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Predeterminado Respuesta: Abducciones extraterrestres. ¿Realidad o mentira colectiva?

Caso del Cabo Armando Valdés

25-Abril-1971
LUGAR: Pampa Lluscuma a 5 km. de Putre, CHILE. Ocho soldados que se encontraban patrullando la zona, junto al Cabo ARMANDO VALDES GARRIDO, el protagonista de este hecho, divisaron una luz muy potente. Como él mismo diría a la televisión a los pocos días del hecho: ”La luz estuvo allí toda la noche. Nadie sabía de qué se trataba. Hasta que empezó a descender…Pero al fin, cuando descendía de la montaña, lentamente nos parecieron dos luces. Una siguiendo a la otra, desde muy cerca”.
Valdés increpó hacia la luz, pidiéndole que se identificara, avanzó y penetró en una extraña niebla para desaparecer completamente. “De los quince minutos, no recuerdo nada. Los conscriptos dicen que al entrar en la niebla me esfumé, yo sabía que estaba entrando en la niebla, pero no recuerdo más. Les aseguro que quiero recordar porque necesito saber qué sucedió. Lo único que guardo en mi mente es haber tenido un sueño profundo, haber caído en el fondo de un abismo y en lo demás mi cerebro está vacío. ¡Quiero saber qué pasó!”.
“Cuando reaparecí, tras quince minutos, los muchachos oyeron mis gritos detrás de donde ellos estaban cuando me esfumé. Era una zona oscura, allí reaparecí, donde no llegaba la luz que emitió el objeto. Yo decía: ¡Muchachos… muchachos… socorro!. Dos llegaron justo en el momento en que perdía el conocimiento, yo no recuerdo ninguna cosa, más tarde, desperté, pero ya no estaba en aquel lugar, sino en la enfermería”.
“Quiero saber qué me pasó durante esos quince minutos, tengo que averiguarlo, no voy a poder vivir con esa incógnita”.
Entre los fenómenos ocurridos en los quince minutos que duró la abducción, se destaca:
- El calendario del reloj digital se adelantó algunos días.
- A Valdés, le creció la barba algunos milímetros.



Caso de Próspera Muñoz

Verano de 1947
Probablemente los hechos tuvieron lugar en el verano de 1947. Aquel año –donde las noticias de platillos volantes empezaban a asomar tímidamente en las páginas de periódicos de todo el mundo– en una casa de campo situada en las inmediaciones del pueblecito murciano de Jumilla (España).
El verano de 1947 –en un pueblo de España llamado Jumilla– cambió la vida de una niña llamada Próspera Muñoz. En las inmediaciones de la casa vio como aterrizó un objeto discoidal, del cual salieron dos seres extraterrestres, los cuales iban a abducirla para someterla a pruebas y experimentos.
Próspera y Ana, dos niñas de 7 y 11 años respectivamente, ven cómo un objeto discoidal se sitúa, a plena luz del día, en las inmediaciones de une de las ventanas de la casa. De él salen dos seres de entre 1,40 y 1,20 metros de altura, vestidos con trajes blancos ajustadísimos, de cara muy delgada, complexión débil y enormes ojos alargados hacia los laterales, que acaban entrando en la casa y entablando una conversación –bastante anodina, por cierto– con las niñas.
A partir de ese momento Ana, la mayor de las dos hermanas, no recuerda prácticamente nada. «Tengo la impresión –afirma en una carta fechada en Febrero de 1986 y dirigida al Investigador José Ruesga– como si en aquellos momentos tuviese veinticuatro o cuarenta y ocho horas en blanco. No sé sise marchó el objeto o si se quedó. Por más que mi hermana intenta que recuerde, no recuerdo nada más». Afortunadamente para nosotros. Próspera ha ido rescatando de su memoria aquellos hechos, rememorándolos con mucha nitidez. Aquellos visitantes, tras pedir un vaso de agua –que nunca llegaron a tomar– e interesarse por las fases de la Luna que aparecían marcadas en un calendario de pared, volvieron a desaparecer, tras asegurar a ambas niñas que regresarían pronto a por una de ellas. Desde su partida, una serie de insólitos acontecimientos rodearon la vida de la familia Muñoz durante los días siguientes: la puerta de la despensa se bloquea, los alimentos se pudren en su interior con inusitada rapidez, como afectados por algún tipo de radiación y los extraños seres acaben reapareciendo al cuarto día llevándose a Próspera a bordo de un OVNI estacionado, en plena noche, sobre un gran campo de olivos.
Una vez dentro le enseñan, a través de una especie de gran «pantalla de cine», escenas cotidianas de Próspera y su familia tal y como –al parecer– fueron recogidas por los tripulantes de aquel OVNI días atrás. Como sucede en tantos otros casos de abducción, a Próspera la tumban sobre una camilla y realizan sobre ella una serie de análisis médicos que concluyen con una especie de operación quirúrgica en la que le es insertado una especie de «microcápsula» en la base del cuello… Y después, más de tres décadas de silencio.

Detalle de un implante extraído a una persona
supuestamente abducida.


Abducción de Cergy-Pontoise

26-Noviembre-1979
Lugar: Cergy-Pontoise, Francia. Algunos de los casos de ovnis son importantes por su misterio, mientras que otros lo son por su resolución final. La abducción de Franck Fontaine pertenece al segundo grupo.
El 26 de noviembre de 1979, por la mañana temprano, Franck Fontaine y unos amigos estaban en el exterior de un bloque de apartamentos de las afueras de París cuando vieron un ovni encima de ellos. Fontaine se metió en el coche para poder verlo mejor, pero cuando sus compañeros llegaron hasta allí había desaparecido. Apareció una semana después y no era consciente de que había estado perdido. Poco a poco fue contando que había sido secuestrado por un ovni y que le habían llevado a un extraño planeta. Franck dijo que los pasajeros del ovni estaban muy interesados en uno de sus compañeros, Jean Pierre Prévost, a quien estaban seleccionando para que fuera uno de sus misioneros en la Tierra.
Los tres jóvenes disfrutaron enormemente con la notoriedad que habían adquirido. Según el informe que me envió el reputado investigador francés Claude Maugé, eminentes ufólogos como Michel Piccin y miembros del grupo de investigación asociado al gobierno francés (GEPAN) habían llegado a la conclusión de que el asunto era una burla. El propio Fontaine lo admitió más tarde.



Otros supuestos implantes a personas abducidas.


Abducción de Livingtone

9-Noviembre-1979
Aproximadamente a las diez y cuarto de la mañana del viernes 9 de noviembre de 1979, Robert Taylor, de 61 años, guardabosques y habitante de Livingston, Escocia, se topó con un ovni y unos seres de naturaleza muy extraña.
Acompañado de su perro, Taylor se dirigía en su furgoneta a examinar unos árboles jóvenes del bosque, situados en una zona cercana a la autopista M8, que comunica Edimburgo con Glasgow. Detuvo la furgoneta y se encaminó al lugar que quería inspeccionar. Cuando levantó la vista se quedó atónito ante lo que veía: en el claro había un objeto flotando en el aire, encima de él.
El objeto medía unos 6 m de ancho por 3,65 de alto; era casi esférico, pero tenía un reborde parecido al ala de un sombrero. De ese borde salían hacia arriba lo que parecían unas hélices inmóviles. Por detrás, y en el cuerpo principal del objeto, se veía el perfil de unas portillas, o por lo menos un trozo de un color diferente. El objeto era más oscuro en la parte de debajo del borde, y al testigo le dio la sensación de que quizá estuviera intentando camuflarse creando una especie de niebla. El señor Taylor no estaba seguro de si el objeto era transparente o reflectante, pero le pareció que su color normal era de un gris apagado, y que tenía la textura del papel de lija. Pero las verdaderas sorpresas todavía no habían llegado…
Unos segundos después de haber divisado el objeto, dos pequeñas esferas apoyadas sobre unas puntas salieron de su interior o de debajo, y avanzaron balanceándose hacia donde estaba Taylor. Medían unos 90 cm de ancho y eran de un gris apagado, como el del cuerpo de la nave. Cuando llegaron hasta él, cada una de las esferas se agarró a una pierna, y lo arrastraron hacia el objeto. Estaba aturdido por un olor muy fuerte, y terminó por desmayarse.
Cuando volvió en sí, los objetos se habían ido y el perro saltaba a su alrededor muy excitado. Aparentemente había perdido la voz, y le costaba mantenerse de pie. Se vio obligado a andar a rastras unos 80 m hasta llegar a su furgoneta, pero, en su desesperación por marcharse de allí, se metió en un lodazal y tuvo que irse andando a casa. Cuatro horas después tenía un dolor de cabeza enorme y una sed que no desapareció en dos días.
Las investigaciones realizadas en el lugar del suceso demostraron la existencia de marcas en el suelo, que correspondían a las puntas de las esferas. Los destrozos de sus pantalones tenían una importancia especial: éstos eran de estameña azul muy resistente, pero cada una de las piernas estaba desgarrada, justo en el lugar donde los objetos esféricos le habían agarrado. Los desgarrones tenían una trayectoria ascendente, lo cual sugería que se habían producido cuando le arrastraban; la Asociación Británica para la Investigación de los Ovnis conservó los pantalones por si tenían que ser sometidos a un posterior análisis.
En cuanto al propio testigo, se le describe como un hombre honesto y responsable, no precisamente el tipo de persona que se dedica a gastar bromas. Cuando se investigaron sus circunstancias personales, se encontraron con una persona que apenas bebía alcohol, que normalmente tenía una salud buena, y que no presentaba un historial de enfermedades mentales, ni padecía dolores de cabeza ni pérdidas de conocimiento. Según el examen médico, estaba bien del oído y usaba gafas sólo para leer. Quizá con alguna reticencia, ahora cree que vio una nave extraterrestre y unos robots. Durante cierto tiempo llevó una cámara fotográfica por si volvía a encontrárselos.
Como en muchos otros casos, sigue abierta la cuestión de si esa experiencia fue real o fue algo inventado por el propio Taylor. Sin embargo, la minuciosa investigación llevada a cabo por Steuart Campbell sugiere que las huellas del suelo y la evidencia física encontrada no demuestran suficientemente el argumento de que no había ningún objeto físico presente.
Por otra parte, la investigación también sugirió que no era probable que el objeto estuviera hecho por seres humanos, puesto que no había ningún fabricante de ese tipo de objetos en las proximidades. De todas formas, es muy extraño que un objeto como ése, que volaba hacia el claro de un bosque, no hubiera llamado la atención de ningún conductor que circulara por la autopista M8, una de las más transitadas de Escocia. Aunque se produjo en un lugar muy cercano a la autopista, el encuentro en sí mismo no se podía haberse visto, puesto que los árboles tapaban el claro. En cualquier caso, sí se hubiera visto la trayectoria del vuelo, pero no se produjo ni una declaración que corroborara el suceso. ¿Apareció el objeto en el claro de alguna otra manera, o se trató de algún fenómeno natural que no percibió Taylor?

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