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Shocked El odio contra Claro nos une como colombianos Calificación: de 5,00

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Colombia es un país lleno de países por dentro, donde los paisas, los bogotanos, costeños y caleños se parecen tanto como los franceses, los ingleses y los suecos entre sí. Después del "ublime" de Shakira, quedó claro que hay tantos himnos nacionales como habitantes del país. Cada uno entiende y canta lo que puede y entiende del "segundo himno más lindo del mundo", afirmación en la que tampoco estamos de acuerdo.

Además, después del gobierno Uribe, el país quedó aún más dividido. Incluso, hasta un alcalde tan malo como Petro tiene sus defensores. Y si hablar de política es imposible hoy por hoy, hablar de fútbol -una pasión nacional en la que somos pésimos- es más difícil que llamar al call center de Claro.

O no. Tal vez no hay nada más difícil que llamar al call center de Claro. Tal vez, ahora que lo menciono, caigo en cuenta de que sí hay algo que nos une a todos los colombianos: el odio contra Claro.

No quiero imaginar qué sienten los trabajadores de su call center al levantarse todos los días y tener que ir a la oficina a recibir insultos. En una ocasión les dije que iba a secuestrar al técnico que iban a enviar a mi casa y se los iba a devolver cuando el internet llevara un mes sin dañarse. Lastimosamente, el técnico nunca llegó y no pude cumplir con mi amenaza de secuestro.

Y es triste. De verdad que no quisiera tener pensamientos macabros. Es bastante triste que una empresa que debe ayudarme y darme lo que le pago, me lleve a niveles de desesperación tales que me hagan pensar en atrocidades.


Ni soñar puedo. Es más, no puedo ni dormir. Me quita el sueño la rabia que me invade cada vez que llamo e intento explicarles a algunos de los analfabetas que trabajan en su call center que ya hice todas las pruebas, que ya fueron dos técnicos a mi casa, que ya cambiaron dos veces el módem y que ya no quiero nada más, sólo cancelar el servicio, sin explicaciones ni ofertas ni descuentos.

Y es peor aún cuando me dirigen la llamada al centro de cancelaciones y me cuelgan, me dejan esperando, me hacen preguntas personales para comprobar mi identidad tan difíciles que ni yo mismo me las sé. Llamar al call center de Claro es como hablar con una solterona con Alzheimer en período menstrual. Es tener que explicar una y otra vez las cosas, cada llamada es como empezar de ceros la argumentación de que son el peor servicio que hay sobre la faz de la tierra y que quiero que me dejen vivir en paz, sin ellos.

En una ocasión, en un almuerzo, tres de cuatro celulares eran Claro sobre la mesa. El Tigo era yo, que no es la maravilla, pero tiene el Internet más veloz que puede tener un teléfono en Colombia. Ninguno de los teléfonos Claro funcionaba.

Hoy salí a almorzar con una amiga. En una esquina, había una caja de cartón con el logo de Claro. Los dos, sin decirnos una palabra previa, fuimos a pegarle una patada.

Hace una semana, en un evento con periodistas latinoamericanos en Miami, alguien dijo que trabajaba en Claro. De inmediato, desde Costa Rica, Bahamas, Jamaica hasta Argentina y Colombia, lo atacamos a preguntas y le dijimos que bien podría salvar al mundo si mataba a su jefe. Y entendí que el odio contra Claro no sólo nos une como colombianos, sino como latinoamericanos y, aún más, como seres humanos.

Hoy, en los medios de comunicación, los caraduras de Claro anunciaron que se atreverán a pujar el próximo 26 de junio por los permisos del servicio de 4G en Colombia. ¿Acaso quieren acabar con el mundo? ¿Por qué no compran el Acueducto de Bogotá y nos envenenan de una vez?

Después se reveló que Hilda María Pardo Hasche, en nombre de Comunicación Celular S.A. COMCEL S.A., denunció penalmente ante la Fiscalía al concejal William Moreno por promover el apagón contra Claro, por el pleito entre Claro y ETB, dos empresas que, parafraseando a Vargas Llosa, son como escoger entre el cáncer y el sida.

Y, por último, el presidente Santos volvió a hablar del tema y dijo en su Twitter: "le he pedido a Mintics que tome cartas en el asunto de la desesperante y creciente mala calidad en el servicio de la telefonía celular". No creo que esto solucione nada, pero queda demostrado que el problema no es de estratos ni influencia. El mal servicio de Claro es una enfermedad indiscriminada, como los piojos, la gripa y la gonorrea.


Por ahora, mientras miro cómo Claro intenta matarnos a todos, seguiré disfrutando de un pasatiempo que descubrí que me encanta: llamar a su call center y preguntarle a los asistentes por qué no, más bien, se van a trabajar McDonald's, Pacific Rubiales, Monsanto o Pizza 1969 -me salió una piedra en una de sus pizzas-, empresas que, ni en cien años, harán tanto daño como Claro

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