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SpitfireII
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Predeterminado Respuesta: (ideas claras, chocolate espeso) : Facismo

¿Hay o no una izquierda fascista?

Si examinamos sus orígenes con cuidado, hallaremos que el fascismo no es propiamente una doctrina, sino un método. Nacido en la Italia de los años veinte, a partir de la célebre Marcha sobre Roma encabezada por Mussolini, que fue el preludio de su arribo al poder en elecciones consideradas libres, dentro del contexto en que se dieron. El hombre bautizó así a su partido, por tratarse de un conglomerado de bandas uniformadas con camisas negras, que evocaban a las “fascio” de la Roma imperial, cuyos césares eran el tipo de gobernante a revivir, para devolverle su esplendor a la decaída península. Entretanto, el Duce acariciaba para su país un corporativismo como el portugués de Oliveira Salazar, ya en boga: EL Estado regido no por mayorías expresadas en comicios, fueran estos universales o restringidos (su alcance poco importa al tema) sino regido por gremios y corporaciones, incluyendo en el conjunto, para darle apariencia democrática, un sindicalismo cooptado, y eso que aquí reputamos como “academia” y en Europa llamaban “la Intelligentzia”.

Huelga decir que los mismos pasos los daría en la vecina Alemania, apenas unos años después, Hitler, de quien Mussolini fue su precursor no solo en el uso de la violencia callejera y el terror practicado luego desde el Estado, sino también en cuanto a vincular al gran empresariado y la alta burguesía en el manejo del gobierno . Y a la sazón en España tenía lugar un experimento análogo, con la Falange (otro término robado a la milicia romana) de Primo de Rivera, hincha también de Oliveira.

Siendo pues el fascismo en sus comienzos, antes que una ideología o un tipo de sociedad, una modalidad del ejercicio político que privilegia la fuerza bruta o “acción directa”, para su correcto análisis y entendimiento no resulta serio empadronarlo como de derecha o izquierda. Pues ahí, como en otros casos, referidos a conductores improvisados, cortos o asaz elementales, verbigracia el venezolano Maduro o el boliviano Evo (que acaba de confesar no leer nunca nada), tales padrones, derecha o izquierda, son simples etiquetas, o remoquetes empleados para descalificar al adversario cuando le asiste la razón. ¡Pero si el propio Mussolini, inventor del tan gastado vocablo, con el que hoy se rotula no solo a la derecha sino también al centro, fue de izquierdas en sus inicios! Se estrenó, y ahí anduvo un buen trecho, en el partido socialista de Pietro Nenni, competidor de Gramsci y los comunistas desde el marxismo, que el joven Benito cultivaba con convicción y pregonaba con reconocido brillo, y ese característico ademán tribunicio que (traigámoslo como una curiosidad) en Colombia, años después, hacía por imitar Gaitán (¡a fe mía que lo lograba!) quien como estudiante seguramente había oído sus arengas en Roma.

Ocurrió, empero, que el joven Benito se desencantó de su partido socialista, o el partido se asustó con él, y vino el viraje hacia la caverna y el más rabioso, generalizante y visceral anticomunismo, soliviantado en el lumpen (franja desocupada, sin oficio y, por tanto, presa fácil de la demagogia) que en la primera posguera inficionaba a Italia.

La génesis pues del adjetivo peyorativo que hoy nos ocupa, nos remite a algo muy distinto de lo que quieren designar, cuando lo usan, Diosdado y Nicolás para referirse a sus contrarios. En estricto sentido los fascistas son ellos, por las técnicas de que se valen para arrinconar a quienes reclaman por tanto fraude y atropello. Sus métodos, su estilo, son los del lumpen, dondequiera que aparezca reclutado en la política. El desmán es el suyo. Las víctimas son los otros, a quienes se busca intimidar y reducir a tabretazos y alaridos en el Congreso y mediante pandillas o milicias motorizadas en las calles para que la oposición las abandone. Porque la calle es el escenario donde hoy se libran en el mundo las grandes batallas civiles y civilizadas.

Resumamos: así como hay un fascismo de derecha hay otro de izquierda. En su afán de silenciar y paralizar por el miedo a quien disiente, ambos son idénticos. ¿Fue Stalin acaso menos fascista que Hitler, al ejecutar su descomunal, escalofriante, sistemático y prolongado holocausto en la Urss? ¿Y Pol Pot el cambodiano, en nombre de Marx y Lenin no perpetró el más grande genocidio, en proporción, que recuerda la historia contemporánea?

También se asemejan los fascistas de ambos lados en el recurso al populismo. Y de ello hablaremos luego.

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