó más adelante que Gacy parecía totalmente normal y controlado al hablar con él. Después de disculparse, colgó y volvió a la habitación. El chico estaba tendido en la cama, y era evidente que había sido estrangulado con una cuerda a manera de torniquete, bloqueado con el mango de un martillo. Cuando Elizabeth Piest llamó a la tienda Nisson para saber si su hijo de quince años había vuelto, éste estaba ya muerto. Gacy transportó a su víctima al desván y la dejó allí durante la noche. A la pregunta de la policía de si había dormido con el cuerpo del joven, Gacy negó con indignación, diciendo: “¿Qué hombre en su sano juicio dormiría con un cadáver?”A las nueve y media de aquella mañana, el teniente de policía Joseph Kozenczak llamó a la puerta de la casa de Gacy. El agente tenía un hijo de quince años, y quizá por ello decidió encargarse personalmente del caso. La puerta del número 8213 de West Summerdale Avenue se abrió, dejando ver un hombre de unos treinta y cinco años, moreno, bajo y obeso, con la cara redonda y la barriga colgante de un payaso gordinflón. Cuando los policías le anunciaron su misión, Gacy sonrió amablemente y les invitó a pasar. Le preguntaron si había ofrecido un trabajo de verano a Robert Piest, y contestó que no, que ni siquiera conocía a ese chico. Sin embargo, había estado en la farmacia Nisson la tarde anterior, sobre las 18:00 horas, cuando Robert llegaba a trabajar; varias personas lo vieron hablar con él. “¡Oh! Ese chico”, dijo Gacy, fingiendo sorpresa. Declaró que habían intercambiado unas palabras, pero que no le ofreció ningún trabajo, ni tampoco quedaron para verse más tarde. Kozenczak le preguntó si le importaría ir a la comisaría y el sospechoso respondió con calma que era imposible en ese momento; un tío muy querido acababa de morir y estaba esperando una llamada de su madre. El policía le sugirió que llamara él a su madre y después le acompañara. La suave amabilidad de Gacy se transformó súbitamente en ira y le gritó: “¿Es que no tiene respeto por la muerte?” El cuerpo de Robert Piest estuvo en el desván todo el tiempo, mientras el teniente Kozenczak se presentaba para investigar la desaparición.

Después de hacer prometer a Gacy que iría a la comisaría tan pronto recibiera la llamada de su madre, Kozenczak se marchó. La conversación había puesto en marcha cierta alarma en su cabeza. Por supuesto, era posible que Robert Piest se hubiera fugado de su casa, pero parecía improbable. El teniente estaba seguro que John Wayne Gacy conocía el paradero del chico. Los desesperados padres de Robert aguardaban el regreso del policía en la comisaría. La madre había hablado ya con el dueño de la tienda, y estaba convencida de que su hijo estaba retenido contra su voluntad en casa de Gacy. Había pedido a la policía que registrara la casa inmediatamente y el teniente Kozenczak la calmó, haciéndole ver que no tenían pruebas. Ahora, tras hablar con el sospechoso, solicitaría una orden judicial de registro. Esperó todo el día, y también hasta la 01:00 de la madrugada siguiente, pero el contratista de cara redonda no apareció.

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