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Predeterminado Una nueva idea para detectar extraterrestres Calificación: de 5,00

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Dos investigadores españoles quieren buscar en el cosmos la luz que las naves interestelares no deben dejar de reflejar.

“El silencio eterno de esos espacios infinitos me aterra”, escribía Blaise Pascal sobre el cosmos.

Una manera moderna de reinterpretar esa frase célebre consiste en acercarla al fracaso que, hasta el presente, ha sancionado a todas las tentativas de los astrónomos por descubrir las señales de una vida extraterrestre.
E.T. calla y su silencio obstinado nos hace preguntarnos, una vez más y siempre, si estamos solos en el universo. Somos aún más impacientes por detectar otras civilizaciones cuando esta posibilidad nunca nos ha parecido tan próxima.

Desde 1995, fecha del descubrimiento del primer planeta extrasolar, hemos puesto la mano sobre centenares de otros mundos (763 en el segundo en que escribo estas líneas) y los exobiólogos no pueden evitar imaginarse las mejores maneras de detectar factores biológicos en exoplanetas.

Otros científicos escuchan el cosmos desde hace más de medio siglo con diferentes programas SETI (Search for Extra-Terrestrial Intelligence), esperando captar en ellos señales radiales de origen artificial emitidas por civilizaciones tecnológicas que viven en exoplanetas en órbita en torno de estrellas cercanas.

Pero esas señales radiales no son los únicos indicios tecnológicos que podríamos buscar. A fines de 2011, se propuso observar la parte no iluminada (es decir el hemisferio de esos astros sumido en la noche) para intentar ver allí las huellas de un alumbrado artificial, tal como nuestros grandes centros urbanos iluminan el cielo y sirven de referencias a los ocupantes de la Estación Espacial Internacional.
El 1º de abril, en un artículo aparecido en el sitio de pre-publicaciones arXiv, dos investigadores españoles presentaron ante la comunidad científica una nueva idea. ¿Por qué no intentar detectar otro aspecto de una civilización extraterrestre altamente tecnológica, específicamente sus cruceros interestelares?

El concepto ya había sido planteado en 1994 por el ingeniero estadounidense Robert Zubrin, insaciable promotor de las odiseas del espacio y fundador, en 1998, de la Mars Society. En esa época, Zubrin buscaba observar los rayos gama que no dejarían de dejar inmensas naves espaciales funcionando ya sea con antimateria o con propulsión nuclear.

Nuestros dos españoles han explorado un camino diferente, proponiendo detectar la luz estelar reflejada por las astronaves. Partieron de la hipótesis según la cual una civilización avanzada sería capaz de explorar otros sistemas solares distintos al suyo, con fines científicos o para explotar sus recursos, o para alejarse de su estrella agonizante antes de que esta explote.

Efectuar semejante viaje interestelar (es decir, recorrer varios años-luz) implica disponer de una fuente de energía considerable (fusión nuclear, antimateria, hoyo negro, por ir del más “simple” al más exótico) para poder avanzar a una fracción no desdeñable de la velocidad de la luz, sin lo cual se puede apostar a que la aventura, al eternizarse, se saldaría con un fracaso.

Para dar un ejemplo, la estrella más cercana a nosotros, Próxima del Centauro, se sitúa a 4,2 años-luz, lo que significa que cuando la observamos por un telescopio vemos la luz que ella emitió 4,2 años antes. Si deseamos llegar allí a la velocidad de las misiones Apolo (11 kilómetros por segundo) serían necesarios 110.000 años.
Admitiendo que seamos un día capaces de ir hasta ella a una velocidad promedio de 30.000 kilómetros por segundo (es decir, una décima parte de la velocidad de la luz, lo que es enorme), igual necesitaríamos 42 años para llegar. Largo, pero más abordable.

Necesitaríamos velocidad y también un enorme navío que contenga la colonia que se lanzará a la aventura, además de toda la carga necesaria para alimentarla, vestirla, equiparla, etc. Si eventuales extraterrestres han seguido el mismo razonamiento, se pasean en ******os más o menos análogos a los destructores espaciales que se ven en Star Wars.

Esos vehículos pueden también parecerse a la nave del proyecto Ícaro lanzado por la Tau Zero Foundation y la British Interplanetary Society, que tendría la altura del Empire Sate Building de Nueva York. Tamaño y velocidad. Es precisamente a ese dúo al que apuntan los dos científicos españoles.

LUZ

El tamaño para reflectar el máximo de luz, sea de la estrella de la que nos alejamos o de la que nos acercamos. La velocidad para desplazar, por efecto Doppler, la longitud de onda de esta luz y todo su espectro electromagnético.

Un astrónomo terrestre que descubra en nuestra galaxia un punto luminoso dotado de esta rúbrica tan particular se vería obligado a concluir que se trata de una señal artificial, al no haber ningún objeto natural que se desplace a algunas centésimas de la velocidad de la luz (excepto los hipotéticos planetas híper-veloces eyectados por hoyos negros).

Los autores del artículo recomiendan entonces reparar en nuestro vecindario galáctico parejas estrellas próximas la una a la otra, entre las cuales podrían transitar amplias naves espaciales. Falta luego disponer de un telescopio bastante poderoso para detectar, a varios años-luz de distancia, el reflejo de una estrella sobre un objeto artificial de algunos cientos de metros de largo… Probabilidad de éxito: extremadamente cercana a cero.
Existe no obstante un caso donde este método de detección de extraterrestres podría ser más eficaz: si una nave se dirigiera derecho hacia nosotros, reenviándonos la luz del Sol, de la cual conocemos el espectro electromagnético en sus más mínimos detalles. Podríamos por fin gritar ante el planeta que no, no estamos solos en el universo. Antes de preguntarnos, qué quieren de nosotros esos visitantes.

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