Maduro y Pachito, ¿son bobos, locos o aparentan serlo?

por Heráclito

Con Nicolás Maduro y Francisco Santos no sabe uno qué pensar. ¿Son realmente tan bobos como se
presentan ante los medios? ¿O más bien tienen su toque de locura, parte adquirida por el poder
desmedido y parte por la genética? ¿O simplemente aparentan serlo para ganar los votos y el
reconocimiento que no pueden conseguir de otra manera?

Para empezar, ambos tienen en común que les tocó en suerte ser segundones y no de cualquier
persona. Sus jefes, Chávez y Uribe, fueron en su momento gobernantes carismáticos, con un gran
poder de seducción, que llegaron al poder como la esperanza dentro del caos reinante. Venezuela
estaba atrapada entre la corrupción y la crisis económica y Colombia estaba convirtiéndose en un
estado fallido ante el empuje de la subversión armada.

Ambos cumplieron a su manera. Chávez volcó sus esfuerzos en los pobres y a través de subsidios y
polarización política, consiguió un apoyo popular pocas veces visto. Gracias a una chequera sin
fondo, proveniente de los cuantiosos recursos petroleros, y un discurso incendiario contra los ricos y
Estados Unidos, Chávez gobernó durante 14 años, que hubieran podido ser más de no habérsele
atravesada el cáncer que lo llevó a la tumba.

Uribe también tuvo lo suyo. En un país asolado por la guerra, llegó como el gran salvador. Gracias a
la reforma militar de su antecesor, tuvo en sus manos a unas fuerzas armadas renovadas que utilizó
incansablemente hasta conseguir el punto de quiebre de la insurgencia armada, consiguiendo su
expulsión a lo profundo de la selva y los páramos. Fueron ocho años de guerra total que no se
prolongaron gracias a la Corte Constitucional que frenó sus ímpetus reeleccionistas.

Por eso, a la brava, debieron ceder el poder. Chávez, sabedor de la gravedad de su enfermedad,
ungió a Maduro como su heredero. Uribe, no pudo hacerlo con su fiel escudero, Andrés Felipe Arias
que no le alcanzó para ser candidato por el partido conservador y debió apoyar a Juan Manuel
Santos, que tenía una agenda distinta a la suya. Ahora, con sus filas diezmadas y la mitad de su
entorno en la cárcel o huyendo, busca afanosamente sucesor. Pachito, por ahora pica en punta para
serlo.

Y aquí es donde surge el problema de los segundones. Incapaces de brillar con luz propia,
aprovechan los destellos de sus jefes, volviéndose patéticos. La muerte cercana de Chávez ayudó
para que Maduro se cobijara bajo su sombra, pero ha sido tan pobre su remedo, que estuvo a punto
de perder unas elecciones en apenas un par de semanas de campaña. Quiso embalsamar a Chávez,
lo elevó a los altares como santo y se autonombró como su médium de ultratumba.

Pachito no se queda atrás en imitaciones. Como su jefe es el duro entre los duros, él quiere ser más
papista que el Papa. Vallas incendiarias que hasta los mismos uribistas rechazan, propuesta de
choques eléctricos para acabar con las protestas estudiantiles, inventos de matanzas a militares, y
ahora, insultos contra todo aquél que no comulgue con sus ideas, como el rifirrafe con la exfiscal
Viviane Morales, burlándose de sus limitaciones físicas.

Vuelve entonces la inquietud. ¿Son tan bobos como parecen? Maduro, como Chávez, busca
enemigos externos para aumentar el apoyo popular y nada mejor que inventarse conspiraciones
contra su vida. Primero acusa a un pobre documentalista estadounidense y ahora enfila sus baterías
contra el vecino Uribe. ¿El resultado? Burlas en el auditorio. Fotocopia es fotocopia y peor aún si es
de tan mala calidad como Maduro.

Dicen que la historia se repite como farsa, y Pachito, es un vivo ejemplo. Cuando era vicepresidente
de Uribe, el país se preocupaba de que algo le pasara al gestor de la Seguridad Democrática no sólo
por él mismo, sino porque Pachito quedaría como presidente. Legendarias son sus metidas de pata.
Cuando la justicia internacional estaba a punto de decidir sobre la extradición de Yair Klein a
Colombia, Pachito dijo ante los micrófonos que lo esperaban para que se pudriera en la cárcel. Esto
llevó a negarla porque los magistrados arguyeron que el israelí no tenía garantías.

Pobre Venezuela porque tiene Maduro para rato, pero Colombia no puede darse el lujo de un
Pachito en el poder. Hemos luchado a brazo partido para abandonar los terrenos de las repúblicas
bananeras y nadie quiere repetir el curso, pero tan desesperado se ve a Uribe en busca de un sucesor
que no esté en la cárcel, asilado o huyendo, que va a terminar señalando a Pachito como su
heredero, un fiel Sancho Panza en busca de sus propios molinos de viento.

¿Estaremos tan locos... o tan bobos de elegirlo?