No hay que buscar el ahogado río arriba. El problema no está en las votaciones sino en la manipulación del elector, propio del populismo.

Nadie duda que va a ganar Maduro, pero no por sus propios méritos ni porque tenga la receta para sacar a Venezuela del oscuro momento económico que vive, sino por el impacto mediático de la muerte de Chávez y su cadáver insepulto que ahora pretenden llevar a los altares.

Es tal la manipulación de las conciencias que no necesitan fraude alguno. Los venezolanos creen en los culebreros y como dice el viejo dicho, no hay peor ciego que el que no quiere ver.